El autocultivo medicinal de cannabis es la gran novedad en la reglamentación que prepara el Gobierno argentino, que abre la puerta a una ley integral que regule todos los usos de la planta y que colme las aspiraciones de las organizaciones que desde hace años luchan por la legalización.

El proyecto de reglamentación para la ley de «investigación médica y científica del uso medicinal de la planta de cannabis y sus derivados» está ya en manos de las diferentes organizaciones, y además de permitir el autocultivo abre el abanico de patologías que pueden ser tratadas con la planta y permite la distribución de derivados como el aceite a través de farmacias.

Una de las organizaciones que integró la mesa de diálogo fue Mamá Cultiva, una ONG autogestionada que nació en 2016 a raíz de la iniciativa de un grupo de madres con hijos «con diferentes condiciones de salud» y que desde su fundación lucha por la legalización de la planta, una posibilidad que ahora ven más cerca que nunca.

Una primera victoria

«No es una ley de uso, no es una regulación del cannabis, es una ley de investigación, y que dentro de esa ley de investigación podamos meter una mini regulación para quienes cultivamos para la salud es un montón», explica a Efe la presidenta de Mamá Cultiva Argentina, Valeria Salech.

La ley original fue aprobada en 2017, durante la gestión del expresidente Mauricio Macri (2015-2019), con el objetivo de promover «la investigación médica y científica del uso medicinal, terapéutico y/o paliativo del dolor de la planta», y el Ejecutivo de Alberto Fernández le dará ahora una reglamentación más amplia y permisiva, lo que supone una primera victoria para las organizaciones aunque dista del objetivo final.

«Ahora tenemos que trabajar como sociedad, dado que ya hay un aval bastante consensuado en toda la sociedad civil, en una nueva ley que ya no sea de investigación médico y científica sino que regule el uso del cannabis en todas sus variantes y para todos sus usos. Tenemos que empezar a trabajar en la deconstrucción de la demonización que trajo la prohibición», agrega Salech.

A la hora de legislar el uso de la planta, las instituciones suelen diferenciar entre uso medicinal y recreativo, una clasificación que para la ONG es incorrecta ya que para ellos «lo recreativo es salud mental».

«Para mí el uso recreativo es parte del uso terapéutico, los recreos son terapéuticos. Ahora en la pandemia se hizo muy evidente, la gente salio a protestar porque quería recreo, porque lo recreativo es salud mental. El uso del cannabis siempre es terapéutico», subraya.

Más enfermedades contempladas

La nueva norma deja a criterio médico el diagnóstico de cannabis para cualquier patología, mientras que la ley original solo la contemplaba para el tratamiento de la epilepsia refractaria.

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«Me parece que está bien que se deje a criterio médico porque la verdad que el cannabis, como es una herramienta terapéutica, cualquier profesional de la salud podría tenerla en cuenta, no solamente médicos o gente con una patología sino que de repente una persona que está estresada o que tiene algún tipo de trastorno de ansiedad podría estar usando cannabis y no necesariamente tenemos que encasillarlo en una patología», destaca Salech.

A pesar de estos cambios, la ley sigue siendo principalmente de investigación, que realizan el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (Conicet), organizaciones y universidades, quienes con sus hallazgos buscan sentar las bases para una futura legislación más amplia.

«Tenemos mucha evidencia y no teníamos que hacer con esa evidencia, ahora podemos decir cual es la demanda real, cuantas personas se han acercado a la organización… Ahora viene el momento de empezar a generar evidencia propia en el país y eso nos va a dar el pie para que al momento de trabajar o de debatir una ley por el uso integral haya ya otra mirada sobre el cannabis», valora la presidenta de Mamá Cultiva Argentina.

«Una ley que sea pensada para todos»

Esta normativa ha sido acogida con entusiasmo por algunas de las organizaciones, sobre todo las que están más vinculadas al consumo terapéutico, aunque otros colectivos se han mostrado descontentos ya que la consideran insuficiente, como ocurre con la Confederación Cannábica Argentina, que aglutina a la parte de la industria, productores de derivados como cerveza o insumos para el cultivo.

¨Nosotros no tenemos posibilidad de debatir en esa mesa, no nos han convocado y somos la fuerza de trabajo en Argentina. Como representantes de la cámara del trabajo de ECUA (Emprendedores Cannábicos Unidos de Argentina) no tenemos injerencia en esa ley», señala a Efe Leandro Ayala, presidente de la Confederación Cannábica, quien afirma que «no hay una apertura a nivel desarrollo de la industria».

Aunque considera que «si la gente empieza a autocultivar sin prejuicio y sin persecución» la industria se puede ver beneficiada suministrando los insumos, hay aspectos que le preocupan, como la tenencia simple.

«No sabemos qué va a pasar con la tenencia simple, que es lo que más nos está perjudicando a nosotros en estos momentos, que podemos ir presos por portar dos cigarrillos de marihuana. Entonces no nos termina de convencer este proyecto, este borrador que se está manifestando», agrega.

También critica que se asocie el consumo de la planta a las patologías.

«Yo no celebro eso porque solamente si estás enfermo vas a poder cultivar, y en mi caso yo no me siento una persona enferma, yo lo uso de manera recreativa. ¿Por qué me tengo que escudar diciendo que tengo una patología para poder cultivar si no es verdad?», manifiesta Ayala.

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Su postura busca «un desarrollo integral de la industria», para lo que necesitan «una ley que tiene que ser pensada para todos», que permita generar puestos de empleo para satisfacer, primero, el amplio mercado nacional y luego «hacer un plan a largo plazo para poder exportar las producciones».

¿Adiós a los cultivos clandestinos?

Una ley integral permitiría salir de la clandestinidad a los muchos cultivadores que hasta ahora operan con temor, como ocurre con Lucas Goffri, quien integra junto a otras doce personas un club de cannabis, para uso personal y para ceder a otras organizaciones, y que prefiere no ocultar su nombre pese a la prohibición.

«Estas plantas son de trece personas, que nos juntamos y nos asociamos para cultivar y fumar lo que nos gusta sin tener que entrar en un círculo peligroso o caer en manos de suerte y verdad a ver si nos cagan, si nos roban», afirma a Efe mientras riega sus plantas, que apuran la última fase de floración.

Este cultivador asegura que el cannabis le «salvó la vida» ya que le ayudó a dejar el círculo de violencia del barrio donde se crió, y considera que su labor «va mas allá de un club de cultivo, es activismo», que fundamenta en el artículo 19 de la Constitución, que dice que «las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados».

«Esta droga, le quieren llamar droga, ayuda a mucha gente, ayuda a muchos niños, a muchos ancianos», concluye.

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Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.