El 18 de julio de 1936, el general Francisco Franco Bahamonde (1892-1975), junto con otros compañeros militares, se sublevó en contra del gobierno legítimo de la República. No sabemos a ciencia cierta si Franco consumió cannabis o no, pero lo que sí sabemos es que, durante su juventud, Melilla era la línea fronteriza de la guerra de Marruecos y la proximidad con la muerte hacía que los soldados tuvieran apetito de vivir intensamente (consumían alcohol y cannabis) antes de ir al frente (Bennassar, 1996:45).

por Mónica Hinojosa Becerra e Isidro Marín Gutiérrez, @isidromarin

 

Se sabe que Franco utilizó cuerpos militares beréberes para luchar en España y les remuneraba en parte con kif (cannabis). Se dice que Millán Astray (militar fundador de la Legión y de Radio Nacional de España) fomentaba el consumo de grifa en los cuarteles de los legionarios. El abastecimiento de grifa durante la guerra civil española fue logística de alta prioridad por el alto mando de los sublevados (Gonzalo, 2016).

Antes del 18 de julio de 1936, las fuerzas militares en la zona del protectorado español ascendían a unos 40.000 soldados. Las fuerzas marroquíes contaban con unos 9.000 hombres, más unos 8.000 hombres auxiliares. Además, durante la guerra se reclutaron 15.000 marroquíes. En la primavera de 1937 eran 35.000 marroquíes. El total de marroquíes que participaron en la Guerra Civil obligados fue de 70.000 hombres. Las zonas donde más se reclutó fue del Rif central, Gomara y Yerbala. Se llegaron a organizar suministros regulares de kif y grifa (cannabis), desde los valles de Lupus y las serranías de Ketama hasta el frente de batalla, con el conocimiento de los mando superiores. Estos marroquíes cuando tomaban una población, con el beneplácito de sus superiores, entraban y saqueaban, incendiaban, asesinaban, mutilaban y violaban. Así Franco utilizaba a los “moros”, como carne de cañón y como arma psicológica contra los republicanos. Se trataba de desmoralizar al contrario (Preston, 2011).

Cuerpos militares procedentes de Marruecos

El año de 1939 fue para España el final de su Guerra Civil aunque no de sus represalias. Hay que comentar que existía en el bando golpista un cuerpo militar procedente del Protectorado Marroquí, compuesto en su mayoría por musulmanes encuadrados en los grupos de Regulares. Estos cuerpos militares consumían una sustancia denominada kifin fumadas en pipas de madera, con una larga boquilla y un pequeño cuenco donde introducían el kifin.

Algunos de los que fumaban abundante cantidad de pipadas, según los investigadores José Mañoso Flores y Manuel Cortés Blanco, gracias a esto se mantenían tranquilos (Mañoso & Cortés, 2000: 121). Cuando no fumaban kifin se desencadenaban una serie de síntomas (cuadros maniáticos confusional con hiperquinesia y actos violentos, compulsivos, sin aparente motivación, que alteraban el orden y disciplina) “habiéndose relacionado con posible síndrome de abstinencia al kifin”. Nosotros personalmente no creemos que fueran esos ataques de violencia imposibles de controlar por los mandos superiores producto del kifin, sino una venganza de los marroquíes por lo que habían sufrido producto de la violencia empleada por los españoles en Marruecos y una tolerancia de los mandos superiores a cometer actos violentos para crear en el enemigo miedo.

La droga más utilizada por las tropas de asalto de infantería españoles para diferenciarse de los marroquíes, que no podían tomar alcohol, era el “quitamiedos” o coñac. Durante la guerra, el vino, la cerveza y la sidra formaban parte de las raciones reglamentarias de campaña. Al comienzo de la guerra, en 1936, a cada soldado le ofrecían medio litro de vino por día y un paquete de tabaco cada tres días (Lázaro Arbués y Cortés Blanco, 2005). La guerra civil española fue campo de experimentación de armas pero también de anfetaminas, que eran accesibles a las tropas de las fuerzas navales y de aviación para combatir las dolencias de la guerra. Las anfetaminas aumentaban las capacidades físicas y “morales” de los soldados en la batalla (Meneses Falcón, 2002).

Con el final de la guerra el consumo de cannabis se extendió por España sin demasiados problemas por determinados ambientes marginales de las grandes capitales y las provincias costeras. En la Comunidad Valenciana en la zona de Pego, después de la guerra, por falta de tabaco, se fumaba lo que se llamaba los “cigarrillos de la risa” que no era más que cannabis.

La figura de Juan March Ordinas

Para el común de los mortales su nombre no nos dice nada. Pero cuando decimos que fue el fundador de la compañía Transmediterránea nos quedamos igual. ¿Qué tiene que ver este hombre con el cannabis y la Guerra Civil?

Juan March fue un contrabandista, empresario y banquero español del siglo XX. Financió a los militares para que diesen el golpe de Estado en 1936 contra el gobierno de la República. Fue clave para el éxito de los sublevados. Se le llamó “el banquero de Franco” o “el último pirata del Mediterráneo” (Pérez Omister, 2008). Nació en Santa Margarita, un pueblo de Mallorca en 1880. Era de situación muy humilde pero tenía cualidades para los negocios. Era un prestamista en su propio domicilio. Con los beneficios de la usura fue adquiriendo fincas mallorquinas. Luego se dedicó al contrabando de productos en África y Gibraltar. Se casó con Leonor Servera, hija de un político de Manacor que estaba vinculada a la banca. Con esta boda consiguió los contactos políticos y económicos.

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Para 1906 consiguió una fábrica de tabacos en Argelia y realizaba contrabando de tabaco en la península. Fue así como consiguió amasar gran cantidad de dinero. En 1911 compró la Compañía Internacional de Tabacos de Marruecos en vísperas de proclamarse el protectorado español del Rif (Cabrera, 2011). Luego vio un gran negocio en el cultivo, transporte y venta de kifi (cannabis). Las continuas guerras en Marruecos sirvió para que miles de militares españoles comenzaran su consumo de cannabis; con lo cual cuando las tropas volvían a la península crearon un mercado de kifi español. En la zona del Rif no existía otro negocio que el cultivo de cannabis. Así que miles de soldados españoles dejaron sus vidas en las montañas del Rif para asegurar las rutas de kifi y darle un lucrativo negocio a Juan March. Juan lavaba su dinero negro invirtiendo en producción eléctrica en Baleares y en Compañías de Tranvías como fueron de Palma de Mallorca y Canarias. En 1916 creó la compañía Transmediterránea.

La guerra del Rif hizo millonario a Juan March. Pero lo hizo más rico una guerra a mayor escala como fue la I Guerra Mundial. Juan se dedicó a suministrar material de contrabando a submarinos austríacos. El Rif carecía de recursos naturales que justificasen una guerra “rentable” para España; el único negocio rentable era el kifi. Lo curioso es que el dinero no entiende de nacionalidades, ni de políticas. March también vendió fusiles a Abd el-Krim cabecilla bereber independentista del Rif.

Juan March fue encarcelado en 1932 por contrabandista. Pero se fugó a base de sobornos en 1933. Posteriormente en 1936 financió el golpe militar. Un hecho curioso es que fue Juan March el que pagó el alquiler del avión Dragón Rapide, con el que el general Franco viajó de Canarias a Marruecos para iniciar el levantamiento el 18 de julio (Ferrer Guasp, 2008). Juan March también financió el primer puente aéreo de la historia de Marruecos a Sevilla. March finalmente murió en 1962 tras un accidente automovilístico.

 Juan March financió el golpe de estado del dicatador Franco

El consumo de postguerra

El consumo de cannabis de esa época era minoritario y marginal. Su consumo no generaba ninguna alarma social que hiciera que las autoridades tomaran medidas. El empobrecimiento social hacía que el consumo de cannabis pasase inadvertido ante la miseria que sufría toda la población.

En 1940 el gobierno franquista pretendía entrar en la II Guerra Mundial a favor de Alemania. Franco para ello le pide a Hitler una serie de cantidades de combustible, grano y otros productos de primera necesidad (entre ellas se encontraba el algodón, el caucho, la pasta de madera y el cáñamo, aunque se entiende que era para correajes y textil; España no estaba para mucho ocio). Hitler se negó rotundamente a entregarle nada a Franco (Preston, 2011). A principios de los años 40, un kilo de kifi en Melilla o Larache costaba 15 pesetas, los cigarrillos (o petardos, como se llamaban antes) costaban en la península alrededor de 20 céntimos (Usó, 1996).

Hasta los años 50 y 60 el cannabis será considerado una droga “de moros” apta para pobres y gente de mal vivir (legionarios, prostitutas, vagabundos o golfos) (González Duro, 1979). Las zonas donde se desarrolló el consumo de cannabis fue en capitales de la península (Madrid, Barcelona, Valencia y Sevilla) y en las ciudades litorales más próximas a las costas norteafricanas: Huelva, Sanlúcar de Barrameda, El Puerto de Santa María, Cádiz, San Fernando, Barbate, Tarifa, Algeciras, La Línea de la Concepción, Málaga, Almería, Cartagena, Las Palmas de Gran Canaria o Santa Cruz de Tenerife (Usó, 1996).

Los servicios militares durante la autarquía

En España el resultado de la Guerra Civil (1936-1939) fue un empeoramiento de las condiciones de vida y de trabajo del campesinado y ventajas para los grandes propietarios. La producción agraria y el consumo de alimentos descendieron y se originó un amplio mercado negro (el llamado estraperlo). España era un país subdesarrollado. Durante esta década el gobierno franquista pretende mantener sus posesiones en África pese a los problemas que tenía el régimen autárquico. Así muchos jóvenes españoles en edad de alistamiento eran destinados al Norte de África y otros territorios como Guinea, Sahara o Ifni. Allí estos reclutas tendrán sus primeros contactos con la cultura marroquí. La vida miliciana (acuartelamiento en población indígena o alejamiento físico y psíquico de la península) hacían que los dos años de instrucción militar se convirtieran en penosos y problemáticos para muchos soldados. Aunque una vez acabado el servicio militar obligatorio, y de regreso a la vida civil, la inmensa mayoría dejaba de consumir grifa. Una de las respuestas de la falta de consumo de cannabis en España eran las actitudes xenófobas a los marroquíes y su cultura. Algunos jóvenes militares sentían curiosidad hacia la planta y también por el placer de transgredir ciertas normas. Una vez vuelto a la península dejaba de consumir. Pero una pequeña proporción de personas la seguían consumiendo, la mayoría de ellos inadaptados y de clases bajas. Esta época es cuando se inicia el “protocannabismo español” (Soler Insa et al., 1981:197). Pero el cuerpo del ejército con mayor consumo de cannabis sigue siendo la Legión (conocidos como los “lejía”) por sus peculiares características (gentes de mayor edad, con problemas de diverso tipo y mayor estancia en la zona). Durante esta década la grifa era comercializada por Tabacalera Española en el Protectorado Marroquí. El cannabis era una droga marginal de “carteristas y pelandruscas, hampones, de gitanos artistas, de maderos corruptos y proxenetas con estilo” (Alpuente, 2004).

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En el enclave español de Ifni también se consumía. Durante la guerra que se libró entre 1957 y 1958 contra fuerzas irregulares del Ejército de Liberación del Sur Marroquí la grifa era de uso habitual. Se fumaba mucho y bastaba con andar un poco por determinadas calles para poderla encontrar. Había gente que pasaba el día con ella. Personas a la que, por estar aparentemente idos, les llamaban “grifotas”, una palabra entre grifa (lo que tomaban) e idiotas (como parecían quedarse después de dicho consumo). La hierba ayudaba a sobrellevar el calor, el aburrimiento, la tensión del combate o el estar lejos de casa (Mañoso & Cortés, 2000: 135).

En España el régimen franquista durante esta década de los años 50 se afianzó gracias a los pactos con los Estados Unidos y la Santa Sede (durante esta década España entra en la ONU). El consumo de cannabis estaba fuertemente arraigado entre los militares, sobre todo entre los soldados destacados en las posesiones españolas norteafricanas, los cuales contribuyeron decisivamente a la difusión del hábito en la península. Esto determinó que las autoridades franquistas hicieran la lista gorda, durante muchos años, ante el consumo de cannabis. Fueron unas décadas en donde no existía ningún problema con el cannabis hasta la llegada de los años 70.

BIBLIOGRAFÍA

Alpuente, M. (2004). Una de humos. Cáñamo: La revista de la cultura del cannabis, 83: 63.

Bennassar, B. (1996). Franco. Edaf: Madrid.

Cabrera, M. (2011). Juan March (1880-1962). Marcial Pons Historia: Madrid.

Ferrer Guasp, P. (2008). Juan March: el hombre más misterioso del mundo. Ediciones B: Madrid.

González Duro, E. (1979). Consumo de drogas en España. Villalar: Madrid.

Gonzalo, J. (2016). Las drogas de la guerra. Cáñamo, 225.

Lázaro Arbués, M. y Cortés Blanco, M. (2005). Anarquismo y lucha antialcohólica en la Guerra Civil Española (1936-1939). Revista Proyecto, 56: 17-21.

Mañoso Flores J. y Cortés Blanco M. (2000). Perspectiva histórica de las drogas desde un punto de vista militar. Ed. Agencia Antidroga. Comunidad de Madrid: Madrid.

Meneses Falcón, C. (2002). De la morfina a la heroína: el consumo de drogas en las mujeres. Miscelánea Comillas, 60: 217-243.

Pérez Omister, A. (2008). Los señores de la guerra. Lulu.com .

Preston, P. (2011). Franco, “Caudillo de España”. Debolsillo: Barcelona.

Soler Insa, P.A., Sole Puig, J. R. San Molina, LL. Bernardo, M. (1981). Toxicomanías un enfoque multidisciplinario. Fontanella: Barcelona.

Usó, J.C. (1996). Drogas y cultura de masas: España, 1855-1995. Taurus: Madrid.

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.