El cultivo de cannabis puede ser tan sencillo o complicado como deseemos, tanto en exterior como en interior. Todo depende de si simplemente deseamos plantar por cariño y sin grandes pretensiones o bien lo tomamos como un reto del que extraer hasta el último gramo posible. En cualquier caso, el montaje de un interior, aún siendo sencillo, requiere unas condiciones mínimas que garanticen la inversión realizada.

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Hace un tiempo, charlando con unos amigos sobre la evolución de la cannabicultura en general en España surgió una cuestión que en principio parece baladí, pero que muestra el nivel de tecnificación al que en ocasiones se llega por parte de determinados cannabicultores a la hora de implementar sus cultivos.

Si nos fijamos, hoy en día podemos encontrar desarrollos específicos para el cultivo de cannabis en interior tanto en iluminación como en sistemas de cultivo llave en mano, pasando por programas de nutrición, riego automático, control automático de Ec y pH, de temperatura, de humedad y un sinfín de parafernalia, una más útil que otra. De hecho, en algunos casos podríamos equiparar el mundo de la cannabicultura al de las motos “Custom” o a medida, cuyos forofos están constantemente añadiendo, cambiando y mejorando sus motos con el último adelanto o adorno y compitiendo, de forma sana, para ver quién está más a la última o posee el complemento más raro.

Como podemos suponer, estos niveles de tecnificación están directamente relacionados con la inversión que el cannabicultor tendrá que realizar, y que en la mayoría de los casos supera con creces tanto la disponibilidad de “cash” como las necesidades reales, sobre todo si se trata de un principiante. Lo cierto es que todo depende del planteamiento del cannabicultor, no es lo mismo planear cuatro cosechas anuales de 2 m2 que una de 8 m2, ni cultivar en verano o en invierno.

En cualquier caso, siempre debemos recordar que el cannabis que cultivamos es, salvo por el nivel de cannabinoides, exactamente igual que el cáñamo industrial o silvestre y que es uno de los vegetales que más fácilmente se desarrollan y proliferan en la naturaleza (antes de la primera Convención de Viena, dónde fue limitado su cultivo), y que menos cuidados requiere, adaptándose y creciendo en condiciones extremas de calor, frío y calidad del suelo.

 

¿Qué queremos de nuestro indoor?

Lo primero que debemos tener en cuenta es lo que esperamos conseguir con nuestro montaje de interior. Si ya tenemos experiencia en cultivo, tendremos las cosas más claras y habremos visto que la realidad del cultivo en interior es que sólo optimizando todos los parámetros que influyen en el desarrollo de la planta llegaremos a unas producciones razonables en coste con respecto a la inversión inicial y los gastos fijos del cultivo, como fertilizantes, electricidad, etc… y habremos empezado a conocer las limitaciones de nuestro espacio de cultivo y con seguridad a hacer primar la sencillez sobre la complicación.

Es más que frecuente que aquel que decide involucrarse en la bella aventura que es el cultivo de cannabis en interior no tenga aun claros cuales son los rendimientos que se pueden llegar a obtener en, pongamos como estándar, un metro cuadrado. Ya sea por desinformación, ya sea porque nunca ha visto realmente un interior funcionando, el cannabicultor novel tiende a pensar que obtendrá bastante más peso seco y manicurado del que usualmente obtiene al final. Lamentablemente, algunas técnicas de ventas como el publicar unos rendimientos determinados para una variedad comercial sin especificar las condiciones para llegar a ellos (Watios, tiempo de vegetativo, clon o semilla…), hacen que más de un principiante se sienta realmente frustrado o incluso hasta engañado por la casa que le vendió las simientes al no acercarse si quiera a lo esperado.

Existe una especie de regla no escrita por la que se estima que un cultivo está más optimizado cuanto más peso / Wattio de luz utilizado se consigue al final, por ejemplo, al empezar, 0,25 gr/ Wattio sería razonable, aumentando hasta incluso sobrepasar 1 gr / Wattio según adquirimos más experiencia. Y debemos remarcar este hecho, ya que la medida es engañosa y puede hacer pensar que a más luz más peso, lo cual no es necesariamente así, entrando en juego muchos otros elementos, incluida “la mano” del cannabicultor..

Para simplificar, podríamos decir que un indoor es rentable cuando el dinero que nos cuesta producir nuestra marihuana para autoconsumo es igual o menor a lo que nos costaría si pudiéramos encontrarla en el mercado negro con una calidad semejante a la de nuestro cultivo.

 

El interior básico

Realmente, para crecer una planta de cannabis, solo hacen falta cuatro cosas: Tierra, Agua, Luz y por supuesto, La Planta. Sólo con eso y unos mínimos cuidados aseguramos que cualquier persona fumará al menos un porro de hierba. Pero claro, ya que nos ponemos, lo suyo es sacar algo más tras el tiempo que hemos tenido que mantener la planta…

Comenzando con el sistema de cultivo, el más sencillo y fácil es la tierra. Una buena tierra de calidad y una maceta cuanto más grande mejor nos facilitarán todas las tareas de riego y nutrición, pudiendo ahorrarnos trasplantes, añadir fertilizantes constantemente y sobre todo, alargando el tiempo entre riegos con respecto a otros sistemas o medios de cultivo.

Para un cultivo de tamaño medio, podemos poner de 6 a 8 plantas por metro cuadrado que tendrán espacio suficiente para no apiñarse o taparse unas a otras. Hay gente que ni siquiera dispone de ese espacio y cultiva sólo 2 ó 3 plantas pequeñas. Aún así, los requerimientos mínimos siguen siendo los mismos: Luz, ventilación y control de temperatura y humedad.

Una vez tenemos las plantas en sus macetas, deberemos decantarnos por algún sistema de iluminación. Desde ya decimos que los fluorescentes y cfl’s funcionan, pero solo los recomendamos si es absolutamente imposible evacuar el aire (y con él, el calor) del espacio de cultivo o si son variedades mini o enanas como la familia dwarf. Por lo demás, para obtener unos resultados mínimamente decentes hoy por hoy nada supera en relación calidad / precio / rendimiento a las lámparas de alta presión, ya sean halogenuros metálicos (blanca) o sodio (naranja). Señalamos que aunque en los grow shops no suelen disponer de ellas o las venden al mismo precio que sus hermanas mayores, existen en 100, 150, 200 y 250 wattios, y una de 100W es bastante más eficiente que 100W de flúos o cfl’s. Además, siempre cabe la posibilidad de sacar el balastro del espacio de cultivo si éste es pequeño o colocarlo en la parte alta si es más grande.

Una vez tenemos luz, veremos como la temperatura sube y sube más cuanto más pequeño es el espacio de cultivo, por lo que un elemento casi imprescindible es un extractor de aire que saque todo el calor y succione aire fresco hacia el interior. Las especificaciones dependen del volumen de aire a mover y se calcula multiplicando las dimensiones ancho x largo x alto del habitáculo para cultivar.

Por último, unos ventiladores para mover el aire y que no se formen bolsas de calor, y de paso fortalecer los tallos completan el montaje básico de un interior. A partir de ahí podemos añadir toda clase de aparatos, desde un aire acondicionado hasta luminarias de alta tecnología, pero con lo indicado podremos obtener unas cosechas más que razonables. 

 

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