Avanza la ola de la despenalización.

La política internacional de drogas es uno de esos ámbitos en los que fácilmente saltan a la vista la hipocresía y el doble rasero de quienes tienen la sartén por el mango, es decir, Estados Unidos, el país que decide lo que se puede y lo que no se puede en esta materia. Del Just say no de los años ochenta hoy nos encontramos con que más de la mitad de los estados de ese país han aprobado normativas que permiten el consumo de cannabis medicinal y cada vez más estados están legalizando la producción, comercio y consumo de la hierba con fines recreativos. Just do it!

Estados Unidos ha reacomodado hoy su política de drogas de modo que le permita avanzar a sus estados con la regulación y despenalización del cannabis (en su propio territorio) a la vez que mantiene una línea dura (para el resto del mundo) para todas las otras sustancias, y que advierte contra cualquier intención de modificar el marco internacional de control de drogas. Con su actitud, el mensaje implícito que EEUU le manda al resto del mundo es, ustedes pueden hacer lo que nosotros hacemos pero no se atrevan a ir más lejos. Estados Unidos le permite al mundo el margen de ilegalidad que ellos se han permitido a sí mismos con la legalización de la yerba. Pues bien, ¿qué están esperando entonces los países del hemisferio, especialmente aquellos que vienen impulsando desde hace años lentamente una reforma de sus leyes de drogas, para hacer lo mismo que hacen los EEUU, regular el cannabis?

Ahora que el país que impuso la prohibición en el mundo, el cerebro tras el prohibicionismo de las convenciones internacionales de drogas, ha decidido abrirle la puerta al cannabis, lo mejor que pueden hacer los otros países es darse prisa en adaptar sus leyes nacionales en consecuencia. Ahora que todo hace pensar que la legalización del cannabis es un proceso inatajable en el mundo, más les conviene a los países tradicionalmente productores de cannabis embarcarse lo antes posible en una regulación nacional, no solo por las ventajas sociales que representaría este paso sino para poder retener en sus propias manos las promisorias ventajas económicas de este sector.

Lo ideal sería que en su proceso de integración a la sociedad, la marihuana no se transformara en un bien de consumo explotable como cualquier otra mercancía dentro de la lógica del mercado que rige hoy el mundo capitalista, sino que fuera un bien controlado por asociaciones de cultivadores y consumidores, o bajo otros modelos responsables y sin ánimo de lucro. Pero esto no es más que la ilusión de una ideología hippie heredada de los años setenta. La realidad es que la legalización transformará el cannabis rápidamente en una enorme y lucrativa industria. Si los países latinoamericanos (agricultores y emprendedores nacionales) no toman la delantera, entonces pronto lo harán las empresas (los empresarios del porro) estadounidenses, canadienses, europeas, que se dedicarán a explotar el cannabis que se produce en el Caribe y en los países latinoamericanos, haciendo del cannabis un commodity más, y comportándose como lo hacen las grandes empresas carboneras, petroleras de esos países, que explotan los recursos naturales y se quedan con la mayor parte de las ganancias del negocio.

En Jamaica, país que probablemente apruebe una regulación del consumo de la yerba, una firma estadounidense inversora, Privateer Holdings, ha anunciado la creación de la “primera marca global de marihuana en el mundo”. Los productos llevarán el apellido de Bob Marley. Todo ello con la aprobación de la familia Marley. Bob Marley, el rebelde rastafari, anti imperialista y anti colonialista, estará revolviéndose en su tumba.

Un artículo reciente en la revista The Economist predice lo que sucederá una vez Estados Unidos elimine la prohibición federal del cannabis, algo que bien podría suceder en los próximos años viendo el ritmo al que avanza la legalización en los diferentes estados de EEUU. Cuando esto suceda, se limpiará completamente la imagen del cannabis, al estilo de lo que pasó con el alcohol después de la Prohibición, y la industria del porro muy probablemente pase a quedar en manos de unas pocas corporaciones gigantes, una especie de Marlboro de la marihuana.

Los pasos en materia de cannabis en América Latina son desiguales. Hay países en los que el tema ni siquiera existe, y un país como Uruguay con un mercado regulado del cannabis. Y hay otros países como MéxicoChile y Colombia que han avanzado en el debate parlamentario, a nivel de los medios y en la sociedad en general. No obstante, en todos estos países todavía la opinión pública es en un alto porcentaje conservadora en términos de consumo de drogas, la información es insuficiente y la gente tiende a poner en el mismo saco al cannabis con las otras drogas. En estos países pesa además la mala reputación de las drogas por su asocio con el narcotráfico y con los altos índices de violencia.

No obstante, en el contexto tolerante que ha generado la legalización en Estados Unidos, estos países podrían ahora agilizar más sus debates parlamentarios y dar un salto hacia la regulación completa del cannabis. No se entiende por qué mientras en muchas partes de Estados Unidos hace tiempo que es operativo el cannabis terapéutico y medicinal, México, país vecino (poseedor de una vasta producción ilegal de marihuana) no tiene todavía una ley que cubra el uso de cannabis para fines médicos. Chile hace solo dos meses aprobó la primera plantación de marihuana para producir aceite medicinal. Y en Colombia (otro país con grandes cultivos) todavía están pendientes de aprobar la ley sobre el cannabis medicinal. Los procesos están en curso pero son lentos. Estos y otros países, como Guatemala yArgentina, que han tenido un rol activo en la arena internacional del debate sobre las drogas, deberían acelerar el paso ahora que esto es posible porque Estados Unidos ha dado el ‘permiso’. Los intereses económicos son altos, es mejor no dejarles tomar la delantera a las empresas extranjeras y desarrollar una propia industria que incluya a los pequeños agricultores, capaz de abastecer el consumo interno médico y recreativo. Pero para esto se necesita la regulación, como ya lo ha hecho Uruguay.

Los países latinoamericanos y del Caribe deberían ver que las políticas prohibicionistas para las drogas que ellos implementan están siendo cuestionadas en Estados Unidos, primero con la legalización en los estados de Colorado y Washington y ahora por la votación mayoritaria en los estados de Alaska, Oregon y en la ciudad de Washington. La revisión de estas políticas es pues un tema urgente. Además de las consideraciones de salud pública y de seguridad social que subyacen en un enfoque más humano hacia las drogas, están hoy a la orden del día y en el caso concreto del cannabis las consideraciones económicas. ¿A qué esperan los países latinoamericanos, a que lleguen los gringos y se apropien del negocio?

El expresidente chileno Ricardo Lagos ha dicho recientemente que su país debería legalizar todas las drogas. Una revisión de las convenciones internacionales de droga facilitaría este proceso. Estados Unidos, que con la legalización del cannabis en su territorio viola flagrantemente las convenciones, insiste sin embargo en su oposición a la modificación de los tratados de drogas. Un comportamiento contradictorio e inconsecuente. La próxima sesión especial sobre drogas de Naciones Unidas, UNGASS 2016, ofrece una oportunidad para debatir esas contradicciones y dar inicio a un proceso de revisión de las convenciones de drogas de la ONU para ponerlas a tono con los desarrollos contemporáneos. Los países latinoamericanos podrían unirse como bloque para impulsar esta revisión.

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Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.