Continúa la biografía de Antonio Escohotado, el pionero de la ilustración farmacológica.

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Llega la fama

Es en esta época, finales de los ochenta y comienzos de los noventa, cuando Escohotado se convierte en un personaje público y en toda una celebridad gracias a sus apariciones en televisión, en las que es el primero en defender el libre consumo y circulación de sustancias psicoactivas. Ya a comienzos de los ochenta pudimos verle en la pequeña pantalla, momento en que la heroína parecía un problema social; pero es a finales de esta década cuando se hace más popular. En ocasiones se enfrenta a tertulianos de verbo fácil, voz estridente y mala educación; otras veces aguanta las encerronas que la dirección del programa le tiende en forma de madre de toxicómano que achaca a ‘la droga’ todos los males de su hijo, sin pararse a reflexionar sobre la neutralidad de las sustancias, sobre el mal uso como fuente de todos los problemas, ni sobre las conocidas citas favoritas de los drogófilos “Sólo la dosis hace al veneno” (Paracelso) y “No hay drogas buenas y malas, sino usos sensatos o insensatos de las mismas” (Escohotado) (14). Las drogas son consustanciales al ser humano:”Para la juventud son el auténtico rito de pasaje, la ceremonia de maduración, social e individual. Para la gente de 40, 50, 60 años -muchos de ellos prisioneros de los psicodélicos años 60- son una reiteración de costumbres. Pero para los jóvenes son una manera de ponerse a prueba social e individualmente” (15). En el caso de las sustancias modificadoras de la conciencia, de poco sirve la teoría si no se pone en práctica, y su carácter de investigador inagotable le ha llevado a conocer de primera mano los efectos de una gran cantidad de drogas, todo lo cual ha plasmado en los libros citados: “A mí me sigue interesando consumir drogas y descubrir sus efectos en la mente humana. Mi propia actitud intelectualista en este campo hace que no me quede mucho tiempo en ninguna de ellas” (1). Quizá ese enfoque intelectualista es lo que le lleva a criticar a quienes las sacralizan, a quienes las convierten en objeto de culto; frente a este acercamiento místico propone mantener una visión científica.

En 1991 publica El espíritu de la comedia (Anagrama), obra acerca de la sociología del poder político que recibió el Premio Anagrama de Ensayo ese mismo año. En 1997 publica Retrato del libertino (Espasa-Calpe), donde describe el exceso como forma de vida, hace una apología a favor de la ebriedad y en contra de su censura, defiende la eutanasia y habla sobre Ernst Jünger y Albert Hofmann, entre otros temas.

En 1999 sale al mercado Caos y orden (Espasa-Calpe), un manifiesto epistemológico bien recibido por los críticos y reeditado seis veces en tres meses, un verdadero récord para un libro de este tipo, que además recibió el Premio Espasa de Ensayo en 1999. Sin embargo, cuatro profesores universitarios de física y de filosofía de la ciencia criticaron esta obra desde su academicismo integrista, llegando uno de ellos al extremo de dirigir un escrito a los miembros del premio mencionado. Fue un nuevo golpe de la universidad a Escohotado, ya acostumbrado a esto desde su tierna juventud. La universidad española tiene muchos defectos y la endogamia es uno de ellos, cuya manifestación más evidente y sangrante consiste en vetar el acceso a las plazas de profesor a los considerados extraños, y en reservarlas para quienes se han formado en sus centros. El otro gran defecto de los profesores de universidad es arremeter, a base de embestidas dialécticas, contra los extraños considerados intrusos que se atreven a hablar sobre lo que consideran su propiedad exclusiva, contra quienes no han estudiado en sus departamentos y no utilizan su jerga; tal vez porque sienten peligrar sus poltronas, tal vez porque no desean que se demuestre su ignorancia de especialistas en pequeñeces; o quizá simplemente porque les duele que una persona que ha escrito sobre tantas temáticas se atreva con uno de los pocos asuntos a los que ellos han dedicado su vida. Quienes se creen propietarios del conocimiento (de la filosofía de la ciencia, en este caso) no pueden soportar que un ‘outsider’, gracias a su erudición, estudio y buena pluma, publique sobre temas que consideran sólo suyos (16).

En cuanto a lo personal, los noventa son un poco más calmados para nuestro pensador, ya cincuentón. Sin embargo, su eterno espíritu crítico le sigue creando problemas vitales. Por ejemplo, en junio de 1996 viajó a Argentina para presentar su Historia elemental de las drogas y participar en el programa de debate Memoria. En el transcurso de éste -como es lógico y habitual en él- reconoció haber tomado muchos tipos de drogas y aconsejado a sus hijos mayores de edad sobre las sustancias que podían consumir. Esto, que afortunadamente sólo sirve para escandalizar a algún bienpensante en nuestro país, fue motivo para que dos fiscales solicitaran varias medidas de forma inmediata. Un juez federal dictó orden de detención por presunta apología del consumo de drogas, prohibición de salir del país, allanamiento de su domicilio en Buenos Aires y el secuestro de la grabación del programa. La acción judicial y policial fue tan rápida que una brigada de la División de Drogas Peligrosas de la policía se presentó en los estudios de televisión tras la emisión, con la intención de detenerle. Escohotado tuvo suerte de que el programa se emitiera en diferido y de encontrarse ya en Madrid. Varios personajes influyentes criticaron públicamente su intervención en el citado programa, entre ellos nada menos que Maradona, quien afirmó que discursos de esa clase animan a los jóvenes indecisos a entrar en el mundo de la droga; y el entonces presidente Carlos Menem, quien declaró -sin reparar en su propia contradicción- que “hay total libertad de prensa y si se transgreden algunas normas del Código Penal, hay que asumir la responsabilidad” (17). Escohotado posteriormente respondió a la orden de busca y captura compareciendo en Argentina de forma voluntaria, y la causa fue sobreseída con todos los pronunciamientos favorables.

Volviendo a su trabajo como escritor, en el año 2003 publica Sesenta semanas en el trópico, la primera con toques narrativos, tras un año de estancia en el sudeste asiático. Se trata de un libro de diarios y de viajes que contiene numerosas reflexiones sobrepensamiento económico y que alaba los logros del liberalismo. El autor reconoce que este libro nace de una inquietud sobre “la cuestión de la pobreza y la riqueza en el mundo en el que vivimos”, y de la preocupación por “los resortes o motivos que hacen que en unas partes sobre de todo y en otras falte de todo”. Escohotado hizo este largo viaje tras un cambio en su vida personal y familiar, y lo presenciado en Tailandia, Vietnam, Birmania y Singapur da contenido a esta historia que, según él mismo, es un ajuste de cuentas con su generación y consigo mismo.

En lo que respecta a su labor como docente, en el año 2006 decidió presentarse a cátedras por el área de Sociología. Sin embargo, ya en la primera parte del examen -en la que se valora el currículo- volvió a cosechar siete ceros, a pesar de (o quizá otra vez debido a) su larga trayectoria intelectual. No obstante, él mismo asume la situación y no desea entrar en más polémicas: “Me costó anormalmente ser doctor, coseché otros siete ceros en 1983 cuando quise ser titular, y me jubilaré sin llegar al último escalón del oficio. Pero detesto el victimismo y pago sin vacilaciones el peaje de la independencia” (10). A fin de cuentas -concluye su reflexión-, se ha mantenido independiente durante toda su vida y ha podido vivir de estudiar, su sueño desde que era niño.

En lo relativo a su relación con las sustancias psicoactivas, actualmente sigue experimentando de forma racional. No son el tema de sus escritos actuales porque ya ha dicho todo lo que tenía que decir -que es mucho-, pero siguen formando parte de su vida -el cannabis entre ellas-, dando ejemplo de la ilustración farmacológica que siempre ha preconizado.

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