Viendo lo que se avecina en 2017 parece que al cine ya solo le queda por ofrecer secuelas, precuelas, remakes y reboots, de manera que el próximo viernes podremos comprobar en su segunda parte si los protagonistas de Trainspotting han envejecido igual de bien que la película original. Veintiún años han pasado ya y sigue conservándose fresca, quizá por el tono de humor con el que supo retratar a ese grupo de yonquis escoceses que más que caer en las garras de la droga se lanzaban a ella con entusiasmo. Ya estaba bien de tanto victimismo. Era un enfoque original, aunque el tema desde luego no lo fuera, pues los paraísos artificiales han sido uno de los temas más recurrentes en la pantalla.

Desde Hollywood y aledaños se han tomado siempre muy en serio la misión de salvarnos de ese peligro, no solo consumiéndola toda antes de que pudiera caer en nuestras manos, sino mediante narraciones marcadas a menudo con un tono ingenuamente moralista, enfatizando que todo uso lleva inevitablemente al abuso, la locura y el crimen… como si el aura de malditismo no fuera precisamente uno de los mejores reclamos que pueda haber para un público joven. Pero en otras muchas ocasiones las drogas simplemente han presentado la oportunidad ideal a los cineastas para desatar su imaginación mediante escenas oníricas o bien para mostrar a los personajes comportándose de forma inapropiada en cualquier contexto, uno de los fundamentos de la comedia. En estos dos últimos aspectos nos centraremos a continuación, recordando algunos de los momentos más sugerentes y divertidos que nos ha dado el séptimo arte. Así que voten o añadan su favorito.

(La caja de voto se encuentra al final del artículo)

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Tiempos modernos

El arco argumental habitual al abordar este asunto nos muestra un comienzo en el que todos son risas, poco a poco la afición se convierte en adicción y esta desemboca en tragedia, para que así el público extraiga la moraleja correcta. Charles Chaplin tuvo el descaro de mostrarnos justo lo contrario en este clásico, de tal forma que si uno espolvorea una buena dosis de cocaína ante sus narices no solo alcanza la libertad sino que, fruto de la autoconfianza que esta le proporciona, acaba dándole su merecido a unos malhechores y sofocando su motín, tras esquivar las balas como si del mismo Neo se tratase. Visto así cómo podría uno resistirse a probarla…

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Locura de la marihuana

Ese mismo año, 1936, se estrenó la que ha sido considerada por la crítica como una de las peores películas de la historia del cine y que, por ello, alcanzó cierta relevancia décadas después al ser reivindicada con espíritu satírico por fumadores de cáñamo. No a todas las personas les afecta por igual cada sustancia, pero resulta ciertamente extraño que tras fumarse un porro el protagonista, en lugar de sufrir cierto aletargamiento o risa tonta, se vea poseído por semejante aceleración que culmina, dramáticamente, con la muerte a palos del primero que se le acerca. Hay gente para todo.

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Dumbo

Poco después, en 1941, justo el año en que nació Antonio Escohotado, Dumbo se convirtió en un avezado psiconauta ¿Casualidad? La escena conocida como «El desfile de los elefantes rosas» ya en el momento de su estreno causó cierta perplejidad en algunos críticos al tratarse de una película infantil —y la traducción al español incluyó además alusiones satánicas—, lo que no le impidió convertirse desde entonces en todo un referente del vuelo libre de la imaginación. La excusa para este delirio de criaturas fantásticas es una botella de champán que cae en el cubo de agua del que bebe nuestro protagonista, que o bien llevaba algún aditivo disuelto o estamos ante un caso de alucinosis alcohólica… Lo cual tiene sentido dado que puede provocar la visión de animales agresivos como los que se muestran y se produce además en quienes sufren una fuerte adicción a la bebida, siendo Dumbo alguien que ya llevaba trompa desde que nació, ejem.

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A dos metros bajo tierra

Aunque estamos hablando de películas, no podíamos dejar fuera al noveno episodio de la primera temporada de esta memorable serie. Resultaba irresistiblemente gracioso ver a una mujer tan comedida como Ruth tomar por error una pastilla de éxtasis durante una excursión por el campo, lo que le proporcionaba una grata experiencia que incluyó el reencuentro con su difunto esposo, un espíritu que aprovechaba cualquier resquicio del guion para aparecerse a su familia y esta ocasión no iba a ser menos.

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Alicia en la tierra del ácido

El consumo de drogas visionarias que trajo consigo el movimiento hippie tuvo un considerable impacto cultural, que en el cine resultó por lo general bastante lamentable, hay que decir. Las escenas lisérgicas que se pusieron de moda, desde el viaje final del astronauta en 2001 hasta la ceremonia de La fuga de Logan serían el colmo de la vanguardia en su momento, pero el tiempo no las ha tratado demasiado bien. Todo lo más alcanzan a resultar involuntariamente cómicas, como en esta adaptación de la obra de Lewis Carroll en que la poción que le permite entrar en otro mundo ya no la dejará escapar de él. Aunque no hay descripción que mejore al texto de su carátula: «Una escandalosa historia al desnudo sobre la droga LSD. ¡Revelando por primera vez una mirada al interior de los efectos negativos del terrón de azúcar sobre la moral de una niña!».

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Viaje alucinante al fondo de la mente

El director Ken Russell fue siempre propenso al exceso, tal como podemos ver en esta peculiar escena de la película que protagonizó el vocalista de The Who, así que ante una historia narrada por él donde las protagonistas son las drogas visionarias solo cabe santiguarse y esperar llegar indemne al final. La película resultó disparatada y la premisa pues no hay muy bien por dónde cogerla, aunque hay que reconocerle el mérito de haber inspirado la idea central de la serie Stranger Things.

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Miedo y asco en Las Vegas

Terry Gilliam tampoco se queda corto en su adaptación del libro en el que Hunter S. Thompson recreaba, con ciertas licencias artísticas, su peripecia en la ciudad de Las Vegas a comienzos de los setenta en una especie de yincana química. Esta escena corresponde a la prueba del éter.

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Trainspotting

Del cine quinqui español se salva el Pirri, que tenía una voz muy graciosa, y no mucho más, dado que esa mitificación del yonqui, el delincuente-drogadicto que era rebelde y víctima simultáneamente, está muy sujeta a su época y hoy apenas se entiende en nuestro contexto. Una subcultura ya en declive en el estreno de esta película a mediados de los noventa, de la que resulta muy reveladora la frase de Renton en cierto momento sobre que «nos habríamos inyectado vitamina C si hubiera sido ilegal», como si primero se escogiera ese modo de vida marginal y luego drogarse. Hay varias escenas que se nos quedaron grabadas en la mente, desde la desastrosa entrevista de trabajo de Spud hasta el buceo en busca de los supositorios, o la que ven sobre estas líneas a ritmo de videoclip sobre su fase de desintoxicación.

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El gran Lebowski

Por mucho que adviertan las madres no es tan sencillo que alguien te eche droga en la bebida. El Nota tuvo suerte y algo que le pusieron en su cóctel ruso blanco lo indujo a un sueño muy vívido en el que Sadam Hussein regentaba una bolera gigante con bailarinas, vikingas y extraños seres armados con tijeras gigantes.

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Starsky & Hutch

Como veíamos en Tiempos modernos, un recurso cómico muy frecuentado desde entonces es el de hacer que uno de los personajes ingiera accidentalmente alguna sustancia que trastorne su comportamiento, sin que él mismo sepa por qué. De manera que Starky se echa una buena dosis de lo que él cree que es azúcar en el café y repentinamente descubre el bienestar, la alegría, la auténtica salud.

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Infiltrados en clase

Jonah Hill se mostraba aquí bajo los efectos de un alucinógeno con tal desparpajo que, en la cinta que rodó el año siguiente, Martin Scorsese le hizo aparecer en el mismo estado poco menos que en la mitad de sus intervenciones.

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El lobo de Wall Street

El director italoamericano ya demostró en Jo, ¡qué noche! que puede desenvolverse muy bien en la comedia, aunque sea un género en el que no se prodigue mucho. Aquí lo volvió a hacer en una película que destaca por su tono desenfadado y su desinterés en aleccionar a los espectadores, que sacamos la conclusión de que, con altibajos, este estafador se lo ha pasado muy bien en la vida y sin tiempo para arrepentirse de nada, aunque la metacualona a veces le jugara malas pasadas.