Sobreviven en el limbo legal, no tienen amparo alguno de regulaci贸n, salvo la que ellos se imponen a partir de sentencias judiciales que no aclaran si su actividad es ilegal o no

Sobreviven en el limbo legal, no tienen amparo alguno de regulaci贸n, salvo la que ellos se imponen a partir de sentencias judiciales que no aclaran si su actividad es ilegal o no. Son los clubes de cannabis, locales donde se adquiere marihuana con un acceso restringido de socios y un autocultivo controlado.

Estos clubes se aferran como a un clavo ardiendo a los estrechos resquicios legales que la jurisprudencia espa帽ola da a esta actividad, como la ley que regula el derecho a asociaci贸n o la permisividad al consumo privado y autocultivo de marihuana.

“La ley lo que proh铆be es el consumo en el 谩mbito p煤blico. Nos reunimos en un local, como si te re煤nes en un garaje con tus amigos”, defiende Carlos de la Fuente, secretario de la asociaci贸n sevillana Sevikanna, que, con sus 1.000 socios, forma parte desde 2014 de los m谩s de 35 clubes de cannabis repartidos por Andaluc铆a.

Sin embargo, es dif铆cil fijar una cifra oficial del n煤mero de clubes. Muchos son clandestinos, otros pertenecen a alguna asociaci贸n nacional o regional y otros “van por libre”.

El perfil de socio var铆a tambi茅n enormemente, desde el joven que consume de forma l煤dica hasta enfermos de c谩ncer, ciegos, o ancianos que “no pueden siquiera venir y mandan a alguien”, afirma De la Fuente, que a帽ade que el rango de edad est谩 entre 21 y 70 a帽os.

Al no haber regulaci贸n clara al respecto, cada asociaci贸n se toma la justicia a su manera. “Estamos expuestos a la pol铆tica y a la justicia”, afirma Javier Puig, miembro de la Federaci贸n de Asociaciones Cann谩bicas (FAC), que asegura que esta situaci贸n les ha empujado a la autorregulaci贸n.

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As铆 se explica que muchas se rijan por un “protocolo de buenas pr谩cticas”, como prohibir la entrada a menores de edad, limitar el acceso a residentes de la zona para evitar “el turismo cann谩bico”, establecer un consumo m谩ximo permitido por persona y d铆a, o hacer que un perito agr铆cola compruebe la calidad del cultivo.

Seguir estas normas supone para muchos un colch贸n ante posibles represalias legales. El presidente de la asociaci贸n Anandamida de C贸rdoba, Patricio Soria, declara que, a sus 54 a帽os, no quiere “ir a la c谩rcel”, y por eso en su club, de unas 30 personas, todos cumplen, aunque cree que la mayor铆a de asociaciones cerrar铆an si entrara un juez de instrucci贸n o la polic铆a.

“Nos perjudican los que lo hacen mal”, se queja Soria, que afirma que muchas son usadas como tapaderas del narcotr谩fico o no controlan quienes entran y salen del local.

En ese sentido, en los 煤ltimos meses han sido varias las iniciativas en parlamentos auton贸micos que han tratado de regularizar estos clubes.

En Andaluc铆a por ejemplo, se dio luz verde a instar al Gobierno central a que regule el cultivo con fines medicinales, lo que dej贸 fuera al uso terap茅utico y recreativo, dos de los empleos m谩s recurrentes de los socios de estas asociaciones.

Patricio Soria ve que estas iniciativas son “peque帽os triunfos locales” que no son suficientes y “marean la perdiz”, y defiende que “hay que ir al nacional”, ya que las comunidades aut贸nomas no pueden modificar un C贸digo Penal que tiene al cannabis “satanizado”.

Javier Puig, por el contrario, aboga por continuar reivindicando mediante ordenanzas municipales e iniciativas parlamentarias ya que “nos dan cierta legitimidad y son medidas de presi贸n para Madrid -dice-“.

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El cannabis sigue siendo la droga ilegal que m谩s se consume en Europa, y Espa帽a es uno de los pa铆ses con m谩s demanda, donde el 15 % de los j贸venes la ha probado alguna vez, seg煤n datos del Observatorio Europeo de Drogas de 2017.

Con esta perspectiva, desde los clubes ven inevitable la regularizaci贸n, que no la legalizaci贸n total, como se hace con el alcohol o las armas, para sacar ventaja al narcotr谩fico y obtener beneficios fiscales, siguiendo el modelo implantado en Uruguay, donde esta semana entr贸 en vigor la legalizaci贸n de compra de marihuana en farmacias y donde los clubes cann谩bicos est谩n permitidos en su totalidad.

“Esto es como una casa. Una casa de 1.000 personas”, declaran desde Sevikanna. Mientras, contin煤an su lucha por sacar al cannabis de tierra de nadie.

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Muchos a帽os luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.