A veces es curioso como algo que parece simple y fácil, en ocasiones no lo es tanto. Algo tan sencillo como puede parecer el poner agua en las macetas de nuestras niñas puede marcar la diferencia entre un cultivo sencillo o uno lleno de problemas sin solución.

Efectivamente, la base de todo cultivo es el riego. Es imposible que ninguna planta crezca sin el aporte del líquido elemento que disuelve los elementos contenidos en la tierra y los pone a disposición de las raíces para, a partir de ahí, pasar a alimentar todo el sistema.

Sin embargo, no se trata de echar agua sin más a las macetas, es mas, si lo hacemos así, casi con toda seguridad nuestro cultivo no durará más de un mes, en el que habremos matado indefectiblemente a las plantas sin saber bien que es lo que sucedió. Por todo esto, vamos a intentar explicar de manera sencilla los factores que intervienen en el proceso, de forma que el cannabicultor novel pueda empezar con buen pie.

 

Pasos previos

 Lo ideal antes de plantar es ya darle un riego previo a la tierra. Por supuesto, supondremos que en el fondo de las macetas se habrá colocado una capa de 2 cm. de arlita gruesa u otro material neutro a modo de drenaje A continuación damos un primer riego con agua a 6.2 de pH. Esta operación se realiza con el fin de ir homogeneizando la mezcla de tierra, sin embargo, debido a las características de la mezcla utilizada puede ser necesario continuar esta labor a lo largo de una semana, repartiendo los riegos de forma homogénea por la tierra procurando no dejar zonas secas o encharcadas de manera permanente. Tras el ultimo riego, esperamos 24 horas, tras las cuales procederemos a plantar los clones ya enraizados o bien las semillas germinadas, una vez vemos la tierra homogeneizada.

El tema del pH del agua es uno de los más importantes. No entraremos en detalle, pero baste decir que el cannabis se desarrolla correctamente en medios con un pH entre 5,8 y 6,8, presentando distintos problemas nutricionales en cuanto nos salimos de ese rango. Tengamos también en cuenta que las raíces están en la tierra, y como tal, es el pH final que hay en ésta lo que importa, por lo que es indispensable conocer su valor aproximado antes de añadir agua. El pH del agua se puede corregir con distintos productos que podemos encontrar en comercios especializados y grow shops.

Otra cuestión de suma importancia es la Ec o electroconductividad, que no es otra cosa que la cantidad de sales disueltas en ella. Es frecuente encontrar altos contenidos de carbonatos y calcio, así como otras sales, tanto en zonas rurales como en ciudad. Cuando estos contenidos sobrepasan un valor de 1.0 mS, podemos decir que el agua no sirve para el cultivo de cannabis, ya que las sales contenidas acabarán bloqueando el sistema radicular, pudiendo llegar a provocar la muerte de la planta.

Este problema es más complicado de solventar, siendo lo ideal el uso de filtros de ósmosis inversa que dejan el agua completamente limpia. También podemos añadir agua destilada al agua del grifo, rebajando así la proporción de sales.

 

El riego

 Habíamos dado unos primeros riegos a las macetas de cultivo “en vacío”, esto es, antes de plantar los esquejes. A partir de aquí, utilizamos agua del grifo que en general, en nuestro país es ligeramente blanda, con un pH aproximado de 7,2 y una electroconductividad de 0,8 mS, corrigiendo el pH hasta dejarlo en 6,2. Tras el primer riego observaremos el patrón de secado de la tierra, si lo hace de una manera regular de arriba abajo o por el contrario seca muy rápido por arriba y queda húmeda en exceso en la zona inferior.

A partir de esta observación daremos 2 ó 3 riegos durante una semana, hasta que veamos que la reacción de la tierra dentro de las macetas es ya siempre muy similar, con las pocas variaciones provocadas por la temperatura y la humedad ambiente, ventiladores u otros factores.

A partir de ahí, volveremos a regar cuando toda la tierra se encuentre prácticamente seca y las pequeñas plantas comiencen a presentar los primeros signos de necesidad, y así durante el tiempo necesario para el trasplante de floración, momento en el cual trasplantaremos de manera definitiva, ya que no se moverán de ahí hasta la cosecha.

 Por tanto, se trata de regar con agua con valores de pH y Ec ajustados, cuando la tierra se encuentre más bien seca y la planta se ve como “alicaída”, con riegos cortos y desde cerca para que la tierra vaya empapando, y siempre sin encharcar.

 

Cómo come María

 Lo cierto es que los cannabicultores orgánicos tienen su parte de razón, pero no por la justificación habitual de que “lo natural es mejor” o “los químicos dan mal sabor”, sino por otros motivos más científicos bastante sencillos de entender, como veremos a continuación.

Vamos a intentar explicar de manera sencilla como comen nuestras queridas marihuanas. Como todos sabemos, al igual que la mayoría del resto de las plantas, el cannabis asimila los elementos nutrientes a través de las raíces. También sabemos así mismo que la planta sintetiza todos y cada uno de los elementos que necesita y que la conforman a través de la transformación de los nutrientes asimilados en diferente material orgánico e inorgánico por medio de la función fotosintética, y que no existe absolutamente ningún elemento ni forma química orgánica que pueda ser directamente asimilada por el ejemplar.

Lo anterior tiene una explicación simple una vez que conocemos como pasan los elementos que se encuentran fuera de la raíz al interior del sistema circulatorio de la planta. Todo se realiza en dos partes, en una pasa el agua al interior por un proceso de ósmosis y en la otra se absorben las diferentes sales disueltas en forma de iones a partir de la diferencia de potencial existente entre el interior de la membrana radicular y los puntos exteriores donde “tocan” los diferentes elementos, que permiten que pasen el ión o bien se impermeabiliza impidiendo el salto.

A partir de lo anteriormente expuesto es fácil deducir que poca influencia puede tener la forma en la que esté presentada la “comida” en procesos de alto nivel como la síntesis de las moléculas base que formarán los terpenos o los flavonoides responsables del sabor y el aroma. Es decir, la planta no “sabe” ni “nota” si cerca de las raíces hay más o menos nitrógeno y mucho menos si éste procede de una ceniza mezclada con la tierra o de un extracto mineral, simplemente deja pasar más o menos iones de nitrógeno dependiendo de la carga eléctrica interna de la membrana radicular.

Cuando trabajamos en contenedor o maceta es muy importante disponer de una tierra bien mezclada y equilibrada. Como lo que deseamos es obtener el máximo rendimiento posible, no le daremos mayor importancia al hecho de que se encuentre algo sobrecargada de nitrógeno. Además, es muy conveniente airear la mezcla un poco más de lo normal, ya sea con perlita, coco o polímeros, aunque no conviene abusar de estos ya que vamos a mantener un régimen de humedad relativa media – alta y se corre el riesgo de encharcar la parte inferior de la maceta con relativa facilidad.

Resulta claro que podemos forzar las plantas a base de llevar al extremo la nutrición externa, esto es, añadiendo fertilizantes desde el primer momento, pero creemos que se pueden obtener unos resultados semejantes mediante trasplantes, mejorando sin duda la calidad final del producto. Durante el ciclo vegetativo realizaremos dos trasplantes, uno a los 15 días aproximadamente desde que la planta mostró su primer par real de hojas, y otro al pasar a floración. Estos trasplantes proporcionan espacio limpio y con disponibilidad de nutrientes para la expansión del sistema radicular en los momentos clave. Además también promueve una semilimpieza de las raíces en caso de haber sido regadas con aguas ricas en sodio o carbonatos.

Para finalizar recomendarte que este verano dejes un buen sistema de riego por goteo instalado ya que aportará a las plantas el agua que necesitan y evitarás que se deshidraten con el calor de agosto. Puedes obtener información detallada sobre como montar un sistema de riego por goteo en este enlace.

 

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