Wade Davis, la persona que más sabe en Occidente sobre las plantas del Amazonas, incluidas las alucinógenas, habló con SEMANA sobre el problema de las drogas, el futuro de la selva amazónica y el consumo de yagé.

En un país en el que la ciencia y los científicos viven relegados a un segundo plano, sorprende que un etnobotánico sea el autor de un libro con más de 6.000 ejemplares vendidos (en Colombia, cualquier obra que llegue a los 5.000 ya es considerada un éxito editorial). Se trata del canadiense Wade Davis y el libro es El río, una biografía de Richard Evans Schultes, una de las primeras personas que vieron al Amazonas como una fuente de conocimiento y no de riqueza.

Davis estuvo en Bogotá, invitado al cierre de la semana de la biodiversidad, evento para llamar la atención sobre el ritmo acelerado con el que el planeta está perdiendo su biodiversidad. Pasó por Medellín y Bogotá y, como ya es costumbre cada vez que viene, en ambas ciudades los auditorios de sus conferencias registraron lleno total.

SEMANA: ¿Cuál fue el gran legado de Richard Evans Schultes?

Wade Davis: Schultes fue un gran botánico, descubrió especies y fue el primero en hablar de lo importante que es preservar la selva húmeda del Amazonas. Pero su gran contribución fue reconocer que los chamanes indios eran sus pares, que sabían más de las plantas de lo que él jamás podría llegar a saber. Hay lugares en el Amazonas en el que él es casi una leyenda solo por haber sido decente y bueno. Su verdadero legado fue reconocer que los habitantes del Amazonas eran sus maestros.

SEMANA: ¿Qué opina del consumo cada vez más frecuente del yagé en las ciudades?

W.D.: No estoy en una posición para decir quién o cómo deba usar el yagé. Me parece interesante lo que ha despertado en las ciudades, casi un culto. Veo ahí una búsqueda espiritual de muchas personas que viven en el mundo industrializado. Yo siempre he visto al yagé como un sacramento muy poderoso para las comunidades del Amazonas. No me interesaría tomar yagé en una fiesta en Bogotá.

SEMANA: Usted, que ha investigado la hoja de coca y los usos que se le puede dar, ¿cómo ve la guerra contra las drogas?

W.D.: Como el acto de locura humana más grande de la historia. Deberían legalizarlas. Debo decir que comparar coca con cocaína es como comparar la fruta de un durazno con el veneno que se encuentra en su semilla. La cocaína es un anestésico muy útil. Creo que no hay tal cosa como drogas buenas y malas, sino buenas y malas formas de usarlas.

SEMANA: ¿Por qué un “acto de locura”?

W.D.: Me refiero a los 30.000 millones de dólares que todos los años se gasta Estados Unidos en esta guerra mientras aumenta cada vez más el consumo. Y es que jamás me he encontrado con alguien cuya decisión de consumir o no haya tenido que ver con que se trate de sustancias ilegales. Sospecho que si las drogas fueran legalizadas, el aumento en el consumo sería mínimo. Cualesquiera que sean los riesgos de la legalización, estos terminan siendo triviales si se comparan con las consecuencias de la prohibición. Esta ha creado hábitos de consumo en Europa y Estados Unidos que han destruido la democracia colombiana, una de las más fuertes y admirables de América Latina. Ha llevado a que en California se gaste más plata en cárceles que en universidades.

SEMANA: ¿Qué hacer mientras se legaliza?

W.D.: Todos los que consumen cocaína en el mundo deberían saber que cada vez que lo hacen están fomentando la violencia en Colombia, están matando a un indígena y destruyendo la selva. No estoy en contra del uso de la cocaína por razones morales, ¡solo es que su consumo hoy tiene unas implicaciones tan perversas! Colombia merece algo mejor.

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