© Isidro Marín Gutiérrez

 

El siglo XVIII ha sido llamado el siglo de la Razón o de las Luces. La Ilustración es un movimiento filosófico y cultural que se extiende por Europa, sus puntos principales son: que resulta posible progresar de manera indefinida; que el ser humano no es sino un producto del entorno; que los males derivan de la sociedad y no de la responsabilidad personal; que Occidente es el paradigma del avance y que su modelo puede y debe ser exportado a otros pueblos; la crítica contra todo; el someter todo al análisis de la diosa razón; cuestionar los argumentos religiosos y el poder de la Iglesia; el hombre debe aspirar a ser libre y feliz; en lo político tienen que haber división de poderes. Estas ideas serían la base de la Revolución Francesa.

Francia es la potencia más poderosa pero Inglaterra está en una etapa de crecimiento sin precedentes, la tradicional idea de hegemonía o predominio de siglos anteriores va a ser cuestionada por Inglaterra que propondrá un equilibrio entre países aliados. En el siglo XVIII un barco de la armada británica necesitaba 80 toneladas de cáñamo en velas y corderaje, eran unos 350 acres de producción de cáñamo. Este tenía que ser reemplazado cada 3 ó 4 años. Francia durante este siglo aumentó también su armada. En Rochefort estaba la Fábrica Real de Cordaje, un impresionante edificio de 360 metros de largo, donde se trenzaban las cuerdas de cáñamo de los barcos de la Armada Real.

La emperatriz austrohúngara, María Teresa, decretó que sólo se usaran las mejores semillas para el cultivo de cáñamo en Serbia. Allí se fundaron laboratorios en donde se desarrollaron semillas de cáñamo industrial. Fue la base principal de la industria nacional, basada en el minifundio. Así, en el siglo XIX, se dió en Serbia una receta preparada con cannabis llamada “nasha”. Es una preparación de grasa de cordero y cannabis que se daba a las vírgenes para, en la noche de bodas, disminuir el dolor de su primera relación sexual. También mezclaban cannabis con clara de huevo, azafrán y azúcar para hacer los “guc-kand” una especie de tónico que se les daba a los jóvenes para disminuir el dolor de la circuncisión. Los hombres serbios valoraban positivamente un afrodisíaco excelente con una mezcla de hachís potente, mantequilla de almendra, hojas de rosa secadas, pétalo encarnados, azafrán, nuez moscada, cardamomo, miel, azúcar y raíz de Anacylius pelitre.

Desde 1740 Rusia producía el 80% de la producción occidental y de productos de cáñamo acabados (cuerdas, redes, velas, etc…) gracias a la mano de obra muy barata. El cannabis era el principal producto mercantil de Rusia, por delante de pieles, madera y hierro (Herer, 1999:153). Gran Bretaña le compraba a Rusia el 90% o más del cáñamo para su armada naval (Herer, 1999:154); los barcos británicos tenían una gran cantidad de productos fabricados a base de cáñamo (el poder naval de Gran Bretaña iba a ser el mayor de su época). Las velas de cáñamo de un barco de mediados del siglo XVIII, con 70 metros de eslora y 2500 toneladas de desplazamiento, cubrían una superficie de 17.000 metros cuadrados y pesaban más de cien toneladas (Piñón, 2002:60).

Jarcias
Nuevas evidencias científicas

En 1753 el botánico sueco Linneo (Carolus Linnaeus) clasificó la marihuana o el cáñamo como Cannabis sativa en su obra Species Plantarum. Más recientemente, el etnobotánico R. Schultes distinguió tres especies: C. sativa, C. indica y C. ruderalis. Sin embargo cuando Linnaeus utilizaba cannabis sativa se refería al cáñamo en general. Otros botánicos defendían la idea de dos tipos distintos de plantas de cannabis, el disidente más notable fue el francés Lamarck. En 1783 Lamarck afirmó que la planta de cannabis de Europa era distinta a la planta de cannabis de India (esta última contenía más resina que la anterior). Debido a estas diferencias, Lamarck utilizó cannabis sativa para la variedad europea y cannabis indica para la variedad india. El cannabis sativa se cultiva principalmente para fibra y usos textiles. Pero Lamarck le atribuye al consumo de la especie indica una “especie de borrachera, capaz de hacer olvidar las penas y conceder cierta jovialidad” (Escohotado, 1998: 118). Dadas sus propiedades sedantes, el cannabis estaba señalado como remedio contra el insomnio, a menudo en forma de majum (Green, 2003:180)

La exploración y su narrativa marcaban un renovado proyecto científico. Los viajes y sus relatos son capítulos esenciales de la historia de la construcción de la modernidad. En 1759 una expedición danesa se fue a una región aislada de Yemen. Llevaron botánicos, zoólogos, filósofos, artistas y matemáticos. Sólo sobrevivió el matemático Carsten Niebuhr. Después de siete años de aventuras regresó y dio parte al rey. En 1772 publicó sus observaciones en un libro titulado Viajes en Arabia. En esa zona había un uso extendido del cannabis. Fumaban hojas secas de una clase de cáñamo que exaltaban su humor y su fiereza (Niebuhr, 1811:153).

En 1788 El Nuevo Dispensatorio de Edimburgo incluyó para el cannabis las citas de Dioscórides. El New English Dispensatory (Dispensatorio Inglés) de 1764 se recomienda la raíz de cáñamo para aplicarlo a la piel para reducir inflamaciones, un remedio que ya era popular en Europa oriental. El Edinburgh New Dispensatory de 1794 incluye una descripción larga sobre los efectos del cáñamo; afirma que la leche con aceite de cañamones forma un aceite que es útil para las toses. También menciona sus beneficios en los casos de “calor de orina” y para la incontinencia urinaria. Añade que “Aunque hasta ahora principalmente sólo se han utilizado las semillas, parece que otras partes de la planta son más activas y quizás merezcan más atención” (Grinspoon y Bakalar, 2001:28).

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En 1770 las finanzas de la Compañía Británica de las Indias Orientales estaban casi en la ruina y pidió al Parlamento Inglés un préstamo para evitar quiebra. Para ayudar a la Compañía se adoptó un impuesto para el cannabis indio (en el bhang, ganja y charas). La ley entró a efecto en 1798, a nadie se le permitió fabricar o vender cannabis sin obtener licencia primero (Indian Hemp Drugs Comision, 1893-1894:3:16).

Pedro de Ceballos (1715-1778), primer virrey del Río de la Plata (1776-1778), por iniciativa propia fomentó la agricultura, promoviendo el cultivo del cáñamo que España necesitaba, mediante medidas que mejoraban la situación de los trabajadores agrícolas.

 

La España del siglo XVIII

La llegada, a principios del siglo XVIII, de la nueva dinastía borbónica, con Felipe V, parecía animar la esperanza de otras formas de gobierno que, inspiradas en el Despotismo ilustrado, harían posible la recuperación de España. El siglo XVIII a nivel europeo significa el retorno a la razón, las ansias de progreso y modernización, la nueva dinastía borbónica intentará estar en sintonía con estas ideas y un amplio movimiento de reforma sacude a España, una España ya sin posesiones europeas que por primera vez se centra en sí misma.

Los gobiernos del siglo XVIII, en España, dejaron orientaciones adecuadas para asegurar la protección del cáñamo producido en las Vegas de Granada y del Segura para la marina española. En el siglo XVIII, el aumento demográfico y el crecimiento económico es imparable, a causa del cultivo, en la Vega de Granada del cáñamo para la producción de velas y toldos con destino a la industria naval. El cultivo de cáñamo supuso de impulso, con destino a la fabricación de las cordelerías de la Armada Real, una revolución demográfica y agraria en la Vega granadina, cuyo resultado fue el desarrollo de gran parte de los asentamientos rurales enclavados en su suelo (como por ejemplo Fuente Vaqueros). Ya con anterioridad, el lino y el cáñamo abastecieron telares situados en suelo granadino, como la desaparecida Casa de la Lona. Pueblos como Chauchina aumentaron de población. Pero la industria del cáñamo tenía en España una falta de comercialización; problemas de carácter técnico y de carácter familiar. El cáñamo se importaba de otros países. En lugares húmedos denominados “cañamares” se cultivó durante siglos el cáñamo, cuyas fibras servían para la fabricación de tejidos. A finales del siglo XVIII se instalaron en Mudrián y Gomezserracín escuelas de hilar cáñamo, patrocinadas por la Real Sociedad Económica de Amigos del País de la provincia de Segovia.

Las jarcias en la Armada española

El éxito con que España organizó y mantuvo las rutas mercantes del Nuevo Mundo llegó hasta el siglo XVIII. Hasta la guerra de Trafalgar, en donde España perdió toda su flota armada. España, por la necesidad de proteger sus intereses tanto en América como en las islas Filipinas, tenía más centros de reparación, repartidos por todo el mundo que los franceses e ingleses juntos, de modo que, los navíos españoles, se encontraban siempre en un estado de conservación muy superior al de sus enemigos.

Se pone de manifiesto los esfuerzos españoles para el abastecimiento de las materias primas precisas para la construcción naval, desde el roble para las estructuras hasta los pinos para los mástiles, el cáñamo para el cordaje y el hierro para artillería y clavazón. La Administración Real funcionó procurando asegurar las plantaciones adecuadas de árboles, la importación de cáñamo o pinos desde el Báltico o el establecimiento de una metalurgia adecuada.

Los primeros intentos de la Marina de guerra española por establecer una red estable de suministro de materiales navales (el más importante el de cáñamo), orientada según los criterios de una política reformista, fue en la primera mitad del siglo XVIII. A partir de 1730 la demanda estatal española de cordelería naval, aumentó. Este hecho no se producía como consecuencia de una coyuntura bélica circunstancial (como fueron las campañas italianas o las acciones de castigo en la costa africana), o como producto de una especial intensificación del comercio marítimo, sino que se debía a las necesidades derivadas de la consolidación de la nueva Armada Real, concebida desde la óptica reformista borbónica de Felipe V. Las nuevas necesidades de materiales de construcción naval, entre los cuales encontramos precisamente la jarcia como uno de los más importantes, justo detrás de la propia madera, se han originado fundamentalmente por el incremento de la demanda de los arsenales peninsulares (Ferrol, Carraca y Cartagena). Esta jarcia se destinó principalmente a dotar el aparejo de las nuevas unidades botadas en las instalaciones oficiales.

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Hasta principios de los años 30 del XVIII, la Secretaría de Marina, acuciada por las insuficiencias presupuestarias, simplemente se contrataban los géneros necesarios para surtir sus unidades con contratas pequeñas de suministro. La propia precariedad de medios producía, en numerosas ocasiones, que los buques que sufrían desperfectos inesperados (como tormentas, accidentes, etc…) fuera del lógico plazo de “vida útil” de los equipos, quedaran fuera de servicio al no existir repuestos en las bases navales. Para remediar estas faltas la Secretaría de Marina se centrará en coordinar una serie de acciones orientadas a dotar a la flota de suministros en todos los frentes: para las nuevas construcciones, para repuestos en las unidades operativas y repuestos extraordinarios en las bases navales.

La Secretaría de Marina se impuso como meta inmediata, el diseño de un nuevo sistema de suministro de cordelería naval para que la flota pudiera afrontar el objetivo de una nueva Armada Real potente que asegurara el tráfico de ultramar de España.

Habrá dos grupos de intereses que ofrecerán las jarcias al estado durante mediados del siglo XVIII: Un grupo de mercaderes catalanes (llamados “interessats”), dirigidos por Josep Puiguriguer y Agustí Gubert, y del otro está Josep Basora. Para la adjudicación de los contratos, los “interessats”, practicarán el soborno de diferentes funcionarios que pudieran inclinar la balanza en su favor en la decisión, recurrieron en diversas ocasiones al tráfico de influencias a través de determinados personajes, bien situados en la administración; y también mejorarían la oferta de Basora rebajando aún más los precios finales de los productos. Basora realizó una contraoferta y redujo los precios.

En 1748 se proponen diferentes actuaciones, como la construcción de seis barcos dedicados exclusivamente a patrullar las costas españolas contra los piratas de África del norte; barcos para defender el tráfico con América; barcos en la península (Ferrol, Cádiz y Cartagena); además tres barcos en La Habana y ampliación de los astilleros en España.

La Flota se renovó, era necesaria una flota moderna y eficaz para garantizar el prestigio nacional y las relaciones con las colonias. El marqués de Ensenada siguió realizando reformas en 1750 dictando nuevas leyes para la reforma de la flota. El Marqués de Ensenada consigue que crezca el presupuesto dedicado a la Marina; se logra aumentar el número de marineros y de barcos; hay una renovación técnica. Existe un aumento del volumen de producción de los tres astilleros de la península: Ferrol, Cádiz y Cartagena.

La renovación de la flota española también preocupó a Carlos III que siguió modernizando la flota e introdujo nuevos métodos de planificación a largo plazo en toda la industria española, incluyendo los astilleros reales. Una de las mejoras más efectivas fue la normalización de los navíos de guerra. El resultado de todo ello fue un espectacular incremento de la productividad de los astilleros, y precisamente en una época en que España necesitaba aumentar rápidamente la flota, a base de unidades nuevas con las que defender las colonias, tan distantes y codiciadas, durante sus conflictos bélicos.

La causa del fracaso final fue durante el reinado de Carlos IV; es achacada a la carencia crónica de fondos reales, que retrasaba demasiado los proyectos, la escasez de marineros, como consecuencia de la despoblación y la paga inadecuada. Esto produce la destrucción de toda la armada en la batalla de Trafalgar.

 

BIBLIOGRAFÍA

  • Díaz Ordóñez, M. (1995). “La fabricación de jarcia en España: el reglamento de Jorge Juan, 1750” en El derecho y el mar en la España moderna, Granada
  • Díaz Ordóñez, M. (1998). “La burguesía barcelonesa, el asiento de jarcia y el comercio con América“, pp. 157-158 en John R. Fisher (Ed.), Actas del XI Congreso Internacional de Ahila, Liverpool.
  • Goodman, D. (2001). Historia de la armada española del siglo XVII. Ed. Península
  • Marín Gutiérrez (2003). Historia conocida o desconocida del cannabis. Editorial Megamultimedia. Málaga
  • Merino Navarro, J. P. (1981). La Armada española en el siglo XVIII, Madrid

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.