Es difícil seguir sustentando la legalidad del tabaco y del alcohol y la ilegalidad, sin embargo, de la marihuana. Por Edurne Uriarte.

Es muy posible que el próximo otoño tenga lugar un hecho que revolucione los términos del debate sobre las drogas en los países democráticos. Y es que California podría aprobar en referéndum la legalización de la marihuana, la llamada Proposición 19, que permitiría no sólo el consumo, sino también la producción de marihuana. Lo que es bastante probable, dado el estado de la opinión pública californiana en este momento: 48 por ciento en contra, pero 44 por ciento a favor, y con el dato añadido de que, entre aquellos más informados sobre el contenido de la Proposición 19, la mayoría está a favor (encuesta de Field Research realizada entre fines de junio y principios de julio). Pero, además, el debate en California coincide con otro igual de significativo, el que ha encendido en México el ex presidente mexicano Vicente Fox al publicar el pasado sábado en su blogun artículo a favor de la legalización de las drogas («Drogadicción, crimen organizado y seguridad: momento de reflexión y propuestas»).

Distingamos ambos debates, aunque el fondo tenga elementos en común. El problema de la propuesta de Fox es que aboga por la legalización de todas las drogas y, lo que es igualmente cuestionable, sustenta su propuesta en el fracaso de las políticas represivas en México y lo que considera un grave deterioro de la imagen del Ejército, que es algo así como dejar de perseguir el terrorismo por la falta de éxitos en su represión. Lo que se agrava, además, por el hecho de que Fox -se lo ha recordado pertinentemente el presidente Calderón- hizo muy poco o nada contra el crimen organizado durante su mandato.

El debate sobre la legalización de las drogas debe sustentarse en otro campo: el de su cabida en los principios liberales y democráticos. Y es ahí donde la Proposición 19 de California sí está bien anclada. Por una razón esencial. Por el hecho de que los estudios científicos no han determinado que los efectos negativos de la marihuana sean peores que los de las drogas legales, el tabaco y el alcohol. O que es difícil seguir sustentando la legalidad del tabaco y del alcohol y la ilegalidad, sin embargo, de la marihuana. Ahora bien, es cierto que importantes líderes de América Latina han ido ya mucho más allá de esta posición sobre la marihuana. Y que incluso han dado sustento teórico a lo que ahora propone Fox. Me refiero al informe «Drogas y democracia: hacia un cambio de paradigma», de 2009, firmado por los ex presidentes César Gaviria, Ernesto Zedillo y Fernando Henrique Cardoso y por algunos intelectuales tan relevantes como Mario Vargas Llosa, Enrique Krauze, Moisés Naím, Paulo Coelho o Tomás Eloy Martínez.

Ese informe no aboga abiertamente por la legalización, pero sí pide un cambio total de perspectiva en el tratamiento de las drogas a partir de lo que considera fracaso de las políticas prohibicionistas. Equipara la marihuana al tabaco y al alcohol y pide que se traten las drogas como una cuestión social y no policial y que se vaya hacia la despenalización y la descriminalización. El presidente Calderón alerta de que estas nuevas políticas podrían extender el consumo entre los jóvenes. Pero lo cierto es que él mismo y la mayoría de políticos mexicanos se han mostrado abiertos al debate. Y que en América comienza a desarrollarse un nuevo paradigma sobre las drogas. Más temprano que tarde, llegará a Europa.

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