Artículo sobre las asociaciones cannábicas españolas y su funcionamiento, por nuestro especialista en cuestiones legales.

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Me es grato volver a compartir con vosotros un número más algunas reflexiones sobre los aspectos jurídicos del cannabis y hoy, en concreto, quisiera llevar a cabo dichas reflexiones acerca de uno de los principales actores del impulso del movimiento cannábico en España, me refiero a las asociaciones cannábicas, las cuales han aglutinado a una serie de personas con intereses y sensibilidades semejantes cuya finalidad última es, en general, buscar la normalización del cannabis en los diversos ámbitos sociales. Si bien hay que recordar que estas organizaciones, sin perjuicio de su objeto social alrededor del cannabis, no dejan de ser asociaciones, estando por ello sometidas a diversas normas legales que rigen su actuación y funcionamiento, debiendo cumplirse las mismas en todos sus términos.  

 

Podemos comenzar a hablar de las asociaciones cannábicas haciendo una breve referencia a la realidad social y asociativa cannábica española, para poder así centrar adecuadamente nuestro objeto de estudio.  

España es uno de los países de la Unión Europea donde mayor índice de consumidores de cannabis existe, índice que ha ido en aumento en los últimos años, lo que ha supuesto la existencia en nuestro país de un número importante de personas relacionados con el consumo de esta sustancia, acumulándose consumidores de hasta tres generaciones distintas.  

No se trata, sin embargo, y simplemente, de una pluralidad de personas que de manera individual consumen una sustancia con un estatus legal determinado, sino que una parte de esta masa social ha ido generando toda una serie de estructuras y comportamientos estrechamente ligados al citado consumo y que, en muchas ocasiones, son tendentes a buscar un cambio legal y de percepción social respecto al cannabis en el Estado español, llegando a crear lo que se ha denominado como cultura pro-cannabis, grupos antiprohibicionistas o, más ampliamente, movimiento.  

Este movimiento cannábico es un fenómeno presente en la realidad española desde hace casi veinte años y, si bien no ha sido demasiado estudiado, más allá de la excelente Tesis Doctoral de nuestro compañero de revista, Isidro Marín, sí que ha ido tomando consistencia como realidad social. Como parte de los hitos más significativos del movimiento cannábico están la aparición por todo el Estado español de negocios expresamente ligados a la producción y consumo del cannabis (son los llamados grow-shops), así como todo un conjunto de acciones y realidades vinculadas, como la aparición de revistas y páginas web enteramente dedicadas a este tema, y, lo que nos resulta más interesante a los efectos de estas líneas, la aparición también de diversas asociaciones de inspiración cannábica directa, las cuales han liderado movilizaciones y acciones con amplia participación y una fuerte carga reivindicativa.  

Ya hemos comentado en otras ocasiones que el cannábico es un movimiento no excesivamente cohesionado, cuya estructura es débil, y sin bien se han intentando iniciativas de acumulación de esfuerzos, como la creación de asociaciones y el posterior agrupamiento de las mismas, la coordinación de acciones e iniciativas conjuntas a nivel nacional presenta serias dificultades aunque, ha de reconocerse, ha mejorado sustancialmente en los últimos tiempos.  

Los postulados defendidos por estas asociaciones suponen, en muchos casos, un choque frontal no tanto, o no sólo, con la legislación vigente en materia de drogas, sino más bien con determinados grupos e instituciones que, por diversos motivos (salud pública, intervención social, morales…) se oponen a que el consumo de cannabis alcance un status de normalidad y de legalidad de usos, por considerar tales grupos e instituciones pernicioso, de un modo u otro, el consumo de esta sustancia, si bien, ha de decirse desde ya, los Estatutos de las asociaciones cannábicas tienden a excluir de manera expresa cualquier actividad de fomento de consumos y tráficos ilegales de cannabis.  

Un poco, la cronología de las asociaciones cannábicas en España podría resumirse, siguiendo a diversos autores que han escrito sobre ello, indicando que en 1989 aparece en Navarra la que podría considerarse como primera asociación de pura inspiración cannábica, la Asociación por la Legalización de las Drogas. A esta asociación siguieron otras como la Asociación Ramón Santos de Estudios del Cannabis (ARSEC), en 1991, o la Asociación Madrileña de Estudios sobre el Cannabis (AMEC), en 1995.  

Paulatinamente el número de asociaciones cannábicas fue aumentando, apareciendo en diversos puntos de España (SECA en Aragón, ARSECA en Andalucía o Bena-Riamba en Valencia), llegando a constituirse en 1996 la Coordinadora Estatal por la Normalización del Cannabis, si bien la misma no llegó a constituirse como una organización de organizaciones, cesando en sus actividades años después, sin que ello impidiese, eso sí, que el movimiento o las asociaciones individualmente consideradas continuasen su trabajo y aumentasen sus actividades y presencia en la escena pública.  

A finales del año 2004, se creó la Federación de Asociaciones Cannábicas (FAC), que se configuró como un nuevo intento de unificar la voz del movimiento cannábico, agrupando a las principales asociaciones, pero no a todas, y buscando tener una presencia mayor por medio de la planificación de una estrategia conjunta a nivel nacional para poder incidir en la actual política sobre drogas, especialmente en la establecida respecto al cannabis. Este nuevo intento de organización pretende acabar con uno de los principales problemas de este movimiento social como es la falta de coordinación y cohesión interna del movimiento.

Si nos fijamos en el contenido de la página web de la FAC, en España existirían en la actualidad unas 25 asociaciones cannábicas operativas, distribuyéndose principalmente entre asociaciones cuyos fines son el estudio de la planta del cannabis y sus usos, y aquellas otras que agrupan a usuarios de la planta (principalmente consumidores de esta sustancia), si bien cada vez más tienden a recogerse ambos objetos en los Estatutos de las asociaciones.   

 

(Continuará)

 

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