De los antiguos cultivos y usos desaparecidos en la isla hoy sólo pueden hablarnos nuestros mayores

BOTáNIca. Pedanio Dioscórides Anazarbeo (s. IV), médico, farmacólogo y botánico de la antigua Grecia, dice en su celebrada ‘Materia médica’ (libro III, cap 159) que «el cáñamo es una planta muy útil para hacer cuerdas fortísimas y que si sus simientes consumen en el hombre el esperma, paradójicamente, aumentan la producción de huevos en las gallinas».

Galeno añade del cáñamo que sus semillas sacan del cuerpo las lombrices, resuelven las ventosidades y que en tiempos primitivos ya se conocían sus virtudes alucinógenas: las plantas desmenuzadas sobre piedras recalentadas desprendían un humo que, inhalado, provocaba una festiva y fantástica melopea.

Hace algunos años, gracias a los buenos oficios de don Pep Ribes que entonces era mossènyer o párroco de Sant Vicent de sa Cala, pude hablar con algunos payeses, feligreses de la parroquia, que sobre el cultivo y los usos del cáñamo me dieron algunas explicaciones que aquí trato de resumir. En su relatoria eludieron –y yo esquivo también aquí– la descripción botánica de la planta que nos daría una parrafada soporífera y que el lector puede encontrar en cualquier manual botánico o en Internet.

Como datos curiosos, sólo diré que el cáñamo o cànem es una planta áspera y peluda al tacto, de color verde oscuro, con hojas palmeadas que huelen a demonios y que con riego crece erecta y supera fácilmente la altura de un hombre. Florece en verano y sus frutos, los cañamones, son bolitas pequeñas y globulares, formadas por dos mitades hemisféricas que despiden un olor penetrante, herbáceo y aromático.

La principal peculiaridad del cáñamo –o para ser más exactos, de determinada especie de cáñamo que ha estado especialmente valorada, lo mismo en la antigüedad que en nuestros días– proviene de la resina o cannabina que segregan sus flores, un fluido de sabor amargo y de potente aroma con un alto contenido de principios activos, hipnóticos, sedantes, narcóticos y euforizantes, que dan el llamado haxix, kif o kifi, también conocido como grifa, marihuana o ‘maría’. Nuestros payeses conocían bien la nocividad de los cañamares en verano, cuando, en días calurosos y secos, se permanecía cierto tiempo en sus cultivos o se echaba una cabezada en sus campos.

Originario de las tierras que circundan los mares Caspio y Negro, el cultivo del cáñamo pasó a Persia y se extendió por Europa. Tradicionalmente, más del 90 % del que se cosecha en nuestro país se produce en Alicante, sobre todo en Orihuela. Siendo una planta que prefiere tierras grasas y ricas en humus, medra bien en terrenos arcillosos con un poco de abono y buen clima, razón de que a pequeña escala y para el propio consumo se cultivara en Ibiza, especialmente en Santa Eulària.

Se sembraba en primavera y exigía frecuente riego y entrecavado. Por la resistencia de sus fibras se utilizaba para hacer sogas, redes, la suela de las alpargatas y confeccionar determinada indumentaria de trabajo. Me dicen que la infusión de cañamones formaba parte de la farmacopea rural y era mano de santo contra las inflamaciones de las vías urinarias, y que cuando el cáñamo escaseaba en Ibiza se traía del levante peninsular, casi siempre de Callosa del Segura.

Introducción en la isla

Tiempo atrás, también se cultivaba en Mallorca, pero con producción muy limitada. De su introducción en Ibiza no sabemos nada. Una interpretación tópica diría que, como casi todo lo que nos vino del oriente mediterráneo, pudo llegarnos con los púnicos. Fuera o no así, sabemos que los romanos ya fumaban los juncos secos del cáñamo para enardecer su espíritu belicoso y que fueron los griegos quienes le sacaron más provecho textil a sus fibras.

Dicho esto, trascribo lo que sobre el cultivo de la planta recogí en las entrevistas que pude hacer en Sant Vicent de sa Cala: « El procés per treure’n la fibra era feixuc i molt laboriós. S’havia d’amarar, macerar, espadar, pentinar i filar. El cànem es tallava quan les fulles ja eren marcides i mig seques. Se’n feien manats i amb 4 cops a terra es treia la fulla. També era costum espolsar-lo damunt un llençol per aprofitar la llavor que servia per sembrar l’any següent i que si s’havia de comprar costava un ronyó. Quan el cànem era sec, s’amarava de 8 a 15 dies dins un safareig amb pedres al damunt perquè no surés, però com que l’aigua es podria i fotia un baf de mil dimonis, era millor ficar-lo dins una sequia o d’un torrent. Així ho feien a Santa Eulària. Un cop amarat, els manats s’havien d’esparpillar amb cops al terra per obrir les bases de les tijes, de manera que s’aguantessin drets, fent amb els feixos plantades còniques, com les tendes dels indis, i deixant-los al sol fins que quedaven secs. Com que era estiu i el sol picava de valent, secaven en pocs dies, però fer migdiada a l’ombra de les plantades ho teniem prohibit perquè desprenien una olor que era molt dolenta. Amarat i sec, per trencar el cànem s’utilitzava un banc d’ullastre amb una mena de cresta al damunt. Sobre aquest banc hi anava mig tronc amb una acanaladura que encaixava a la cresta i entre les dos peces es col·locaven els manats per trancar-los, primer les parts més fines i després les arrels. Tot seguit, els brins trencats es maceraven amb l’espadella, una fusta plana amb forma de espasa, amb un mànec i un caire tallant.

Aquesta feina era feixuga, de moltes hores, i la feien moltes vegades les dones. Es tractava d’esclafar i capolar el cànem per triturar al màxim la clovella. Havia de quedar ben esmicolada. No hi valia badar i els que la feien, aquesta feina, acabaven per engrunar-se els dits. I si respiraves la polsina que feia el cànem t’agafava una febrada d’aquelles que s’han de covar una setmana. Finalment, el fils es passaven pel puat que era com una pinta, una fusta gruixuda sembrada de pues de ferro ben afilades. Així s’obtenien els fils que ja eren bons de filar. Això de filar ho feien les dones durant tot l’any. A les vetllades i els dies de mal temps, a poc a poc, anaven fent capdells i troques».

Las pipas de kiki

?Un dato curioso es que las pipas de kifi que se consumen todavía en lugares como Marruecos y Mauritania son muy parecidas a la que se han encontrado en excavaciones tarraconenses, correspondientes a los primeros siglos de nuestra Era. Y un arqueólogo amigo me comenta que la variedad índica del cáñamo puede que sea el mismísimo nepenthes que cita Homero, capaz de envolver el corazón desdichado en un velo de bienestar y olvido.

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.