Segunda parte de este interesante artículo sobre las aplicaciones medicinales de nuestra querida planta. Leer primera parte.

3.- Del SCE a los fármacos derivados del cannabis

Se ha demostrado que el SCE puede ser un arma eficaz en el tratamiento de tumores como el cáncer de piel, mama, útero, pulmón, próstata, leucemias y linfomas. La idea es estimular al sistema inmunológico para que destruya las células tumorales. Pero la mayoría de los datos de investigación son todavía muy prematuros y proceden de experimentos en laboratorios o en animales. Hace dos años, un equipo de la Universidad Complutense de Madrid fue el primero en el mundo en administrar THC por vía intracraneal (“pinchando” directamente sobre el cerebro) a ocho pacientes con un tipo de cáncer cerebral muy agresivo llamado glioblastoma multiforme. Aunque se trata de estrategias muy prometedoras, el desarrollo de fármacos derivados del SCE que permitan paliar o curar determinados tipos de cáncer llevará todavía algunos años.

No sucede lo mismo con otro tipo de enfermedades, en los que los fármacos derivados del cannabis ya han demostrado eficacia. Existen varios cannabinoides disponibles como fármacos, aunque no todos están comercializados en España:

El dronabinol (Marinol©) es la forma sintética del Δ9-THC, aprobado por la FDA en 1986 para el tratamiento de las nauseas y vómitos producidos por quimioterapia y síndrome de anorexia-caquexia (delgadez extrema y falta de apetito) asociado a SIDA. Está comercializado en EE.UU, pero no en Europa. Es útil en el control de determinados tipos de dolor, ya que potencia el efecto analgésico de los derivados de la morfina. También ha demostrado efectos beneficiosos sobre ciertos síntomas (dolor, rigidez, problemas urinarios) de la esclerosis múltiple. Existen casos anecdóticos sobre su posible utilidad en enfermedad de Alzheimer, picor por enfermedades hepáticas, trastorno obsesivo compulsivo…

La nabilona (Cesamet®) es un análogo sintético del THC. Está comercializado en EE.UU, Canadá, México y Reino Unido con las mismas indicaciones que dronabinol (nauseas producidas por quimioterapia y anorexia por SIDA). También existen ensayos clínicos que demuestran su eficacia en el manejo del dolor en cáncer avanzado y algunos síntomas de la enfermedad de Parkinson y esclerosis múltiple.

El rimonabant (Acomplia®) es un antagonista (“neutralizador”) de los receptores CB-1. El fármaco fue aprobado en la Unión Europea en el 2006 para el tratamiento de la obesidad en pacientes con problemas de diabetes o colesterol, contando también con estudios favorables como fármaco para ayudar a dejar de fumar. Sin embargo, en octubre de 2008 se suspendió su comercialización, ante el elevado número de efectos adversos de tipo psiquiátrico (incluyendo suicidios) registrados.

El spray de tetrahidrocannabinol/canabidiol (THC/CBD) (Sativex®) permite la administración sublingual de cantidades fijas de estos cannabinoides, extraídos directamente de la planta. El fármaco está aprobado en Canadá, para el tratamiento del dolor producido por esclerosis múltiple y cáncer. En el momento actual se están llevando a cabo ensayos clínicos con este fármaco para comprobar su eficacia en distintas enfermedades (náuseas y vómitos por cáncer, dolor por lesión en la médula, rigidez por esclerosis múltiple, artritis reumatoide…). Algunos de estos estudios se están llevando a cabo en Cataluña, con la colaboración de instituciones como el Colegio de Médicos de Barcelona, el Instituto Municipal de Investigaciones Médicas y el Departamento de Salud de la Generalitat.

Conviene hacer algunas consideraciones sobre estos fármacos. En primer lugar, señalar que, como cualquier otro, tienen sus propias indicaciones, contraindicaciones, efectos adversos, interacciones farmacológicas…Los cannabinoides se absorben mal por vía oral, lo que lleva a que, en principio, fórmulas como el spray de administración sublingual sean más adecuadas y produzcan mayor efecto terapéutico y menos efectos adversos.  Hay que tener en cuenta que el cannabis produce un estado modificado de consciencia, que puede ser agradable para algunas personas pero no tanto para otras. Además pueden aparecer otro tipo de efectos adversos (irritación en la zona de administración, cuadros de mareo, hipotensión…).

Señalar también que, hasta el momento este tipo de medicaciones no han demostrado que varíen el curso natural de ninguna enfermedad y se trata de fármacos destinados a aliviar síntomas (lo cual es, en bastantes  ocasiones, el objetivo principal de las intervenciones de los médicos). En este sentido, los fármacos derivados del cannabis deben considerarse como una opción de tratamiento más, pero existen otras familias de fármacos que, dependiendo del caso y el paciente, pueden ser más o menos adecuadas.

4.- ¿…y la marihuana?

Otro aspecto importante de la cuestión está en la automedicación con hachís o marihuana. Distintas encuestas señalan que entre el 10-36% de los pacientes con enfermedades como cáncer de mama, VIH-SIDA, esclerosis múltiple o dolor de origen neuropático han utilizado marihuana para aliviar síntomas de sus enfermedades y muchas de estas personas refieren alivio de sus síntomas. Este hecho contrasta con la escasez de ensayos clínicos en los que se utiliza marihuana (entre 2000 y 2008 sólo se encuentran 8, que incluyeron a un total de 248 pacientes con un seguimiento medio de 7 días).  La falta de investigación sobre la planta del cannabis suele atribuirse a los riesgos derivados de la vía de administración (fumada) o a la dificultad de obtener productos con concentraciones homogéneas. Siendo esto cierto, también hay que considerar otros elementos importantes como el desinterés de la industria farmacéutica en un producto del que no se puede obtener beneficio o las obstrucciones burocráticas, trabas legales y prejuicios de tipo moral para la investigación con sustancias fiscalizadas.

El descubrimiento del SCE y el desarrollo de fármacos derivados del cannabis ha colocado muchos de los dogmas de la lucha  antidroga entre la espada y la pared. Es imposible mantener que las drogas son un conjunto de terribles problemas para la salud y la sociedad en cualquier circunstancia y mientras se desarrollan fármacos que tienen como base estas maléficas sustancias. Pero el movimiento antiprohibicionista no debería caer en la tentación de hacer de los usos terapéuticos del cannabis una de sus banderas. Existen suficientes argumentos de tipo político, social, económico y moral para defender el derecho a la modificación de consciencia con sustancias, con fines recreativos o de cualquier otra índole, siempre que no perjudique a terceros. Los usos terapéuticos del cannabis constituyen una cuestión estrictamente científica y sanitaria que debería permanecer en ese ámbito, sin injerencias de los partidarios de la legalización ni, mucho menos, de los políticos y los organismos antidroga.
 

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