El artífice de la regulación de marihuana en Colombia asegura que América Latina “va a ser un jugador importante” en este mercado

La reglamentación de la marihuana medicinal concentró parte de los seis años largos de Alejandro Gaviria (Santiago de Chile, 1965) como ministro de Salud de Colombia. Durante el trámite de la ley que permitió dar ese paso, recitaba de memoria los principales hallazgos sobre el tema. En su libro Hoy es siempre todavía cuenta que, como paciente de cáncer, pasó de la teoría a la práctica al usar gotas de cannabis para disminuir las náuseas de la quimioterapia. Este reputado economista, académico e intelectual en el sentido amplio de la palabra, se convirtió en el rostro más progresista del gabinete de Juan Manuel Santos (2010-2018). Recién elegido como rector de la Universidad de Los Andes, sostiene que además de su historia de emprendimiento, el cannabis medicinal “es un camino hacia una política antidrogas distinta”.

Pregunta. Usted vive muy bien documentado frente a la evidencia. ¿La marihuana medicinal puede terminar en una burbuja o es una industria tan prometedora como aparenta?

Respuesta. Hay promesas, pero la marihuana medicinal no se escapa de esa tendencia de la medicina a la crisis de la evidencia. Hay alguna evidencia para temas como náuseas en pacientes oncológicos, estrés postraumático, epilepsia refractaria en niños y demás. Noto un contraste entre los muchos emprendimientos que existen, el volumen de los negocios que se mencionan y todavía la falta de evidencia consolidada de los diferentes principios activos de la mata.

P. ¿En qué consiste la regulación colombiana?

R. Para los temas de producción y exportación consiste en un licenciamiento, donde básicamente se imponen unas condiciones que son de seguridad y de control, y se dan licencias tanto para las semillas para la producción como para la exportación. Es un proceso sencillo. La colombiana se ha visto como una legislación de avanzada. Colombia hoy tiene una doble ventaja: una ventaja atípica comparativa -por las condiciones agroclimáticas-, pero también una competitiva, porque tiene una legislación consolidada y clara, sencilla.

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P. Empresas de Uruguay y Colombia anunciaron acuerdos para exportar marihuana medicinal a Alemania. ¿En qué se diferencia de la uruguaya?

R. Como legislación, Uruguay incluye lo recreativo y una participación estatal mucho más fuerte en las diferentes cadenas del negocio. La legislación colombiana hace énfasis más en la regulación y la participación privada, donde el Estado no va a asumir el papel de productor sino de regulador. Y en Colombia los mercados recreativos, aunque esa frontera cada vez es más difícil, no están legalizados.

P. ¿Cómo vislumbra la industria del cannabis medicinal en América Latina?

R. América Latina va a ser un jugador importante, la pregunta abierta es los números. Creo que hay una sobrestimación. Seguramente lo que va a ocurrir, como ocurre en todas las industrias emergentes, es una gran depuración. No todas las empresas que hoy en día existen van a poder conquistar los mercados internacionales.

P. ¿Cree que un gobierno de talante conservador echará para atrás eso que usted alguna vez consideró, en el caso colombiano, una historia de redención?

R. Espero que no. Acá hay dos historias. Una historia empresarial, de emprendimiento, que parece compatible, consistente, con el discurso del Gobierno [de Iván Duque], con lo que dice el Plan Nacional de Desarrollo. Pero hay otra historia que uno no puede olvidar. La marihuana medicinal es un camino hacia una política antidrogas distinta, más basada en la evidencia y en cierta razonabilidad.

P. ¿Cómo ve esta industria?

R. Ha llamado la atención de mucha gente. Más que cualquier emprendimiento digital, donde hay una economía de emprendimiento más grande es en este sector. Hay una conexión grande con Canadá, hay una conexión importante con Colorado, Suiza y Alemania. Esta no es una industria farmacéutica, no quisiera verlo así. Si esto va por el tema de los medicamentos, va a tomar mucho tiempo y seguramente no va a ser una industria muy grande. Yo la veo como una industria distinta, una industria de bienestar.

P. El mercado para el uso recreativo puede ser mayor que el medicinal. ¿Al final es una misma industria?

R. En Estados Unidos se está consolidando como una misma industria, me parece. Aquí todavía tenemos esa diferenciación, pero vamos a venderle, según parece, materia prima a esa industria. No extrañaría que en 10 o 15 años tengamos una especie de embate regulatorio contra el big weed [la gran hierba], una industria grande, creciente, sobrestimando el potencial de sus productos y subestimando el riesgo.

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P. ¿La marihuana medicinal contribuirá a que países como EE UU encuentren alternativas contra el dolor en medio de la crisis por el consumo de opioides?

R. De toda la evidencia, tal vez la más interesante es esa. Hay un artículo en JAMA, el Journal of the American Medical Association, que muestra que los Estados que primero legalizaron tenían menos problemas de mortalidad por los opioides. Para el manejo del dolor crónico sí puede haber aquí una promesa. Todavía la evidencia no es definitiva. Pero es una buena alternativa a los opioides, que no solamente son un problema en Estados Unidos, también lo estamos viendo en Canadá e incluso en Colombia. El manejo del dolor crónico con opioides llevó a una tragedia de salud pública sin precedentes, yo creo que la más grande de Estados Unidos en un siglo, que condujo incluso a una disminución de la esperanza de vida al nacer. Es algo sin precedentes en un país desarrollado. Ahí sí hay una gran promesa.

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Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.