La actividad de un patógeno integrado en el genoma de algunas personas hace cientos de miles de años multiplica por entre dos y tres veces las probabilidades de sufrir una adicción

La mayor parte de las infecciones sufridas por nuestros ancestros desaparecen con ellos. Sin embargo, hay un tipo de microbios que pueden dejar una marca permanente. Los retrovirus, entre los que se encuentra el VIH, tienen una etapa de su desarrollo en la que su material genético se integra en el individuo infectado. Durante millones de años, los rastros de estas invasiones, que permanecen cuando el virus infecta e introduce su información en óvulos o espermatozoides, se han transmitido entre generaciones y entre especies. Se calcula que entre el 5 y el 8% de nuestro genoma está compuesto por secuencias de estos organismos en lo que se considera un registro fósil genético.

Normalmente, estas infecciones del pasado ya no afectan a sus portadores porque para poder quedarse y transmitirse antes de hacerle demasiado daño, el virus queda inactivado por mutaciones o produce algún beneficio al infectado. En algún caso se ha observado que pueden ayudar a combatir la entrada de otros virus. Sin embargo, algunos trozos de ADN integrados más recientemente, pueden tener consecuencias importantes en quienes los transportan. Eso es lo que ha comprobado un grupo internacional de investigadores liderado por Gkikas Magiorkinis, científico de la Universidad de Oxford y la Universidad Nacional y Kapodristíaca de Atenas.

Te puede Interesar
Lyft, Taco Bell y Doritos hacen cross-marketing dirigido a ebrios y consumidores de cannabis

El retrovirus HK2 entró en el genoma de nuestros antepasados hace relativamente poco, menos de 250.000 años y se ha encontrado también en las secuencias genéticas de neandertales y denisovanos. La mayor parte de los restos fósiles de infecciones son mucho más antiguos y están repartidos por igual entre toda la población, en el mismo lugar del genoma, pero HK2 es diferente. Algunas personas tienen copias extra del virus en distintos lugares, y en algunos casos es capaz de replicarse y dañar a su hospedador.

En un artículo que se publica en la revista PNAS, Magiorkinis y sus colegas han observado que una variante de este HK2 puede aparecer junto a un gen (RASGRF2) que regula las sensaciones de recompensa del cerebro, un mecanismo que desempeña un papel importante en las adicciones, y modifica su actividad. Los autores llegaron a esta conclusión después de analizar a personas infectadas con el virus de la Hepatitis C en Glasgow (Reino Unido) y de VIH en Atenas (Grecia) que se habían contagiado inyectándose drogas. La secuenciación de sus genomas muestra que esta inserción del gen RASGRF2, que se encuentra en menos del 10% de la población (entre las personas del este asiático casi no existe), aparece con entre el doble y el triple de frecuencia en personas que se pinchan. Los investigadores consideran que esto es un indicador de que predispone al comportamiento adictivo.

Los responsables del trabajo plantean que este conocimiento puede ayudar a las personas con adicciones, pero Daniel Blanco-Melo, un especialista en retrovirus fósiles que trabaja en la Escuela de Medicina de Icahn en el Monte Sinaí en Nueva York (EE UU), cree que más allá de esa hipótesis, “lo más importante es que muestra que es posible que este tipo de elementos, que están en muchas partes de nuestro genoma, pueden tener efectos en la transcripción de genes adyacentes”. “Esta posibilidad ha sido ignorada por gran parte de la comunidad científica y el artículo la introduce en la conversación”, remacha. En la misma línea, Aris Katzourakis, un científico de la Universidad de Oxford que ha codirigido el estudio, afirma que han demostrado por primera vez “que variantes raras del HK2 pueden afectar a un rasgo humano complejo”, y Magiorkinis recalca que sus resultados son una prueba de que, pese a que la mayor parte de la gente piensa que estos virus son inocuos, estos resultados ofrecen pruebas de que pueden provocar enfermedades.

Fuente

Te puede Interesar
La marihuana es como el clítoris, hace años no sabíamos para qué servía: Jesusa Rodríguez

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.