Por: J. C. Ruiz Franco (http://www.shulgin.es)

Ofrecemos una entrevista a Antonio Escohotado que se realizó el día 6 de diciembre de 2009, y en la que el protagonista nos cuenta sus ideas y opiniones sobre el cannabis, entre otros temas. Muchos cigarrillos y varios porros estimulaban a los contertulios, pero también viciaban el ambiente; tanto que pasé esa noche y todo el día siguiente con los ojos, la garganta y los bronquios irritados. ¡París bien vale una misa!

Conozco a Antonio Escohotado (Madrid, 1941) en persona desde hace sólo unos meses, aunque hace bastante tiempo —en el año 1995— me presenté en su despacho de la UNED para consultarle sobre una posible tesis doctoral mía sobre drogas; fugaz encuentro del que —como es lógico— no se acordaba.

La primera vez que acudí a visitarle a su domicilio de la sierra madrileña fui de la mano de Carlos Moya (Córdoba, 1936) —catedrático emérito de Sociología, amigo íntimo suyo, compañero de trabajo y de peripecias— para pedirle información sobre Albert Hofmann. Eso me abrió las puertas de la casa de un hombre que —supongo— debe de estar algo cansado de que, debido a su popularidad, tantos drogófilos le aborden para felicitarle por sus libros, preguntarle algo, o simplemente para saludarle; y de que tantos ignorantes y energúmenos le insulten y le culpen de las desgracias de algún familiar o conocido que no ha sabido manejar adecuadamente alguna droga.

Como es lógico, lo primero que uno busca en él es algún comentario sobre sustancias psicoactivas, esperando que comparta en persona su sabiduría, todos sus conocimientos, para así reforzar o ampliar lo que hemos leído en sus libros y artículos. Sin embargo, a medida que se le escucha hablar, lo que se confirma es su amplia diversidad de intereses y conocimientos, además de su gran erudición.

Poco a poco empecé a entrar en las conversaciones que estos dos gigantes intelectuales (Escohotado y Moya) entablaban sobre pensamiento político y económico, y gracias a ello llegué a su último libro, Los enemigos del comercio, del que sólo conocía alguna reseña, que ahora estoy leyendo poco a poco —saboreándolo, como los buenos vinos—, y que me está sirviendo para liquidar las últimas quimeras políticas que aún quedaban en mi mente de pequeño filósofo formado en el ambiente universitario ‘rojeril’ de los años ochenta.

Escohotado es todo lo que describo en la biografía que acompaña a esta entrevista, y mucho más. Por ejemplo, aunque reconoce haber probado prácticamente de todo y haberse excedido en ocasiones, tiene una salud de hierro y hace ejercicio físico regularmente para mantenerse en forma. He visto cómo agarra con fuerza el aparato de musculación que tiene en el sótano y cómo realiza varias series hasta el fallo muscular. Suele practicar la natación cuando el tiempo acompaña, y hasta hace poco salía a los bosquecillos cercanos para cortar leña, llevarla a casa y quemarla en la chimenea. Asimismo, como buen pensador, es un gran aficionado al ajedrez. Este juego fue una de mis pasiones juveniles y a él dediqué algunos años, así que muy pronto nos encontramos sentados frente al tablero, jugando partidas y analizando movimientos. El estilo que cada ajedrecista demuestra guarda relación con su carácter; en una actividad donde no interviene el azar, las decisiones se ven influidas por la psicología de cada persona. Mi temperamento poco agresivo y mi pereza habitual me inducen a no calcular muchas jugadas; prefiero las posiciones definidas, técnicas, de carácter cerrado, y confío más en mis conocimientos estratégicos y en mi visión inmediata. En cambio, ‘Escota’ se mueve mejor en posiciones abiertas e intenta analizar todo lo que puede, buscar el mejor movimiento de entre todos los posibles, orientarse, a base de reflexión, en el caos de piezas que hay sobre el tablero. Me aventuro a decir que esto puede ser reflejo de un deseo constante de abrirse paso en el mundo a fuerza de elegir lo mejor gracias a su inteligencia, así como de su capacidad de moverse sin problemas en aguas revueltas.

Pero dejémonos de especulaciones y vayamos a lo que más interesa al lector. Escohotado ha probado muchas drogas a lo largo de su vida, y el cannabis es una de sus favoritas. Cultiva sus propias plantas desde hace años, mucho antes de que existieran ‘grow shops’. Por aquel entonces los fumetas plantaban las semillas que podían conseguir, y con mucho arte y esfuerzo lograban sacar adelante marihuanas psicoactivas. Como nota anecdótica —que para él habrá sido un fuerte golpe, no una anécdota—, esta temporada ha sido víctima de la ola de robos de plantas que últimamente ha ido en aumento.

En la conversación estaban también presentes Carlos Moya —a quien ya hemos mencionado— y Javier Muns, amigo de la familia, por lo que incluimos sus comentarios.

J. C. Ruiz Franco: Empecemos por el principio: ¿Recuerdas cuándo consumiste cannabis por primera vez?

Antonio Escohotado: En otoño del año 1964.

JCRF.: ¿Se fumaba mucha hierba en los sesenta? ¿Era de buena o mala calidad?

AE: Poquísima, y era de ínfima calidad. Hasta bien entrados los setenta no hay ni calidad ni existencias. La gran excepción fue un espléndido hachís afgano, que despareció por completo hacia 1975.

(Carlos Moya menciona el 00 (doblecero), que le gustaba bastante. En cambio, a Escohotado no le gustaba mucho. Javier Muns hace un comentario sobre el hachís marroquí, que abundaba en los sesenta, y dice que no era muy bueno, pero mejor que el que hay actualmente. Escohotado prefería el hachís afgano al 00, y afirma que el hachís marroquí —tanto goma como polen— no es THC, sino básicamente CBD, y se parece más al Valium que a un fármaco de viaje).

JCRF: En varias ocasiones has dicho que no te gustan los gurúes. Sin embargo, por tus apariciones en los medios; por tus artículos y, sobre todo, por tu Historia general de las drogas, te has convertido en un autor de referencia y, para muchos, en un maestro. ¿Cómo se lleva esto?

AE: Me parece muy poco educado para con los demás ir de vidente y salvador, por más que este tipo de pesado suele deberse a un público definido, verdadero culpable del ataque de autoimportancia que se dan sus guías. “Benditos sean los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino…”

JCRF: ¿Crees que te entendieron las “madres de toxicómanos”?

AE: Sí, a fin de cuentas. Era cuestión de decirles: “No se dejen engañar por una malignidad disfrazada de indefensión, no confundan melodrama con metabolismo. Su ignorancia, añadida al delirio de cualquier cruzada salvífica, hace que ustedes y sus hijos encuentren el diablo en un nuevo puchero de brujas”. Desde entonces quienes pasaron a odiarme de verdad fueron los yonkis, que son los verdaderos enemigos del autocontrol.

Te habrás fijado, por lo demás, en que dejaron la aguja ‘de motu proprio’, cuando el rol inventado por Burroughs dejó de seducir a su público. Ahora los padres tienen otros toxicómanos, ligados a la institución del fin de semana sobre todo, que son tan delirantes en la dosificación de pastillas y polvos como los de hace dos o tres décadas, pero sin tanta carga de autodestructividad como en los sesenta, porque entonces estaba de moda también el terrorismo político.

La tarea sempiterna es transmitir los valores de cada generación a la siguiente, y aunque hemos ido empezando a aprender de las drogas y a convivir con ellas, parece más difícil que nunca enseñar a nuestros hijos otra parte de los valores, en particular el tesón y la búsqueda de un sí mismo. Donde creo haber puesto un granito de arena es en distinguir entre uso y abuso, aclarando en detalle cómo lo segundo te priva de aquello que andabas persiguiendo. Tras la persecución de un placer que no incluye adquirir conocimientos y elegancia (entiéndase por ello el ideal de una sobria ebriedad), el término sólo puede ser dolor.

JCRF: Tú has escrito mucho, principalmente sobre filosofía. Sin embargo, para el público eres conocido por tu Historia general de las drogas, tus otros libros sobre drogas, tus artículos y tus apariciones en los medios. ¿En algún momento te ha molestado esto?

AE: No, salvo en lo que tiene de ser etiquetado y convertido en apóstol para algunas gentes que confunden la rebeldía con el capricho. Si esos lectores conocieran el resto de mi trabajo probablemente me tendrían un respeto más fundado, y ampliarían su círculo de inquietudes. Sigo pensando que el respeto del prójimo es nuestra máxima aspiración razonable.

JCRF: ¿Qué sucede cuando, en lugar de un consumo responsable, alguien se excede; y después, para eludir su responsabilidad, echa la culpa a la droga o a la sociedad? ¿Qué explicación tiene esto?

AE: La medicina más antigua y universal es el esquema proyectivo, que cristaliza en la institución del chivo expiatorio. Igual que el maniqueísmo, que coagula el movimiento reduciéndolo a dos posiciones, es huella de nuestra barbarie primordial. La tarea del pensamiento no delirante —el de vocación científica o ecuánime— es superar ambas cosas. Lo real es, sin duda, analógico o evolutivo, no dualista; y tampoco premia con éxito el “pague por mí este otro” del chivo expiatorio, pero es formidablemente difícil pensar y actuar sin esas muletas.

JCRF: Tu último libro, Los enemigos del comercio, puede considerarse una historia del comunismo. En una entrevista señalaste al conformismo como uno de los males de la sociedad. ¿Ese conformismo tiene relación con el comunismo, aunque siempre nos hayan presentado a éste como algo revolucionario?

JC Bouso, Escohotado y Torrente Malvido

AE: Investigar la historia del comunismo me ha hecho ver que constituye una reclamación de seguridad, resurgida con cada progreso objetivo de la libertad. Su revolución, ya sea en la Edad Media o en la Moderna, es una reacción conservadora que finalmente rechaza la erosión sufrida por el esquema del chivo expiatorio y el dualismo, odiando la incertidumbre en general. Observa que el comercio, con todo su componente de estafa y su secreta pretensión de monopolio, no es ninguna panacea, sino sólo la primera perspectiva no clerical-militar de la vida en común. Ha descubierto una modalidad de cooperación distinta de agruparse para conquistar al vecino o para convertirle a un credo. La compraventa de bienes es indefectiblemente un intercambio de ideas, por ejemplo, y quien lo sataniza está canonizando el inmovilismo tanto ideológico como social. No odia al rico por cuna o posición de mando, sino a quien nació pobre y dejó de serlo gracias a una mezcla de suerte y esfuerzo.

JCRF: ¿El cannabis es una droga de conformidad, o es revolucionaria?

AE: Es revolucionaria porque abre horizontes, presentando un lado imprevisto en las sensaciones y haciéndonos pensar en nosotros mismos sin autocomplacencia. Drogas de conformidad son, por ejemplo, los tranquilizantes y el alcohol.

(Carlos Moya: depende del contexto, de la persona y del momento. Con el alcohol hay cierta propensión a la violencia, aunque la borrachera puede ser de lo más agradable. La marihuana nos pacifica y nos permite sobrellevar mejor todo).

 JCRF: ¿Y cuál es la actitud del comunismo hacia las drogas?

AE: Ambivalente. Hubo una época en que ser rojo equivalía a ser antiprohibicionista. Y la izquierda americana, menos apolillada que la del resto del mundo, fue decisiva para que saliesen del armario. El lema “drogas, sexo y rock” fue lo menos fanático del siglo XX, y nos queda como admirable consejo el de “haz el amor, no la guerra”. Curiosamente, los conventículos leninistas tenían pésimos viajes con LSD, y muchos se destruyeron recurriendo al ‘pico’.

JCRF: Volvamos al cannabis, la temática de esta revista ¿Prefieres marihuana o hachís?

AE: Prefiero la marihuana y su lucidez, unas veces jovial y otras grave.

(Carlos Moya: depende de la calidad. Son géneros distintos. Con el hachís se puede escribir muy bien y con la marihuana no. La marihuana es para estar con los amigos y pasarlo bien, y el hachís sirve más para concentrarse en uno mismo).

 JCRF: ¿Fumada o ingerida?

AE: Normalmente fumada. En algunas ocasiones la he comido, y una vez me excedí ingiriendo aceite de hachís.

JCRF: ¿Drogas naturales o drogas sintéticas?

AE: No comulgo con el naturismo farmacológico, ya que química es naturaleza en sentido eminente. Si el principio activo se aísla tenemos una substancia más pura, menos áspera y más fácil de dosificar. Piensa en lo repugnante que resulta la ayahuasca, a despecho de ser un fármaco bien interesante, que enseña y limpia. Siempre he pensado que podría desecarse y encapsularse, pero eso les parece a sus iglesias una herejía.

JCRF: Los efectos del cannabis, eufóricos o depresivos, ¿dependen más de la variedad que se consuma, del temperamento de cada individuo o del entorno? ¿O son resultado de una combinación de los tres aspectos?

AE: De los tres sin duda alguna. Cuanto más potente sea, más profundo será su efecto.

 ­JCRF: ¿Cultivas tu propia marihuana?

AE: Sí. Empecé a mediados de los setenta, con semillas no selectas y abonos no específicos, pero al cabo de dos o tres cosechas empecé a aprender, y desde entonces obtengo buen material. Incluso logré una hidropónica espléndida de Northern Lights ― Silver Haze hacia 1990.

JCRF: ¿Tienes alguna preferencia en cuanto a la variedad? ¿Prefieres sativa o índica?

AE: Prefiero las sativas por el efecto, aunque las índicas son más fáciles de cultivar.

 JCRF: ¿Algún truco especial para cultivar, marca de la casa Escohotado?

AE: Periodificar el abono. Empiezas con una vez a la semana y terminas repartiéndolo cada par de días, por supuesto reduciendo la cantidad.

 JCRF: ¿Crees que acabará algún día la prohibición? ¿Y en el caso concreto del cannabis?

AE: La guerra se acabó hace tiempo, sobre todo para el cáñamo. Ahora lo que quedan son peajes, como la Ley Corcuera, y los abusos derivados de que sea sólo una victoria de hecho, no de derecho. El cruzado farmacológico pretendía que nadie tomara drogas, y ha logrado que haya muchos más usuarios, mucha más variedad en la oferta y un mercado negro grandioso. La asignatura pendiente es ir solventando el tema de la pureza, porque si sólo la dosis hace de algo un veneno, y sólo ella traza la frontera entre uso y abuso, necesitamos poder refinar esos productos para que nuestro empleo sea refinado, elegante.

Tampoco descartaría un retorno de la guerra, pues la cruzada contra el tabaco crece en vez de diluirse, y cualquier éxito en ese campo reanimará el fervor aplicado a la persecución de otras drogas. No olvidemos que la libertad nunca se ha regalado, y que el negocio del mesías/gángster consiste siempre en privarnos de ella por nuestro propio bien.

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.