Una juiciosa respuesta a las declaraciones del zar antidroga. Resultan alucinantes las tres razones invocadas por el llamado zar de las drogas de Estados Unidos, Gil Kerlikowske, para oponerse a cualquier forma de legalización.

El primer argumento es que “nadie ha producido un sistema de legalización que pueda ser exitoso a cualquier nivel”. Esta objeción es inexacta.

Nadie defiende un mercado libre de drogas, que permita a un adolescente comprar heroína en el supermercado. La idea es que haya una regulación estricta del acceso a esas sustancias, pero sin llegar a prohibirlas, por los efectos negativos que tiene la prohibición total. Y aunque subsisten algunas dudas sobre cómo operaría una legalización regulada, lo cierto es que ya hay planteamientos serios al respecto. Por citar un solo ejemplo, ya en 1992 Ethan Nadelmann presentó reflexiones detalladas sobre formas de regulación de las sustancias hoy ilegales, en su artículo Pensando seriamente en alternativas a la prohibición.

Además, el supuesto del argumento del Zar es inaceptable. Su tesis es que mientras no se demuestre que la legalización soluciona todos los problemas, entonces no es posible abandonar la prohibición. Y eso tendría sentido si la prohibición funcionara. Pero no es así, pues las estrategias represivas no logran controlar la oferta ni la demanda de drogas ilegales y tienen costos sociales terribles en violencia, corrupción o sobrecarga judicial y carcelaria.

La tesis del Zar equivale a que un médico rechace el cambio de un tratamiento que no funciona y tiene efectos secundarios muy dañinos, simplemente porque subsisten algunas dudas sobre cómo aplicar el procedimiento alternativo, a pesar de que exista evidencia de que ese otro tratamiento funciona mejor y tiene menos efectos colaterales negativos.

La segunda razón del Zar se basa en una interpretación del referendo que pretendió legalizar la marihuana en California hace algunos meses. Según Kerlikowske, “un estudio muy riguroso de la Rand Corporation rápidamente tumbó la idea de que eso reduciría la violencia en México”. Pero esa objeción es irrelevante para una discusión general sobre la legalización.

El estudio de la Rand (Reducing drug trafficking revenues and violence in Mexico) tiene razón en que el impacto sobre la violencia en México de una eventual legalización de la marihuana en California es poco, porque el tráfico de marihuana a California representa una porción menor de los ingresos de los narcos mexicanos. Pero eso no significa que la eliminación global de la prohibición no tenga efectos sobre la violencia, pues existen evidencias sólidas de que el mercado ilícito de drogas es un factor dinamizador de la violencia y la corrupción.

La última razón contra la legalización que aduce Kerlikowske es que ya existen demasiados problemas con el alcohol y el tabaco, como para “tener otra sustancia alteradora de la realidad, disponible y en el estante”. Pero el Zar confunde legalización y mercado libre de drogas. Además supone que la prohibición reduce los problemas sanitarios de las sustancias hoy prohibidas y la legalización los acentúa. Pero es todo lo contrario.

La represión no impide que los consumidores accedan a las sustancias prohibidas, pero implica que el consumo se hace en condiciones de ilegalidad, que agravan los daños sanitarios, por ejemplo, por la falta de control de la calidad de las sustancias. Por eso, las experiencias de despenalización del consumo, como en Holanda o Portugal, han tenido buenos resultados sanitarios, sin aumentar el consumo.

Estas declaraciones del Zar muestran que una de las pocas cosas más alucinantes que ciertas drogas son los argumentos que se usan para seguir defendiendo la prohibición y la represión.

Rodrigo Uprimny es director del Centro de Estudio DeJuSticia (http://www.dejusticia.org/) y profesor de la Universidad Nacional

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