El otoño es la estación más gratificante para los cultivadores de exterior porque es la época en que se lleva a cabo la cosecha y podemos empezar a disfrutar de nuestras flores. Cosechar y secar son labores relativamente sencillas, pero deben llevarse a cabo de forma adecuada para aprovechar al máximo el trabajo realizado durante tantos meses. Tras estas tareas, llega también el curado, un proceso muy necesario cuando tenemos intención de conservar la marihuana durante bastante tiempo, como suele suceder con la de exterior. En este artículo veremos brevemente cómo llevarlos a cabo para obtener el mejor resultado.

Pasos previos a la cosecha

Si tenemos intención de conservar la marihuana durante bastante tiempo, es necesario cosechar de la forma adecuada ya que éste es el primer paso para un buen curado. Asimismo, para obtener el mejor resultado de la cosecha es imprescindible dar los mejores cuidados durante la floración.

En primer lugar, debemos vigilar que las flores estén libres de plagas y hongos porque no sólo merman la producción, sino que algunos de ellos les siguen afectando aún después de cortadas. Las plagas más comunes en verano y otoño son la oruga del cogollo y la araña roja. Ninguna de ellas se alimenta directamente de las flores, pero los daños que causan les afectan negativamente. Las orugas suelen dañar los tallos que unen el racimo floral a la planta, impidiéndole la llegada de savia y provocando que se seque. Además, las lesiones que causan facilitan la infección por parte del hongo botrytis. Una vez cortada la planta, los gusanos permanecen en ella durante unos días y se van descolgando lentamente cuando empieza a secarse. Si encontramos orugas en el cultivo, aplicaremos Bacillus thuringiensis y retiraremos a mano todas las que podamos. Por otra parte, la araña roja debilita al cultivo y, aunque en exterior no suele hacer telarañas que cubran y estropeen los cogollos, si la infestación es muy grave, podría llegar a afectarles. Además, este ácaro también permanece en las flores una vez cortadas pudiendo cubrirlas ligeramente con su tela antes de que acaben de secarse y empeorando su aspecto. Por último, la mayor amenaza para nuestra cosecha es el hongo botrytis. Es de vital importancia asegurarnos de que las flores están totalmente libres de él, ya que puede llegar a malograr toda la producción en muy pocos días, tanto en las plantas vivas como una vez cortadas. La botrytis es una especie de moho grisáceo que aprovecha las heridas en los tejidos vegetales para penetrar en ellos e infectarlos, causándoles la muerte. No tiene cura alguna y lo único que podemos hacer si una planta la tiene es cortar la zona afectada para evitar que se extienda. Una vez cortada, la pondremos en una bolsa para evitar la dispersión de esporas por el cultivo y la tiraremos a la basura.

Aparte del control de plagas y enfermedades, otra práctica muy importante es el lavado de raíces. Tanto si hemos cultivado en tierra como en maceta, debemos regar sólo con agua durante los últimos días de la floración intentando regular el pH alrededor de 6,5. De esta forma favorecemos la absorción de nutrientes por parte de la planta y que las sustancias solubles sean arrastradas a mayor profundidad o fuera de la maceta.

Cosecha y limpieza

En exterior no siempre podemos cosechar en el punto óptimo de maduración de los tricomas, sobre todo en el caso de aquellas variedades que se cortan más bien tarde. El clima y los hongos pueden volver imposible el cultivo, obligándonos a finalizarlo repentinamente, ya que a veces es mejor cortar antes de tiempo que no hacerlo. Para saber cuál es el momento ideal para cosechar según el punto de maduración de los tricomas, necesitamos una lupa con la que observar el estado de los mismos. El momento idóneo es cuando la mayor parte de los tricomas estén blanquecinos y una parte sean ambarinos.

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A la hora de cosechar es necesario que las plantas no estén mojadas por la lluvia ni por el rocío, por lo que evitaremos hacerlo a primera hora de la mañana. Si son pequeñas, podemos optar por quitarles las hojas antes de cortarlas por la base del tronco, siendo ésta una forma bastante cómoda. Si por el contrario las plantas son grandes, lo mejor es ir cortando rama por rama, empezando por la parte superior, para quitar las hojas después.

Al proceso de limpieza de las flores se le llama normalmente manicurado. Durante esta tarea, aprovecharemos para revisar nuevamente los cogollos y descartar aquellos infectados por botrytis. Si vamos a conservar la marihuana durante bastante tiempo, evitaremos quitarle todas las hojas, retirando sólo las más grandes. De esta forma, las pequeñas quedarán cubriendo los cogollos y les servirán de protección, evitando que se rompan o desmenucen si los movemos durante el curado.

El secado

Una vez tengamos la marihuana cortada y limpia de hojas, procederemos a su secado. Lo ideal, si disponemos de espacio, es colgar las ramas bocabajo. De esta manera las hojas se secarán cubriendo las flores y sirviéndoles de protección. No obstante, si la cosecha es muy abundante o no disponemos de espacio, podemos optar por extender los cogollos sin amontonar sobre cualquier superficie plana cubierta con papel de periódico. En este último caso, es aconsejable ir girando las ramas cada cierto tiempo, para que las flores se sequen uniformemente y evitar que se deformen por el efecto de su propio peso.

En cuanto al secadero, es necesario que tenga unas condiciones ambientales específicas para que la marihuana se seque correctamente. Un secado demasiado rápido conlleva una pérdida de sabor y calidad y, por otra parte, si es demasiado lento puede favorecer la podredumbre y afectar negativamente al sabor. Lo ideal es que el proceso tarde alrededor de quince días aproximadamente. La temperatura y humedad del secadero deben ser constantes y estar entre dieciocho y veintidós grados, y entre el cuarenta y el sesenta por ciento. Si distan demasiado de estos valores, debemos tomar medidas correctivas. También es importante que el aire circule y se renueve, pero sin exponer las flores a corrientes continuas para que no se sequen de forma irregular, por lo que tendremos que colocar un ventilador que no apunte directamente a los cogollos, y airear el habitáculo varias veces al día.

Una vez que los cogollos estén listos para fumar, los pondremos en cajas de cartón o madera para que acaben de secarse durante otras tres o cuatro semanas. Pasado este tiempo, podemos poner la cosecha en botes de cristal o plástico para guardarla durante los siguientes meses. No debemos guardar la marihuana en botes de plástico o vidrio cuando ya esté lista para fumar porque todavía puede contener algo de humedad que haga que se pudra.

El curado

Una vez que la marihuana está bien seca, llega el momento de curarla. El curado es un proceso por el que ésta varía su sabor, olor y efecto, dando lugar a distintos matices a lo largo del tiempo. Para ello es necesario conservarla en unas condiciones que retrasen al máximo la degradación de los tricomas. El cannabis, como cualquier producto de origen orgánico, sufre un proceso de degradación y envejecimiento que, a la larga, hace que pierda calidad si no está bien conservado.

Para curar la cosecha, la guardaremos en botes herméticos de cristal una vez que esté seca. Los botes de plástico, aunque son más económicos, no son tan aconsejables, ya que pueden alterar ligeramente el sabor. Durante el primer mes, los abriremos a diario durante unos 5 minutos para evitar que se acumule la humedad por efecto de la condensación y, a lo largo de los meses siguientes, los iremos abriendo una o dos veces por semana. En cuanto a las condiciones ambientales, la temperatura de la sala donde vayamos a curar nuestras flores debe ser lo más estable posible y no superar los dieciocho o veinte grados en ningún momento. También es necesario que la humedad relativa se mantenga constante en torno al cincuenta por ciento. Asimismo, protegeremos los botes de las fuentes de luz guardándolos en un lugar oscuro. Hay que tener en cuenta que el calor, la luz, y las fluctuaciones de temperatura y humedad aceleran el proceso de envejecimiento de los tricomas, lo que hace que la marihuana pierda calidad y sabor.

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Conforme van pasando los meses, la marihuana bien conservada varía lentamente su sabor y olor por las transformaciones que sufre, pudiendo apreciar diversos matices en una misma planta según el momento en que la consumamos. Pero cuando pasa mucho tiempo, o los tricomas se degradan por unas malas condiciones ambientales durante la conservación, todas las variedades adquieren un sabor común como a hachís y tonalidades marrones. Normalmente, toda la marihuana vieja o mal conservada tiene este trasfondo común con una nota de hachís en su sabor y aroma, independientemente de la variedad.

Los cannabinoides, que se encuentran precisamente en los tricomas, también sufren un proceso de transformación durante el secado y curado de las flores. La planta de cannabis produce formas ácidas de los mismos (THCA, CBDA, etc.), que mediante una reacción química llamada descarboxilación, se transforman en sus formas neutras (THC, CBD, etc.). No obstante, el THC sufre también un proceso de oxidación por el que se acaba transformando en CBN, un cannabinoide de efecto narcótico con una psicoactividad bastante inferior a la de su precursor, de modo que la marihuana vieja tiene un efecto mucho más relajante. Asimismo, el aspecto de los tricomas también varía a lo largo del tiempo: al principio, se conservan de color blanquecino y son bastante gruesos, pero a poco a poco, se van volviendo más ambarinos y adelgazando lentamente.

En resumen, para disfrutar al máximo de nuestras flores de exterior, es necesario cosechar correctamente. Para ello, durante los días previos a la cosecha, debemos revisar diariamente los cogollos para asegurarnos de que están libres de plagas y hongos. Asimismo, tenemos que lavar las raíces para evitar un sabor excesivo a abonos o fertilizantes. Por último, es muy importante cortar en el momento adecuado, ya sea porque los tricomas indican que éste ha llegado o porque es imposible seguir cultivando por cualquier razón.

En lo referente al secado, debe durar alrededor de unas dos semanas. El secadero debe ser una habitación oscura, con una humedad relativa estable entre el cuarenta y el sesenta por ciento. La temperatura también debe ser constante, situándose entre los dieciocho y los veintidós grados. Si en algún momento se alejan mucho de estos valores, tendremos que tomar medidas para corregirlas. Además, también es será necesario que el aire circule y se renueve periódicamente.

Por último, durante el proceso de curado, el cannabis cambia su olor, sabor, efecto y aspecto y unas malas de condiciones de conservación aceleran su degradación. Para curar nuestras flores las pondremos en tarros de cristal cerrados herméticamente que guardaremos en un lugar oscuro. La sala o habitáculo donde vayamos a hacerlo debe tener una humedad constante de alrededor del cincuenta por ciento y una temperatura que no supere los veinte grados en ningún caso. También debemos abrir los botes periódicamente para que se renueve el aire en su interior y evitar el efecto de la condensación.

Espero que te haya gustado el artículo y pueda serte útil para cosechar, secar y curar de la mejor forma posible tu cosecha de exterior. ¡Muy buenos humos!

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.