La restricción de movimientos agudiza el ingenio de este mercado clandestino en Vitoria. Hay citas en el súper, en la cola de la farmacia y hasta un camello se viste de repartidor

Apenas se puede salir de casa salvo para actividades básicas como comprar víveres o bajar a por el periódico. Sin industria, sin bares, sin esquinas o parques por los que ‘cruzarse’… ¿Qué ocurre con el consumo de droga? ¿se ha paralizado por arte de magia? ¿los clientes habituales han renunciado a su pernicioso hábito? ¿camellos y distribuidores rumian un ERTE?

Nada de eso ocurre durante esta tediosa cuarentena. EL CORREO ha pulsado la tecla de consumidores, policías especializados y algún que otro traficante, lo suficiente para constatar que el lado oscuro de la ciudad resiste al confinamiento, aunque con los lógicos inconvenientes de movimiento y abastecimiento.

«Siempre hemos vivido a espaldas del sistema. Ahora se nos complica el tema, pero no vamos a parar. Tenemos una clientela a la que atender», asegura no sin cierto rintintín R., traficante a pequeña escala. Los constantes controles a cargo de la Policía Local y la Ertzaintza –tanto a peatones como vehículos– les han obligado a agudizar el ingenio. A proveedores y a su clientela.

De ahí que el precio se haya disparado en ciertos ambientes. «El gramo de farlopa (coca) me sale ahora a ochenta euros», añade un consumidor. Antes del telón a nuestra vida cotidiana, la dosis de ‘nieve’ se despachaba a 60 euros. «El que está pillado con esta droga tiene que comprar sí o sí», argumenta otro policía dedicado a perseguir estos menesteres.

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El hachís y la marihuana apenas han subido debido la abundancia de mercancia. El gramo de ambas sustancias baila entre los 5 y los 10 euros. «Hay gente que almacena ‘maría’ para aguantar hasta verano», dice Xabi, «aficionado» al cannabis. Otro tema son los macrocultivos ocultos en los polígonos, abandonados a su suerte desde el lunes. «Con el cerrojazo a la actividad industrial, a alguno se le va a estropear la cosecha», barrunta un ertzaina.

«Según pasen las jornadas habrá más actuaciones por estos temas», avanza un policía local. Ya se han producido varios altercados en esta longitud de onda. A mediados de marzo, la Ertzaintza acudió a un domicilio corriente de un nuevo barrio tras alertar los vecinos de «un ladrón de pisos». En realidad se trataba de un vitoriano de nuevo cuño, «con el mono», que supuestamente quería asaltar un narcopiso y arramblar con la mercancía. Portaba un cuchillo de grandes dimensiones.

«Siempre hemos vivido a espaldas del sistema. Ahora es más difícil, pero hay una clientela a la que atender» r., pequeño traficante

El miércoles, la Policía Local detuvo a un chico de 19 años que venía «de comprar marihuana», Horas después, la Ertzaintza hizo lo propio con un hombre de 39 años pillado en pleno ‘pase’ (entrega de droga) de una dosis de cocaína. En sus bolsillos guardaba 1.080 euros y una bellota y una tableta de hachís.

«Sabemos de un conocido ‘mangurrino’ (delincuente de poca monta) que se ha agenciado una mochila de repartidor y se dedica a hacer los ‘pases’ a domicilio», avanza un agente. En las webs de segunda mano, estos objetos pueden conseguirse por unos cuarenta euros. En Badalona, esta semana un hombre fue detenido por valerse de este sistema para enviar droga.

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Al bajar la basura

Otros ocultan los estupefacientes en tupers de comida y van de casa en casa con la excusa de visitar a algún familiar de avanzada edad. Por ejemplo, uno en concreto ha colocado hachís dentro de empanadillas y otros alimentos.

Mikel L. le da a esta droga también conocida como chocolate. «Sin opción» de visitar a su proveedor habitual «porque vive en otro barrio y no puedo permitirme perder 600 euros», tira de «conocidos». Esta semana adquirió «una bellota de 10 gramos por 50 euros». El negocio se hizo a primera hora de la noche, mientras comprador y vendedor tiraban la basura. Son vecinos de calle.

Otros se citan en el supermercado. En el carrito meten papel higiénico, comestibles y en algún pasillo intercambian un billete por la droga. Algunos quedan en la cola de la farmacia. «O también durante esos paseos con los perros», manifiesta un ertzaina.

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Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.