El Dr. Jacques Joseph Moreau ya es un conocido de esta sección de la Cannabis Magazine. En anteriores números recordamos el club de los hachichinos y, de pasada, apareció su nombre. Él había sido, en palabras de Ethan Russo, “el personaje conocido como «Dr. X» que proveyó hachís en forma de un remedio llamado dawamesk a los illuminati literarios como Théophile Gautier, Charles Baudelaire, Alexandre Dumas y Honoré de Balzac”[1].

por Guadalupe Casillas

 

Pero, sobre todo es conocido en psiquiatría por ser “uno de los primeros en aplicar la farmacología herbal sistemáticamente al tratamiento de la enfermedad mental”[2]. Tal distinción se la ganó al experimentar con Datura stramonium para probar sus efectos alucinógenos disociativos. Esto fue en 1841. Cuatro años después publicaría su primera obra, con el título El hachís y la alienación mental: estudios psicológicos, un explícito testigo literario de la fusión entre el cannabis y la psiquiatría y que será tratada aquí.

Los viajes por Oriente

Moreau había sido el alumno aventajado de su profesor, el Dr. Esquirol, en la facultad de medicina de París y tal era la estima mutua que se tenían, que el alumno le dedicó su tesis al profesor, y el profesor promocionó al alumno.

Después de aquello, Esquirol lo invitó a servir de acompañante a los pacientes en los viajes terapéuticos que él mismo les recomendaba, suponiendo éstos a su vez, ocasiones para el alumno de hacer investigación de campo y darse una vuelta por el mundo. De este modo, Moreau se paseó por Italia, Turquía, Egipto, Palestina y Siria, entre otros países, y así fue como tomó contacto con el cannabis.

En El hachís y la alienación mental explica lo habitual que es el cannabis para algunas culturas orientales, cuando dice que “todos cuantos han visitado el Oriente saben bien lo extendido que se encuentra allí el uso del hachís, sobre todo entre los árabes, entre los que se ha convertido en una necesidad no menos imperiosa que el opio entre los turcos y los chinos, o las bebidas alcohólicas en Europa”.

Entonces escribiría también que “el deseo de lo ideal es tan fuerte en el hombre que, bajo su empuje, intenta aflojar los lazos que sujetan el alma al cuerpo como sea, y, no hallándose la consecución del éxtasis al alcance de su naturaleza, no le queda otro remedio que beber la alegría, fumar el olvido o comer la locura, en forma de vino, de tabaco, o de hachís”.

Con estas aseveraciones asemeja el consumo de tabaco o alcohol, aceptados socialmente, al consumo de hachís, y nos da buena cuenta de su apertura, pues no demoniza la sustancia natural, sino que por lo contrario acaba convirtiéndola en el centro de su obra. Además, Moreau entiende que existe un motivo común innato en el ser humano para consumir todas las sustancias: la búsqueda de liberación del alma, el deseo de lo ideal.

Tan útil considera el hachís que, como escribe, “tras mi viaje a Oriente, los efectos del hachís han constituido para mí objeto de estudio serio y perseverante. En cuanto he podido, y con todos los medios a mi alcance, me he esforzado en sembrar este conocimiento entre el público médico”.

Jacques-Joseph Moreau (Wikipedia)

El hachís y la locura

A eso se dedicó cuando volvió a París de estos viajes. Se afanó en ser empleado como doctor en el Hospital de Bicêtre para más tarde, auspiciado por su padrino, ejercer como médico la mayor parte de su carrera profesional en el hospital privado dirigido por el Dr. Esquirol, del que se haría cargo tras la muerte de éste y de su sobrino heredero. Mientras tanto, siguió su propósito de experimentar con el hachís y lideró el club de los hachichinos, tan tratado en nuestras páginas.

Se dice que “fundó su club con la finalidad de llevar a cabo investigaciones psicológicas, y con la esperanza de poder utilizar la cannabis en el tratamiento de algunas enfermedades mentales”[3]. En psiquiatría es valorado sobre todo su empeño por “teorizar la psicosis”[4] usando el hachís como herramienta científica y manteniendo una aproximación subjetiva antes los experimentos.

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Él mismo se cuenta como orgulloso conejillo de indias de sus experimentos: “yo había adquirido este conocimiento experimentando el efecto del hachís en mí mismo y no sólo a través de lo que otros habían relatado. Es más, ésta es la única manera de estudiar dichos efectos, pues la observación hecha sobre otros aporta solamente apariencias que poco o nada resuelven, si es que no nos hacen caer en burdos errores”.

En Historia de los síntomas de los trastornos mentales, se dice que “la contribución de Moreau es muy importante”, pues “conceptualizó el delirio como un fenómeno psicológico similar a un sueño que podría seguir a la «imaginación excitada», producida por la intoxicación con hachís”[5].

Por tanto, la ensoñación producida por el hachís sería inducida para usarse como simulacro de las circunstancias que producen la locura. Quizás para entenderlo mejor, quepa agregar otro apunte que hizo: “Siempre que un individuo alucina, por el sólo hecho de sus alucinaciones, se encuentra en estado de sueño (ensoñación, rêve) es decir, se encuentra en un estado psíquico que, aunque no haya sido causado por el sueño (adormecimiento, sommeil), no deja por ello de ser completamente idéntico a este estado. La causa primitiva de las alucinaciones es siempre la misma, independientemente de que le llame sueño (adormecimiento) o alienación mental”.

Para Moreau, el hachís era la puerta a la alucinación, y la alucinación del hachís, el entorno perfecto para, según pensaba él, indagar en la locura. Una alucinación que, por haber sido inducida mediante el hachís, ayudaba a reproducir situaciones similares a la locura, pero de un modo controlado. O, al menos, eso creía el psiquiatra francés. Por eso afirmaba que “no existe ningún hecho elemental o constitutivo de la locura que no se encuentre también en las modificaciones intelectuales desplegadas por el hachís”.

Para aquellos interesados en profundizar en las conclusiones de sus estudios en materia de psiquiatría, se recomienda acudir al libro del autor. No hay mejor modo de, mediante su lectura amena, aproximarnos a su pensamiento.

Hachís artesano de Tosh Valley en la India (Atonedstonedsparrow, Wikipedia)

Impresiones del hachís

Sin entrar en especificaciones psiquiátricas, el libro de Moreau es también testigo de su tiempo. Su aventajado conocimiento de las culturas orientales y su curiosidad enciclopédica muy propia de la época, se distinguen en sus apuntes acerca del hachís. Cuenta al principio de su obra, antes de internarse en los aspectos científicos, las virtudes y efectos del cannabis, intentando condensar todo lo que sabe y ha conocido de la planta.

“En un determinado momento de la intoxicación, al tiempo que una increíble efervescencia se adueña de las facultades mentales, se manifiesta un fenómeno psíquico, quizás el más curioso de todos y que me siento incapaz de caracterizar de forma suficientemente precisa: se trata de un sentimiento de bienestar físico y mental, de gozo interior, de alegría íntima, gozo y alegría indefinibles, que en vano intenta uno comprender y analizar pues siempre se le escapa la causa”.

Este es uno de los efectos, caracterizados como casi universales, o comunes a todos los consumidores. Su primera experiencia con el hachís está narrada al inicio del libro y, aunque matiza sus argumentos, procura elaborar una lista en que se reflejen, de modo genérico, los efectos más habituales del hachís. Los destacados parecen ser: sentimiento de dicha, excitación, disociación de ideas, error sobre el tiempo y el espacio, desarrollo de la sensibilidad del oído, convicciones delirantes y alteración de los efectos.

A pesar de que parezca, por como se explica, que existen efectos que afectan a todos los consumidores de hachís, también defiende que ciertos efectos son diferentes en cada individuo y que pueden verse influenciados no lo niega por factores externos: “Su acción está lejos de ser igual para todos los individuos. A igual dosis, puede producir efectos extremadamente diversos, según los individuos. No puedo precisar cuáles son los temperamentos o constituciones que experimentan más vivamente su influencia.”

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Es interesante que Moreau, como psiquiatra, repare en los condicionantes externos que pueden influenciar el consumo. Hemos de tener en cuenta que en todo momento hace referencia a un consumo de hachís ingerido, comido. Es el dawamesc la forma escogida para comerlo, una mezcla elaborada con otras sustancias, “sustancias afrodisíacas”, como la canela, el clavo o el jengibre.

Algunas de las opiniones que vierte a este respecto en sus escritos, es que el hachís era más valorado entre los europeos, y su círculo, si estaba fresco. Un hachís curado por el tiempo no era tan apreciado por el paladar europeo, del que explica que está maleducado por los productos de los confitería tradicional. Comenta también, que curiosamente en la India “no se encuentra jamás el hachís puro, sino mezclado con las sustancias que acabamos de enumerar, o incluso con opio, extracto de datura y otras sustancias narcóticas”.

Mantequilla de cannabis (Cannabis Training University, Wikipedia)

En el caso de Moreau, sus preparados de hachís se elaboraban junto a ingredientes inocuos y los efectos eran, por tanto, más puros. A su parecer, comer hachís en forma de dawamesc es una experiencia diametralmente opuesta a fumarlo. Él mismo afirma: “Las hojas del hachís pueden fumarse con tabaco: si han sido cogidas recientemente, su efecto es rápido y potente, pero parece que pierden todas, o casi todas sus propiedades una vez que se han secado”.

Si bien es cierto que no todo su conocimiento sobre el cannabis, en este caso, sobre el hachís, es exacto, si es encomiable su labor por normalizarlo e incluirlo como herramienta médica. Por ello, es comprensible que realice un repaso histórico de sus usos al principio de la narración, quizás como un modo más de legitimarlos y anular el estigma que lo rodea. Así se refiere a la poesía de Homero y a los escritos de Marco Polo, entre otros, para asentar la idea de que el cannabis es una sustancia que nos ha acompañado desde nuestros más lejanos ancestros.

Resulta, en definitiva, que Moreau, al margen de cualquier circunstancia, abrió la veda para la investigación con cannabis en psiquiatría. Hoy, el producto de su trabajo, es apreciable, por ejemplo, en el tratamiento del Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) con cannabis. Seguramente, en el futuro sigamos siendo testigos de los frutos que dio su afán por normalizar el hachís.


[1] Russo E. & Grotenhermen F. (2014). The Handbook of Cannabis Therapeutics: From Bench to Bedside. Routledge: The Haworth Press.

[2] Ibid.

[3] Pérez-Rincón, H. (2012). El teatro de las histéricas: De cómo Charcot descubrió, entre otras cosas, que también había histéricos. México: Fondo de Cultura Económica.

[4] Russo E. & Grotenhermen F. (2014). The Handbook of Cannabis Therapeutics: From Bench to Bedside. Routledge: The Haworth Press.

[5] Berrios, G. (2013). Historia de los síntomas de los trastornos mentales: La psicopatología descriptiva desde el siglo XIX. México: Fondo de Cultura Económica.

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.