Hoy tratamos la historia del cannabis en Holanda, sin duda el pais que más impulso ha dado al consumo y legalización del cannabis en todo el mundo. Wernard es el representante de este movimiento. dejemos que él nos guie en este viaje.

El comienzo del negocio del cannabis

Mi nombre es Wernard y he tenido la suerte de ser uno de los primeros en formar parte del movimiento que dio lugar al desarrollo de los Coffeshops, los primeros cultivos de cannabis y los Growshops en Holanda. En la serie de tres artículos que aquí comienzo os relato mis experiencias, que no tratan de ser un recuento objetivo de los sucedido, sino más bien una visión personal de esa época.

En 1971 vivía con otros nueve hippies en un pequeño apartamento de una habitación en Ámsterdam cuando una noche fuimos despertados por ruidos, golpes y gente que gritaba: ¡Fuego, todos fuera! Cogimos nuestro gato, la ropa y salimos aprisa del edificio. El fuego se inicio en la caja de fusibles de la primera planta, y quemó completamente las dos primeras del edificio. Nuestro apartamento no se quemó pero quedó totalmente arruinado por el agua de los bomberos. A los inquilinos de las dos primeras plantas les dieron un lugar para dormir, pero como nosotros no éramos una “familia normal” tuvimos que buscarnos la vida por nuestra cuenta.

Mi amigo Meter recordó en ese momento que había que había una antigua panadería abandonada en la calle Weeperzijde, en las afueras del centro de Ámsterdam. Esa misma noche fuimos a Weerperzijde, rompimos los candados y nos metimos en el edificio. El interior estaba ruinoso, no había agua ni electricidad pero al menos teníamos un techo donde cobijarnos. Con mangueras y la ayuda de nuestros vecinos nos las arreglamos para traer agua, arreglar la electricidad y reparar las ventanas. La casa era demasiado pequeña para nueve personas así que Peter, Paul, mi novia Marian y yo, éramos los únicos que permanecíamos regularmente en la misma. Enseguida retomamos nuestra vida de hippies. En aquellos tiempos todo fumador era un poco traficante también y el truco consistía en vender lo suficiente para poder financiar lo que uno se fumaba.

Primeros pasos

Teníamos muchas visitas de amigos que venían a tomar algo, charlar, y si se daba el caso comprar un poco de hashís. Peter preparaba tantas teteras cada día que bromeábamos diciendo que deberíamos abrir una cafetería. Un café o una casa de te era un tipo de establecimiento de hostelería que no requería ningún tipo de permiso, así que en 1973 abrimos un Café que llamamos “La Casa de Te Mellow Yellow”. Mellow Yellow era una canción muy popular en aquel entonces de Donovan. La canción era acerca de cómo se podía usar la piel de plátano al horno cuando no había hashís para fumar. Pensamos que los fumadores entenderían el mensaje secreto y que para los no fumadores Mellow Yellow no sería más que una canción. En aquellos primeros días ya había un par de sitios dónde los fumadores se juntaban, pero esos lugares eran oscuros, andrajosos y abarrotados de camellos que vendían hashís y otro tipo de drogas. Nosotros quisimos que nuestra casa de te estuviera limpia e iluminada. Las paredes blancas, sin alfombras en el suelo, sin música alta, sin traficantes, sólo un vendedor de la casa, nuestro vecino inglés. Al principio nuestro vecino inglés venía cada día por la tarde a vender hashís a nuestra clientela y a darnos algo a nosotros, claro. Pero en cuanto hizo algo de dinero se compró un Volkswagen Camper y se fue a Grecia con sus tres chicas. Nuestros clientes seguían viniendo a comprar hashís, nosotros sabíamos donde lo compraba el inglés, en una casa barco al otro lado de la calle. Así que Peter y yo empezamos a ir allí a comprar 20 a 25 gramos que repartíamos entre nuestros clientes. Pronto nos vimos yendo y viniendo tantas veces que ya ni teníamos tiempo para fumar y jugar al futbolín. Por este motivo decidimos plantearnos el negocio de otra manera, fuimos a un vendedor al mayor. Peter conocía al mejor al vendedor de las mejores calidades en la ciudad, se llamaba Cesar. Pedimos dinero prestado a un amigo nuestro de nombre Herman y con él compramos una libra (454 gramos) de Libanés a César. Cortábamos la libra en porciones de 10 y 25 florines (4,50 € y 11,35 € respectivamente) y los empaquetábamos en bolsitas de plástico. Obteníamos aproximadamente un 40% de beneficio con esto. No había nada de regateo, todos sabían que pagaban lo mismo, no tenían que discutir la calidad, simplemente preguntaban que había y pedían lo que querían, 10 o 25. Esta era la fórmula dorada del coffeshop. Un solo proveedor en la casa que vende bolsas preparadas a precios fijos, sentando delante del bar como si fuese un cliente más de manera que la policía no pueda hacer responsable al propietario del mismo y cerrar el local.

El negocio crece

Pronto empezamos a expandir la gama, vendíamos hashís libanés, marroquí, turco, afgano, de Kashimira y tailandés. Peter diseño una mochila grande de cuero con secciones separadas para cada variedad que teníamos en venta. Controlábamos la primera planta del coffeshop dónde hacíamos el cortado, pesaje y empaquetado del hashís. La primera planta tenía una entrada separada con unas escaleras exteriores, por lo que subir y bajar las mismas desde fuera se volvió arriesgado. Dentro del café había un armario debajo de esas escaleras que daban arriba, con lo que cortamos un trozo de las escaleras y le pusimos bisagras de manera que quedó como una puerta giratoria secreta. Ahora podíamos desaparecer dentro del armario haciendo parecer que daba a algún sótano, cuando en realidad íbamos hacia arriba.

En la planta de arriba había dos habitaciones, un vestíbulo con un baño, y al final del mismo una cocina. Clausuramos la cocina e hicimos una puerta secreta en el baño para entrar en la cocina. No tirábamos mucho de la cadena del baño para no asustar a la gente que se encontraba en la cocina. Usábamos la chimenea de nuestra cocina secreta para cortar el hashis, lo cual hacíamos con un cuchillo caliente o calentando el hashís.

Debajo del lavabo de la cocina hicimos una caja fuerte por si entrase algún ladrón. También pusimos un intercomunicador y un micrófono secreto en el bar de manera que se pudiese escuchar desde la cocina y saber si todo iba bien abajo. En el pequeño vestíbulo que daba a la cocina secreta hicimos una falsa sala de corte. Pusimos una mesa, un cuchillo y algunas bolsas de plástico, nada de balanzas, hashís o hierba. Fortificamos las puertas de entrada al mismo con barras de acero como si hubiera algo muy valioso tras ellas.

Al principio abríamos tan pronto nos levantábamos, desde las 11 de la mañana hasta las 2 ó 3 de la madrugada. Cada día teníamos más visitantes. No nos importaba tanto el dinero, lo que queríamos era fumar y pasar un buen rato, por lo que decidimos abrir desde las 6 de la tarde para parar un poco las cosas. No fue de gran ayuda, no queríamos convertimos en una especie de tienda para llevar, así que nos inventamos un sistema por el que el vendedor estaba a las 6 en punto, pero tan pronto suministraba a los clientes desparecía a la planta de arriba. A los clientes que iban llegando se les decía que el vendedor acababa de irse, pero que volvería pronto. El camarero siempre tenía una buena china para fumar, de la cual ofrecía a los clientes para que fumasen y compartiesen con los demás mientras esperaban. Después de una media hora el camarero avisaba al vendedor para que bajara. En cuanto aparecía vendía rápidamente a los clientes que estaban esperando. Para los clientes este era un ritual muy placentero. Compartían una fumada con gente que no conocían de antes, hacían amigos, se ponían y conseguían lo que habían venido a buscar.

Hasta entonces sólo fumábamos hashís, pero César un día nos ofreció yerba indonesia por 800 florines el kilo (unos 360 €). No podíamos meter más de 10 gramos en la bolsa de 25 florines. Era una buena compra para nuestros clientes y para nosotros. La yerba contenía como el 30% de su peso en semillas pero era muy potente, mejor que la mayoría del hashís. En aquellos días la gente nos advertía que no vendiésemos maría porque eso atraería a los negros y con ellos a la policía. Pero nos gustaba tanto la maría y pensábamos que los negros también eran personas, por lo que ignoramos los consejos. La maría se convirtió pronto en nuestro producto más popular. Para poder tener suministrado el Coffeshop teníamos que comprar cada vez más y más, llegando a comprar cientos de kilos de una vez debido a que los barcos de Indonesia no venían de forma regular.

El suministro de hashís era otra historia. Comprando grandes cantidades el precio baja mucho. Solíamos compra de 10 a 50 kilos cada vez y vendíamos el exceso a otros coffeshops que se empezaron a abrir a partir de 1975. Maarteen y Henk de Vries visitaron nuestro coffeshop y vieron como nos lo montábamos y pensaron que podían hacerlo mejor y así fue. Sus coffeshops estaban muy bien organizados y ellos fueron los que hicieron madurar el sistema. En 1975 Maarten abrió el Rusland y Henk el Bulldog. Tenía un amigo que trabajaba para nosotros llevando el exceso de producto a otros coffeshops mientras yo hacía los tratos por teléfono. Mi amigo me daba el dinero y con el pagaba a nuestros proveedores. Hasta que un día me di cuenta que estábamos vendiendo 100 kilos al día de manera regular. Mi amigo se quejaba de la cantidad de dinero que cobraba, por lo que decidí poner fin a esto inmediatamente. No quería convertirme en un simple traficante.

Por aquel entonces estábamos haciendo bastante dinero, pero sólo estábamos interesados en fumar lo más posible, pasar un buen rato con los amigos y jugar al futbolín toda la noche. Pero entonces tuvimos nuestra primera redada policial. La primera vez arrestaron al vendedor que fue puesto en libertad al día siguiente. Después de un tiempo la policía empezó a aparecer por todo Ámsterdam y se hizo más violenta y eficiente. El Bulldog era registrado varias veces al día durante meses. Pero la nueva generación de propietarios de coffeshops eran más duros que nosotros. Después de media hora el vendedor era reemplazado por otro hasta que la policía se rendía, tenían mejores cosas que hacer. En aquellos tiempos un local no se podía cerrar simplemente porque la policía encontrase a alguien en posesión de yerba o de hashís. El Bulldog y el Rusland abrieron el camino para los muchos coffeshops que les siguieron en el centro de Ámsterdam. El Melow Yellow también fue asaltado un par de veces en un año. Con el tiempo la policía se hizo más eficiente. Venían con perros y usaban agentes secretos que estaban allí un par de horas y observaban al vendedor que desaparecía de cuando en cuando a algún lugar en el interior del local. En la cuarta redada la policía encontró la puerta secreta cortada en las escaleras. Cuando la policía subió al primer piso lo primero que se encontró fue las puertas reforzadas, que consiguieron abrir con sopletes. Cuando entraron en la sala pensaron que era demasiado tarde. Todo lo que encontraron fue una mesa pequeña, un cuchillo, unas pocas bolsas, pero nada de hashis, ni de yerba, ni básculas ni nada. Los perros mientras tanto, se mostraban interesados en el cuarto de baño pero se los llevaron pensando que estaban equivocados.

Todo el tema del Coffeshop empezó a ser menos divertido cada día, demasiada paranoia. Un día negro de 1978, se produjo un fuego misterioso que destruyó el Mellow Yellow. Herman y Meter abrieron un nuevo coffeshop en otra parte de la ciudad al que llamaron Double Fun. Yo, por mi parte, me tome unas vacaciones y me fui a ver a un amigo en USA. Hasta esos días el hashís y la marihuana se producían en países del tercer mundo, pero en USA vi a gente blanca cultivando y fumando una increíble Marihuana sin semillas a la que llamaban “Sinsemilla”. Y la vendían a precios ridículos. Fumando esta Sinsemilla se nos ocurrió una idea. En Holanda se estaba creando rápidamente una red de Coffeshops. ¿Qué pasaría si introdujésemos el cultivo de “Sinsemilla” en Holanda? Pondría fin, o disminuiría de forma considerable la importación ilegal, nuestros amigos holandeses harían algo de dinero y convertiría Holanda en la Jamaica de Europa. La manera en la que pusimos en marcha esa idea es algo que explicaremos en el próximo artículo.

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.