Se dice, se cuenta, se comenta que el adrenocromo no existe, que existe; que produce efectos psicoactivos, que no los produce; que esto, que aquesto y lo de más allá; que ni lo uno, ni lo otro sino todo lo contrario…. ¿Qué será… será, pues, y qué hará o qué dejará de hacer esta sustancia? Sigan ustedes leyendo y, muy pronto, lo sabrán.

Por Eduardo Hidalgo

El adrenocromo es un producto tan intrigante como inquietante. Su rastro se deja ver en las más variadas ramas de la cultura popular, desde las más freaks y marginales hasta las puramente científicas y académicas; y sus supuestos efectos se asocian, de forma invariable, con los aspectos más perturbadores de nuestra existencia: el delirio, la locura, la violencia extrema, los sacrificios rituales, el canibalismo…

 Sigamos, por tanto, la pista de tales referencias culturales y veamos qué podemos concluir en razón de las mismas:

 1 – ¿Se acuerdan ustedes de La naranja mecánica, aquella anti-utopía ultra-violenta en la que el malo, el verdugo, es reeducado hasta ser convertido en el chico bueno y, al mismo tiempo, en la víctima final del cuento? Pues, lo recuerden o no, les refrescaremos la memoria haciéndoles saber que así es como comienza la celebérrima obra de Anthony Burgess:

 -¿Y ahora qué pasa, eh?

Estábamos yo, Alex, y mis tres drugos, Pete, Georgie y el Lerdo, que realmente era lerdo, sentados en el bar lácteo Korova, exprimiéndonos los rasudoques y decidiendo qué podríamos hacer esa noche, en un invierno oscuro, helado y bastardo aunque seco. El bar lácteo Korova era un mesto donde servían leche-plus, y quizás ustedes, oh hermanos míos, han olvidado cómo eran esos mestos, pues las cosas cambian tan scorro en estos días, y todos olvidan tan rápido, aparte de que tampoco se leen mucho los diarios. Bueno, allí vendían leche con algo más. No tenían permiso para vender alcohol, pero en ese tiempo no había ninguna ley que prohibiese las nuevas vesches que acostumbraban meter en el viejo moloco, de modo que se podía pitearlo con velocet o synthemesco o drencrom o una o dos vesches más que te daban unos buenos, tranquilos y joroschós quince minutos admirando a Bogo y el Coro Celestial de Angeles y Santos en el zapato izquierdo, mientras las luces te estallaban en el mosco. O podías pitear leche con cuchillos como decíamos, que te avivaba y preparaba para una piojosa una-menos-veinte, y eso era lo que estábamos piteando la noche que empieza mi historia[1].

Interesante… ahora bien, el relato sobre las aventuras y desventuras de Alex y sus drugos es pura ficción, de tal manera que de poco más que para abrir boca nos sirve para nuestros propósitos como cazadores de mitos. Pasemos, pues, a la siguiente referencia.

 2 – Aquí está. Sin lugar a dudas, la más conocida y renombrada a cerca de esta sustancia y la que más ha contribuido a avivar la mitología que le rodea en el ámbito de la incultura, subcultura o cultura de las drogas –como más gusten ustedes denominarla-:

 «Toma un poco de lo que hay en esa botella marrón en mi neceser de afeitado».

 « ¿Qué es?»

 «Adrenocromo», dijo. «No necesitarás mucho. Te valdrá con un poquito de nada».

Cogí la botella y mojé la cabeza de una cerilla de papel en ella.

«Así está bien», dijo. «Esa mierda hace que la mescalina pura parezca cerveza sin alcohol. Te volverás completamente loco si tomas demasiado».

Lamí la punta de la cerilla.

« ¿Dónde has conseguido esto?» Pregunté. «No se puede comprar».

«No te preocupes», dijo. «Es absolutamente puro».

Sacudí mi cabeza tristemente. « ¡Jesús! ¿Qué tipo de cliente monstruoso has cogido esta vez? Sólo hay una única fuente para esta mierda».

Él asintió.

«Las glándulas de adrenalina de un ser humano vivo», dije. «No hace efecto si lo consigues de un cadáver».

«Lo sé», contestó. «Pero el tío no tenía dinero en efectivo. Es uno de esos freakies del satanismo. Me ofreció sangre humana –me dijo que me colocaría más de lo que lo haya estado jamás en mi vida», se rió. «Pensé que estaba de coña, así que le dije que preferiría una onza o así de adrenocromo puro o, tal vez, una glándula fresca de adrenalina para mascar».

Ya podía sentir la droga haciendo su efecto. La primera oleada se asemejaba a una combinación de mescalina y methedrina. «Quizá debería darme un baño», pensé.

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«Si», decía mi abogado. «Empalaron a ese tío por abusar de menores, pero él juraba que no lo había hecho. “¿Por qué iba a follar con niños?”, decía; “Son demasiado pequeños”». Se encogió de hombros. «Cristo, ¿qué podía decir? Incluso un maldito hombre-lobo tiene derecho a representación legal…»

[…]

«Jesús, esa mierda te está pegando fuerte, ¿no?»

Traté de sonreír.

«Bueno… no hay nada peor… no, esto es lo peor…» Me era difícil mover las mandíbulas; sentía mi lengua como magnesio ardiente. «No… nada de lo que preocuparse», dije entre dientes. «Tal vez si pudieras simplemente… meterme en la piscina o algo así…».

«Maldita sea», dijo, «has tomado demasiado. Estás a punto de explotar. Jesús, ¡mira tu cara!»

No podía moverme. Parálisis total. Tenía cada músculo contraído. Ni siquiera podía mover los globos oculares, menos aún girar la cabeza o hablar.

«No durará demasiado», dijo. «El primer subidón es el peor, cabalga al bastardo fuera. Si te meto en la piscina ahora te hundirás como una piedra».

Estaba seguro de ello. Ni siquiera mis pulmones parecían funcionar. Necesitaba respiración artificial, pero no podía abrir la boca para decirlo. Iba a morir. Sentado ahí, en la cama, incapaz de moverme… bueno, al menos no hay dolor. Probablemente pierda el conocimiento en unos segundos y luego ya nada importará.

[…]

Fue después de medianoche cuando, finalmente, fui capaz de hablar y moverme… pero aún no estaba libre de la droga; el voltaje simplemente se había reducido de 220 a 110. Era un manojo de nervios que murmuraba y se agitaba por la habitación como un animal salvaje, vertiendo sudor e incapaz de concentrarme en ningún pensamiento durante más de dos o tres segundos.

[…]

«La acción nunca termina en esta ciudad», dijo mi abogado mientras salía del coche. «Un tío con los contactos adecuados probablemente pueda pillar todo el adrenocromo fresco que quiera si lo busca durante un rato».

Asentí, pero no estaba por la labor en ese momento. No había dormido desde hacía unas ochenta horas, y esa terrible experiencia con la droga me había dejado completamente exhausto…

 

Impactante… aunque, claro, la cita proviene de la novela Miedo y asco en Las Vegas, del escritor Hunter S. Thomson, exponente por antonomasia del periodismo Gonzo, un estilo de reportaje en el que prima, por encima de todo, la subjetividad del narrador, y en el que los hechos reales y los ficticios se mezclan, suceden y combinan según le venga en gana al autor. De tal manera que seguimos sin contar con una pista segura sobre el asunto del adrenocromo, pues, de todos es sabido que la mencionada narración de Thomson no es más que una delirante, fantasiosa y exageradísima versión del viaje a Las Vegas que hizo en el año 1971 con Oscar Zeta Acosta, siendo prácticamente imposible diferenciar y distinguir lo que sucedió realmente de lo que, simplemente, al demencial y genial periodista se le antojó contarnos.

Así que, mejor, busquemos otro testimonio, que, a buen seguro, encontremos lo que encontremos, será infinitamente más centrado y objetivo que el del señor Hunter, porque menos… es imposible.

 3 – ¿O, tal vez, no?

Escuchen las declaraciones autobiográficas de Arizona Wilder y juzguen ustedes mismos:

«Alrededor de la edad de cinco años te empiezan a entrenar para lo que ellos quieren que hagas. Ellos han analizado tus tendencias, estudian tus reacciones y te empiezan a entrenar para el rol que debes cumplir. Entonces, se realiza una pequeña boda para el niño. El niño es casado con este grupo particular o grupo organizado de abusadores –puedes llamarlo así o puedes llamarlo secta-. El niño es casado con ellos y éstos le dan un anillo. En la actualidad, en mi dedo pequeño, en esta mano, tengo ese anillo pequeño. Es un anillo de niño… no sé de nadie más que lo haya conservado. Hay otros que lo dejan y, cuando son viejos, se lo devuelven de nuevo para recordarles, y ellos mismos lo han tirado. Yo decidí guardarlo, porque quiero hablar sobre el anillo y quiero hacerle saber a la gente que estas cosas son reales. Este anillo tiene venas sanguíneas dibujadas en él. Tiene una barra siniestra en la cresta, al lado. Eso es indicativo de linaje. Hay otros que han hecho juramento sobre él».

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«Te empiezan a involucrar en sus rituales, comienzan a observarte, observan tus reacciones. Te obligan a participar lo más que puedes en el ritual. Te sujetan la mano cuando hacen sacrificios. Esto es bastante horrible para un niño. Es una profunda confusión que se alberga en los menores involucrados. Yo fui partícipe en todas estas cosas. No fui la única. Hay otros menores, todos niños que están creciendo así. Eso es lo que te hace parte del grupo. Ellos te lo dicen: “eres uno de los nuestros; eres como nosotros”. Todo lo establecido en los rituales… los niños están involucrados en ello. Es muy difícil salir del ritual para evitar ver a otras personas siendo heridas. Es más difícil, aún, cuando tú eres el herido, pero puedes considerar que sólo será un momento y morir después. Pero cuando tú ayudas, viendo a otros ser torturados, y ves lo que ellos hacen ahí, es muy doloroso. Y eso… hasta la fecha, no puedo describirlo completamente como se siente. ¡Es terrible!».

[…]

«Hay niños que han sido paridos sólo para ser sacrificados en un momento de sus vidas. Ese es el propósito. Hay muchos niños y sus nacimientos no han sido registrados».

[…]

«Estos niños son utilizados en películas snuff, pornografía, rituales, sacrificios… Son esclavos y desaparecen. Algunos de ellos son llevados bajo tierra, y lo digo de manera literal: son enviados a ciudades subterráneas y jamás regresan. Algunos son comida, son fuente de comida, son fuente de energía. Eso es lo que todos son».

«Yo llevé todo este entrenamiento. Cuando tenía doce años comencé a ser entrenada de nuevo para ser una “Diosa Madre”. Hay sólo tres vivas en el planeta en este momento».

[…]

«En estos rituales, por supuesto, hubo quien fue asesinado al ser sacrificado. Fueron asesinadas personas. Leí, de aquellos que tienen argumentos de lo que digo, que cualquier sacrificio sangriento es símbolo de servicial sirviente. Y, si. Es cierto. Esos que son serviciales no saben que serán sacrificados. Ellos creen y les dicen que lo que hacen es un honor. Y son honorados para obtener el adrenocromo al salir de su sangre, que es lo que los reptiloides necesitan. Aquellos que tienen forma humana necesitan el adrenocromo para mantenerla. Para desarrollar más aún sus habilidades psíquicas, ellos necesitan el adrenocromo. La única manera en que el adrenocromo puede venir por la sangre, en la forma en que ellos lo necesitan, es por medio de alguien que ha sido torturado y traumatizado de forma larga y dolorosa; y eso es lo que necesitan. Cuando eso sucede, hay, aproximadamente, 10 cc de adrenocromo que saldrán al torrente sanguíneo. Y a la persona que le sucede esto no le mencionan nada… gente ajena, que morirá… por eso están dispuestos».

Nota:

1 – La naranja mecánica incluye infinidad de neologismos -inventados por el propio autor- que conforman la jerga juvenil nadsat mediante la cual se comunican los protagonistas de la novela. El significado de aquellos que aparecen en el texto que acabamos de transcribir es el siguiente: rasudoque: cerebro; mesto: lugar; scorro: rápido; vesches: cosas; velocet: nombre de una droga ficticia; synthemesco: idem; joroschós: buenos; mosco: cerebro; pitear: beber; drenocrom: pónganle una “a” delante y una “o” al final e, inmediatamente, sabrán de qué se trata.

 


 

Acerca del autor

Eduardo Hidalgo
Yonki politoxicómano. Renunció forzosamente a la ominitoxicomanía a la tierna edad de 18 años, tras sufrir una psicosis cannábica. Psicólogo, Master en Drogodependencias, Coordinador durante 10 años de Energy Control en Madrid. Es autor de varios libros y de otras tantas desgracias que mejor ni contar.