¿Cuál es el sustrato perfecto para el cannabis, para la obtención de la mejor marihuana?
Este reportaje está basado tanto en la experiencia personal del autor del mismo como en los estudios botánicos de Bob, una de las mayores eminencias de la fisiología cannábica del mundo. Para muchos resultará políticamente incorrecto, sobre todo a determinados fabricantes, pero que quede claro que no es más que una opinión personal. Ciertamente cargada de argumentación y empirismo pero una opinión al fin y al cabo. Que cada uno saque sus propias conclusiones.

Antes de continuar con este artículo tendríamos que definir qué significa “la mejor marihuana”. Este concepto varía mucho en función de lo que se pretende obtener. Lo que para algunos es bueno para otros no y, en general, se puede afirmar que en este tema nadie tiene la última palabra. Recientemente leí en un famoso foro cannábico la intervención de un cannabicultor que escribía en relación a un famoso fertilizante lo siguiente: “ …la marihuana es sosa, sin sabor, como si cultivásemos en coco. Nada de lo que se espera de cultivo orgánico.” Evidentemente este cultivador estaba poniendo especial énfasis en las propiedades organolépticas de su cultivo. Para él, el sabor y el aroma eran de suma importancia. Por el contrario, a lo largo de los muchos años que llevo ya trabajando como reportero en las revistas cannábicas, he notado que la tendencia generalizada es la de conseguir marihuana muy psicoactiva, que coloque mucho. Para estos jardineros lo importante de verdad es “el viaje”, el colocón. Y siguiendo esta lógica tendríamos que tener en cuenta los distintos usos de la marihuana. No es lo mismo el uso lúdico, el medicinal o el experimental, etc.

Soy un gran aficionado a los bonsáis y os aseguro que nunca he aprendido tanto de botánica en ninguna otra disciplina. Los bonsaistas son verdaderos maestros, sensis en japonés, de la botánica y saben mejor que nadie cómo sacarle el máximo rendimiento a cualquier especie vegetal. De hecho os recomiendo que os intereséis por este campo que, además de fascinante, es muy didáctico. Aprenderéis muchísimo sobre el cultivo en general y no olvidemos que el cannabis, al fin y al cabo, es una especie vegetal más.

En el arte bonsái tenemos que saber cómo hacer crecer a una planta el máximo posible como también tenemos que saber cómo hacer que casi no crezca. Me explico. Cuando un arbolito está ya formado, para ser considerado un buen bonsái, lo tratamos de forma que crezca el mínimo posible cada temporada pero, eso sí, estando en perfectas condiciones de salud. Por el contrario, cuando nos interesamos por una variedad, la que sea, y ésta aún es pequeña para ser un buen bonsái, nos dedicamos a hacerla crecer el máximo posible durante años para finalmente, cuando consideramos que está ya lista para ser un bonsái, pasarla a una bonita maceta y frenar su crecimiento al máximo siempre salvaguardando su perfecta salud. En definitiva, sabemos en todo momento lo que necesita según nuestras prioridades. Este perfecto conocimiento del mundo verde es esencial para obtener los mejores resultados en cualquier cultivo, sea de cannabis o no.

Una planta, para ser una buena planta en su especialidad, es igual que una casa. ¿Cómo se inicia una buena mansión? Con unos magníficos cimientos. ¿Podéis imaginar una buena casa con pobres cimientos? ¿A qué no? Y, ¿qué son los cimientos de las plantas? Las raíces, evidentemente. Además de ser los cimientos también son sus bocas, por donde comen. Y llegados a este punto tenemos que hacer una distinción esencial si queremos conseguir la mejor marihuana, sea para lo que sea. Existen dos tipos de raíces: primarias y secundarias. Las primarias sirven, sólo y exclusivamente, para que la planta se ancle, se agarre al suelo, al sustrato. No tienen ninguna otra función. Por eso en el arte bonsái los arbolitos se anclan a la maceta con cables y trozos de cobre. Así conseguimos que el arbolito quepa en una macetita muy pequeña y de ese aspecto tan alucinante. Es impresionante ver un señor árbol en una maceta muy pequeña. Eso es lo que les da la gracia, lo que les hace tan especiales.

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Pero, además de estas raíces principales o primarias, están las llamadas secundarias o adventicias. ¡Estas son las que nos interesan! Las adventicias son las verdaderas bocas de las plantas. Por ellas comen. Son pequeñitas y de un color blanco traslúcido. Cuantas más raíces adventicias tenga un ejemplar más comerá y, en consecuencia, más fuerte y cachas se pondrá. Cuantas más adventicias tenga una mata de cannabis más nitrógeno absorberá en su fase vegetativa y más crecerá en tamaño, léase productividad. Cuantas más adventicias tenga más fósforo y potasio comerá; lo cual repercutirá en mayores y mejores cogollos. Esto lo puede entender cualquiera.

Akadama obtenida del monte Fuji

¿Y cuál es el sustrato que promueve al máximo la creación de muchas raíces adventicias? Expliquémoslo. En bonsái se usa sobre todo la akadama, que es una arcilla expandida que crece en las faldas del legendario y mitológico monte Fuji. Son parecidas a la arlita en forma y tamaño. Cuando pones una planta o árbol en este sustrato, ésta o ésta se dedican a desarrollar como locas adventicias. ¿Por qué? Sencillamente porque este sustrato es muy aireado, lo cual fomenta el desarrollo radicular en general y el adventicio en particular. El oxígeno es vital para el desarrollo radicular y cuanto más exista más raíces obtendremos. Y, por lógica, cuanto menos haya disponible menos raíces sacaremos. No hay nada peor para las plantas que un sustrato compacto en el que no fluya libremente el oxígeno. Los sustratos arcillosos son una pesadilla para el desarrollo de una planta o árbol. Las partículas son demasiado finas y, por este motivo, se aprietan mucho unas contra otras impidiendo el libre paso del oxígeno entre ellas. Por el contrario, cuanto más grandes sean las partículas, mayor cantidad de oxígeno cabrá entre sus huecos. Haced la prueba. Juntad arena de río y veréis que el resultado es un sustrato por el que el oxígeno tarda más en pasar que si ponemos un sustrato a base de piedras grandes. Las piedras grandes no se ajustarán entre si a la perfección y por lo tanto el oxígeno dispondrá de muchos huecos por los que circular libremente. Por lo tanto, ya podemos sacar una conclusión: los sustratos ligeros son mucho mejores que los compactos. También podríamos sacar una segunda conclusión: los sustratos hidropónicos son mejores que los hechos a base de tierra, o sea, los biológicos. Y estaríamos en lo cierto…en muchos sentidos. Pero antes que los defensores a ultranza del cultivo biológico, entre los que me encuentro yo mismo, se me echen encima, permitidme ahondar algo más en la materia.

Como ya hemos dicho al comienzo de este reportaje, entrevisté a Bob Baars, considerado una eminencia por las mejores universidades de los EEUU y Europa. Bob es ingeniero agrónomo y, sobre todo, biólogo. Perteneciendo a una generación en la que se generalizó la marihuana como vehículo de comunicación y emblema entre millones de jóvenes hippies, y más aún en su Ámsterdam natal, estudió a fondo la fisiología y biología del cannabis. Podría decirse que el cannabis fue una de sus asignaturas favoritas aunque ni mucho menos la única. Su conocimiento del mundo verde es asombroso y muy basto. Ha desarrollado en los últimos años teorías de fertilización completamente diferentes a las existentes y, creedme, muy eficaces. Esta temporada tuve la ocasión de ver un cultivo en exterior de índicas con sus teorías aplicadas… y jamás he visto plantas así de brillantes. Nunca antes había visto cogollos tan deliciosos de sabor al fumarlos, tan prietos y resinosos, tan productivos. Además, de especialmente barata la fertilización. Con muy poco se han conseguido resultados más que notables.

Cultivo en akadama y lutita

Y es precisamente Bob quién me habló sobre el sustrato ideal así como de los sustratos existentes en el marcado a los que descalificó como ideales para el cannabis. Para empezar descartó la turba rubia como idónea para este menester. Casi todos los fabricantes de sustratos para el sector cannábico usan la turba rubia, concretamente la sphagnum, para su creación. Y por si fuera poco la abaratan con turba negra, que es de muy baja calidad. Suponemos que la añaden para abaratar el producto final. En su opinión, de igual forma que al principio sí es adecuada, al poco tiempo deja de serlo. Al principio está muy suelta y además es inerte, lo cual favorece el desarrollo radicular. Pero a no mucho tardar se compacta demasiado, se convierte en un mazacote que no favorece el paso y desarrollo de las adventicias. En su opinión, el sustrato perfecto para el desarrollo del cannabis es la fibra de coco. Nunca se compacta y estimula el desarrollo de todo tipo de raíces. De hecho, en las fotos que os muestro podéis ver dos cultivos: uno en fibra de coco y otro en tierra de calidad. Como se aprecia, el de coco tiene muchas más raíces. Ambos cultivos han sido hechos a partir de esquejes de una misma planta madre y abonados con los mismos nutrientes. Sin embargo, el que está en coco tiene un cepellón mucho más rico en raíces.

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Luego, ¿podríamos afirmar que el coco es definitivamente el sustrato “ad hoc” para el cannabis? Yo creo que no. Sí estoy de acuerdo en que es el que más raíces produce y por lo tanto el que más marihuana nos producirá. Pero, como decía el que intervino en el foro cannábico mencionado, ésta carece de ciertas virtudes organolépticas que son importantes. Para mejorarlas habría que desarrollar una mezcla entre coco, que en definitiva es hidroponía, y algo más que lo convierta en semiorgánico. Todavía no existe este producto, aunque ya hay una marca que en breve lo sacará al mercado. Cuando lo hagan ya os contaremos. Pero mientras tanto vamos a ver cómo lo están desarrollando.

Direfencias en el desarrollo radicular del cultivo en tierra y en coco.

Lo ideal, según Bob Baars, es una mezcla que llevaría un 70% de fibra de coco, un 20% de humus de lombriz, lo cual lo convertiría en semiorgánico y un 10% de aireadores del sustrato del tipo perlita o arlita, casi mejor la perlita. La empresa que está desarrollando este sustrato además le incorpora un baño en profundidad de microorganismos beneficiosos así como ácidos húmicos y fúlvicos y una considerable cantidad de aminoácidos. De esta manera, además de ser el sustrato perfecto para nuestra querida planta, será un sustrato vivo y, por ende, interactivo. La presencia de tantas cepas de microorganismos hará que sea siempre reutilizable en cada cultivo ya que algunas de sus bacterias se retroalimentan de todo lo que dejamos entre cultivo y cultivo para después excretarlo en forma de nitrógeno altamente asequible para las raíces del cannabis. Además, si ya de por si el coco estimula la producción de raíces, el añadirle perlita supondrá una estimulación extra considerable. El humus hace que dispongamos de todos los aromas y sabores del orgánico así como un aporte nutricional considerable que hará que la planta crezca con extrema fuerza y que el coco sea aún más esponjoso. Nunca olvidemos que el punto débil del cannabis son sus raíces. Son extremadamente débiles y poco eficaces. Salvo gloriosas excepciones, si no se lo ponemos muy fácil no obtendremos nada de calidad. Y cuando hablamos de “gloriosas excepciones” nos referimos a muy pocas en realidad. En esta revista publicamos hace unos años un caso de una semilla que había caído al suelo por accidente y sin embargo dio una mata de cannabis inmensa en muy poco tiempo. Esto es una gloriosa excepción. En la naturaleza el problema se solventa porque cada hembra polinizada puede producir miles de semillas. Con que tan sólo 10 prosperen es más que suficiente para asegurar la supervivencia de la especie. Pero cuando te compras cinco semillas a 50 euros no puedes arriesgarte tanto. Tienes que asegurarte de que todas nos dan una excelente calidad y eso comienza por un mejor pan de raíces.

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.