De nuevo de la mano de nuestro colaborador © Isidro Marín Gutiérrez nos acercamos a un pais con una cultura muy distinta a la occidental en lo que al consumo de cannabis se refiere.

Entorno al año 2750 a. C. se instala en el valle del Indo una economía de poblado autóctona, precedente, aunque sin relación entre ambos, del complejo cultural de Harappa, el tercer gran centro de la civilización primitiva, comparable a los de Mesopotamia y Egipto.

Los trabajos realizados Harappa, en Mohenjo-Daro y en Chanhu-Daro demuestran la existencia de grandes ciudades cuyos primeros pobladores conocían ya la escritura y trabajaban los metales siendo buenos artesanos,  estableciendo incluso rutas comerciales, durante los periodos Dinástico Primero y Acádico, con Mesopotamia. Al concluir el segundo milenio antes de Cristo la cultura de Harappa decayó, quizás por el comienzo de las invasiones arias que redujeron a la esclavitud a su población.

El pueblo de los arios

Los arios eran indoeuropeos, pueblo de lengua sánscrita, seminómadas, ganaderos por esencia aunque conocían también la agricultura. La cultura aria penetró en el país indio y sus aportaciones más importantes fueron la introducción del caballo y la generalización de las técnicas del bronce y luego del hierro. A partir de entonces, gobernados por reyes hereditarios se establecieron divisiones estamentales sociales entre los brahmanes o sacerdotes, los chatrios o guerreros y los vaisias o plebe, aunque al parecer ninguna barrera absoluta dividía a estos grupos en castas rígidas. Es posible que tal división tuviese su origen en los conflictos entre los arios y los dasius aborígenes del país que se identifican con los drávidas. Estos se mezclaron en parte con los arios y en parte quedaron incorporados a la sociedad con el nombre de suckas. El contacto con los arios tuvo otra consecuencia: el grupo indoeuropeo original se había escindido muy tempranamente en las familias irania e india por lo que es lógico pensar que ambas culturas tuvieron un origen común. Las relaciones entre la India y el Irán fueron constantes. Pueblos iranios invadieron también la India y crearon en ella grandes reinos: existieron entre ambos pueblos constantes intercambios culturales y científicos.

Volviendo al tema de este artículo, las fuentes donde habrá que buscar el rastro de las drogas y su interpretación mágico-religiosa de la vida serán los Vedas. Con el nombre de Veda se significa “el saber, el conocimiento sagrado por excelencia”: el conjunto de textos religiosos que los arios llevaron consigo.

El cannabis indio

Desde el siglo XV a. C. se conoce en la India el cannabis en diversas formas (en bebida, en comidas o fumado). El cannabis era utilizado de diferentes formas: con agua (poust), con alcohol (loutki) y con opio (mourra), en polvo (curna), amasado en forma de bolo (modaka), comprimido (vadika), aplicado como tintura (leha y paka), hervido en leche (dugdhapaka) y hervido en agua para obtener un extracto (kvatha). Existían tres formas de consumo (Snyder, 1970:27):

  1. Bhang: cogollos, hojas y palos. Consiste en hojas secas, semillas y tallos de cannabis, tanto de plantas masculinas como femeninas, se mezcla con azúcar, pimienta negra y agua o leche. Equivale a marihuana mala con tallos y semillas.
  2. Ganja: son los cogollos (más potente que el Bhang). Similar a marihuana “sin semilla” de alta calidad.
  3. Charas: resina de cannabis (similar al hachís). La palabra Charas proviene del persa y significa “resina de cannabis” (es el derivado más potente del cannabis) y consiste básicamente en resina pura. Antiguamente existían un método para obtener Charas: consistía en vestirse con ropajes de cuero y correr por los campos de cannabis justo en el momento de la floración. Luego se raspaba la resina que quedaba pegada a la ropas y se recogía.

La ganja forma parte de diversos alimentos como el barfee, laddoo, sarabat (es una bebida dulce) o el ma’joun (una golosina de miel verde). En los escritos sánscritos se habla de las “píldoras de la alegría” compuestas con goma de cáñamo y azúcar.

 

La planta, que se llama también vijohia (“fuente de felicidad”, “victoria”) y ananda (“fuente de vida”), se menciona en los primeros Vedas, sobre todo en el cuarto o Atharva Veda. En sánscrito se denomina sana (en griego kana) y bhang (“trastornar la rutina sensorial”). Sus preparaciones líquidas son la bebida favorita de Indra, el dios guerrero que representa a los invasores arios. Indra es el dios principal de la cultura védica en la India. Aparece como héroe y figura central en el libro Rig Veda. Es considerado el dios de la atmósfera y el cielo visible. También es el Rey de todos los dioses inferiores. Su arma es el relámpago vajra. Su montura o vahana es el elefante Airavata, que representa la nube que Indra controla. Su cuerpo está cubierto de ojos con párpados, que le permiten ver todo lo que sucede en el mundo. Según las tradiciones védicas, el cannabis brotó cuando cayeron del cielo gotas de ambrosía (amrta). Para la tradición brahmánica ortodoxa el consumo de cannabis agiliza la mente, otorga salud y larga vida, concede deleite, valor y deseos sexuales potenciados.

 

El cannabis en la India se emplea tanto en la vida religiosa como en la vida civil. Se puede consumir o se utiliza en múltiples formas de administración oral, cutánea y pulmonar. El cannabis se utiliza para todo: desde aliviar la fiebre, el insomnio, la disentería, la lepra, la caspa, las jaquecas, la tosferina, la oftalmia y otros males del ojo, las enfermedades venéreas y hasta la tuberculosis.

 

Con el desarrollo de la religión budista no hubo problemas por consumir cannabis, ya que tanto la rama Mahayana (y especialmente la secta tantra) como la Hinayana vieron en el cannabis un auxiliar para la meditación. Dentro de las complicadas técnicas que esa meditación conlleva se encuentran algunas basadas en fijar la atención sobre las imágenes persistentes en la retina tras cerrar los ojos.

El consumo de opio y daturas

El consumo de opio en la India era conocido desde el 2000 a.C. Desde el reinado de Sargón de Acadia (2334-2279 a. C.) hay pruebas de un intenso comercio entre las civilizaciones mesopotámicas y la del Indo, que se manifiesta en abundantes sellos y objetos decorativos de Harrapa y Mohenjo-daro en Uruk y Nínive. Pero la gran difusión del opio no llega hasta la difusión del Islam. En la India y Pakistán sigue extendido el uso lícito de opio y cannabis con fines médicos.

 

Las daturas, a pesar de su elevada toxicidad y su peligro, entran en tradiciones que las consideran gotas de amrta, siendo propugnadas para diversos tratamientos. Shiva es el dios de los aspectos creadores y destructivos del universo; su culto, de carácter tántrico, se ha relacionado con el consumo de daturas, que en ocasiones aparecen representadas en forma de botones trenzados en su pelo ondulante. Shiva es el dios destructor de la Tri-murti (‘tres-formas’, la Trinidad hindú) junto a Brahmá (dios creador) y a Vishnú (dios preservador). En su calidad de destructor, a veces se le llama Kāla (‘negro’), y es entonces identificado con el tiempo, aunque su función destructora la tiene su esposa bajo el nombre de Kali, cuyas formidables características la hace objeto de propiciación por medio de sacrificios (frecuentemente humanos). Como deidad de la reproducción (concomitante a la destrucción), el símbolo de Shiva es un falo (generalmente en forma de monolito de piedra, llamado lingam, bajo cuya forma se le adora en toda la India).

Cuando los dioses batieron el océano de leche para generar el néctar que los volvería inmortales, se generó también una cierta cantidad de veneno. Shiva se lo bebió para salvar a los devas, por eso su garganta adoptó un color azul, por lo que a Shiva se le dice Nila Kantha (‘cuello azul’).

Shiva lleva en su frente la luna en su quinto día (panchami). Está ubicada cerca del tercer ojo y demuestra el poder del Soma (la ofrenda sacrificial, que representa a la Luna). Significa que Shiva posee el poder de la procreación junto con el poder de la destrucción. La Luna también es una medida de tiempo, por consiguiente también representa su control sobre el tiempo. Shiva entonces es conocido por los nombres de Somasundara (Soma: dios de la Luna; súndara: ‘hermoso’) y Chandrashekara (chandra: ‘luna’; śekhara: ‘corona’).

El Soma

Varuna es el dios del cielo y del agua. Es el creador omnisciente. Dios soberano, personificación de la divina autoridad. Es el soberano del reino de los dioses y el conservador de las leyes cósmicas y morales. Varuna es el regente de la noche y habita en una casa con mil puertas, de forma que siempre es accesible a los nombres. Se dice que tiene una excelente vista, pues conoce cuanto ocurre en los corazones. Es el Rey de los dioses y hombres; es poderoso y temible: nadie puede resistir su autoridad. “Es el soberano regente del universo.” Varuna, el dios soberano, «puso Soma sobre la montaña», para que con su refuerzo Indra combatiese victoriosamente al dragón, compendio del caos. Algunos historiadores de las religiones interpretan este combate como una representación mítica de la lucha entre los arios védicos y la población autóctona, cuando comienza (hacia el XV a. C.) la penetración de los primeros desde el territorio de Sindh, en el Punjab. También existen otras tradiciones para las que fue un águila quien trajo Soma del cielo para que creciera en las montañas.

Soma constituye el tercer dios del panteón védico, al que se dedican los 120 himnos del libro IX del Rig Veda: es el dios de la Luna. En realidad es una planta cuya preparación en bebida transporta al que lo consume; los himnos prescriben ceremonias para utilizar una planta y preparar el brebaje, sin decir de qué planta se trata. De ahí que hoy en día los hindúes sigan realizando el rito, aunque lo de menos sea el vehículo botánico elegido.

Pero el rito con el Soma no sólo constituye el acto más importante de la vida del fiel, sino una muerte y nacimiento. Previo al nacimiento uno tiene que morir. Cuando uno muere, no en un sentido literal, uno puede ver a los dioses y hablar con ellos. Muere del mundo de los sentidos y de la vida aturdida y nace con una nueva sensibilidad espiritual. Justamente porque la iluminación hace «atento» al hombre, dicen los himnos, «soma confiere inmortalidad a los dioses».

Se ha intentado identificar qué planta o sustancia está detrás del Soma. La primera sugerencia concreta provino de un brahmán, que identificó el soma antiguo con cáñamo. G. Dumézil (1898-1986), en su tesis doctoral, afirma que el Soma era el sustituto de la «arcaica cerveza de cebada» bebida por los proto-arios. En los años treinta del siglo XX otro filólogo europeo propuso que debía tratarse de alguna trepadora alucinógena traída consigo por los arios desde Asia Central, dentro de una interpretación más amplia que trataba de explicar el surgimiento del ascetismo hindú como consecuencia de dificultades en el aprovisionamiento de ese vehículo extático. Algunos especialistas indios y europeos seguían aventurando explicaciones cuando apareció el estudio de Wasson, volcado sobre la tesis de que era sin duda amanita muscaria.

Debemos aceptar que es improbable que conozcamos qué contenía el Soma original ya que no aparece en ningún texto, pero es acertado pensar que probablemente sea una sustancia psicoactiva. Pero, ¿cómo fue posible? Y, en segundo lugar ¿por qué?

Según el investigador Felipe De Felice, el agente vegetal crecía en los territorios ocupados por los arios antes de penetrar en el Punjab hacia la India. La disponibilidad de tener la sustancia cada vez se hacía más imposible ya que se alejaban de su punto de partida y la planta de donde se sacaba el Soma no se aclimataba. De Felice afirmó que la falta de aprovisionamiento de la planta con la que se hacía el Soma fue el impulso inicial para el desarrollo de las técnicas del yoga, cuyo significado inicial sería un intento de llenar el vacío «somático» con un sistema que alcanzaba estados anormales de conciencia sin necesidad de recurrir a la planta. El yoga es una práctica psicofísica (posturas del cuerpo, control de la respiración y meditación). El yoga se encuentra dentro del marco de las doctrinas del hinduismo (una cosmovisión de la naturaleza, origen y destino espiritual de la humanidad). Según sus practicantes, el yoga significa la ‘unión o integración del alma individual con Dios’. Se desconoce exactamente cuándo los habitantes de la India comenzaron a realizar este tipo de meditación con posturas físicas. El fondo de la tesis de Felice se basaba en afirmar que el misticismo provocado por agentes vegetales precedió al misticismo provocado por prácticas ascéticas.

 

Ahondando en las intuiciones expuestas por De Felice, R. G. Wasson sugirió que la escasez de referencias precisas a la planta podría atribuirse a una transformación de naturaleza estamental. Al convertirse un conjunto de chamanes en una casta sacerdotal, aparecieron formas de reserva histérica para la población. Primero se restringió el uso de Soma a ceremonias religiosas, evitando que se convirtiese en una droga para el ocio o terapéutica (como había ocurrido con el cannabis, el opio y las bebidas alcohólicas), y luego fue objeto de una ritualización rigurosa.

 

Luchas religiosas de control de la población

A medida que la sustancia del sacrificio fue diluyéndose hasta acabar desapareciendo, y el vehículo embriagador se vio reducido a un recuerdo sacerdotal, los sacerdotes destacaron cada vez más la eficacia de la pura liturgia. La aventura contemplativa, la experiencia mística que la casta sacerdotal de los arios había conocido mediante la amanita muscaria sólo podría alcanzarse, en lo sucesivo, mediante una mortificación de la carne; y los hindúes, que habían conocido plenamente el arrobamiento aparejado a la contemplación, se convirtieron en maestros del yoga.

 

También hubo una lucha milenaria entre el brahmanismo y una religión no brahmánica, de tipo extático pero correspondiente a la hechicería de posesión, caracterizada por ritos orgiásticos, con consumo de animales crudos y un gran consumo de bebidas alcohólicas. Esas orgías desembocaban en el desenfreno sexual, y podrían ser el origen de los cultos de Baco en el Mediterráneo.Los brahmanes estaban totalmente en contra de estas orgías. Los brahmanes pretendían instaurar un sistema de castas perfectamente cerrado, donde la posición del sacerdote fuera la más elevada, encargada de definir el comportamiento ritual de cada una de las otras castas, así como las ceremonias (sacrificios, regalos, etc.). Es evidente que tales orgías violaban lo más básico del orden brahmánico al implicar la unión siquiera temporal de techo, mesa y cama, y la comunicación entre castas. Basta esto para explicar el incondicional rechazo de bebidas alcohólicas, así como el vegetarianismo estricto. El brahmanismo es un sistema religioso, moral y metafísico basado en la concepción panteísta de la divinidad, y cuya fuente son los libros sagrados de los hindúes, escritos en el período de 1500 a 400 a. C.: los cuatro Vedas, los poemas Ramayana y Mahā Bhārata, así como los tratados filosóficos de las distintas escuelas que constituyen un cuerpo de doctrina que ha perdurado a través de la historia. El brahmanismo es la antigua creencia de los arios, mientras que el hinduismo es la forma moderna de esa misma religión.

 

Así, los arios eran gente vital, poseída por el goce de existir, seguidores de la máxima “carpe diem”. Los himnos hablan de hombres que quieren llegar a los cien años, disfrutar el amor carnal, fundirse con la belleza del universo, lanzarse a aventuras y viajes aunque sean insensatos, alabar la concreta existencia caída en suerte. El sacerdote brahmánico, en cambio, no quiere eso. Cree en el círculo vicioso de un alma cuya residencia es la ignorancia, un alma que pone en marcha un mundo de consecuencias (karma) y cae en un río de reencarnaciones (samsara). Propone un saber que libere de la voluntad de vivir. En vez de morir y renacer, como en el viejo sacrificio sómico, busca morir de una vez por todas, hurtándose al ciclo de reencarnaciones.

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.