Decenas de miles de colombianos murieron en la guerra contra la droga respaldada por Estados Unidos. Pero después de un cambio de opinión sobre la marihuana, Colombia está buscando intercambiar traficantes de armas por representantes corporativos en un intento por convertirse en la Arabia Saudita de la marihuana legal.

La nueva industria está surgiendo en las afueras de Medellín, donde Pablo Escobar llevó la marihuana en la década de los setenta, antes de convertirse en el “Rey de la Cocaína”. Quince años después de su muerte en su última acción de resistencia a la ley, las plantas de cannabis están floreciendo en las colinas de color esmeralda situadas a las afueras de la ciudad, esta vez con el beneplácito del gobierno.

“Estás viendo la historia”, señala Camilo Ospina, jefe de innovación de PharmaCielo Colombia Holdings, que parece que está viendo un espectáculo frente a un extenso invernadero con plantas de cannabis. Su compañía es una de las tantas que forman parte de la cada vez más creciente cantidad de corporaciones que buscan aprovechar la marca “made in Colombia” en esta nueva era de legalización.

“Nuestra ventaja es que la marca colombiana ya tiene un significado por sí mismo. Queremos intensificar eso, para que el cannabis colombiano sea el que quieras comprar“, remarca.

Colombia sigue siendo un semillero para la producción de drogas ilegales: un informe de la Agencia de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés), del año 2017, mostró que Colombia es la principal fuente del 92 por ciento de la cocaína incautada en suelo estadounidense. Después de 18 años y más de USD 10,000 millones gastados en el Plan Colombia, el esfuerzo financiado por Estados Unidos para contrarrestar a los carteles y a los cultivadores de coca, la producción de cocaína, ahora, está en su punto más alto.

Sin embargo, cuando se trata de marihuana, Colombia está tomando un nuevo rumbo: si no puedes vencerlas, regúlalas.

En 2016, el país aprobó una ley histórica que legaliza la marihuana medicinal para uso doméstico y de exportación, sentando las bases para la nueva industria. El gobierno comenzó a entregar las primeras licencias de cultivo, procesamiento y exportación de cannabis medicinal en septiembre del año pasado, con 33 compañías que recibieron la luz verde. Los cultivadores legales, como PharmaCielo, de propiedad canadiense, ahora tienen plantas de prueba para sus próximas líneas de producción, con las primeras ventas y las exportaciones comerciales programadas para los próximos meses.

Convertirse en el proveedor mundial de cannabis legal no será fácil. El mayor mercado potencial, Estados Unidos, permanece cerrado, e incluso en aquellos estados donde se ha legalizado su uso se prohíben las importaciones de marihuana. Sin embargo, en algunos países donde la industria está creciendo, como Alemania, Perú, Italia o Croacia, se considera un mercado de exportación en rápido desarrollo para la marihuana medicinal.

Canadá y los Países Bajos, en la vanguardia del negocio de la marihuana legal, han comenzado a satisfacer esa demanda con varias empresas que ya exportan cultivos en el país.

Pero Colombia, subrayan los funcionarios, es el lugar lógico para el futuro de la industria.

Con un clima muy adecuado para la planta de cannabis, el país suministró la mayor parte de la marihuana ilícita consumida en Estados Unidos durante la década de los setenta y ochenta, una dudosa corona que luego perdió ante México. A medida que más países aprueban alguna forma de legalización, Colombia está empeñada en recuperar su dominio global, aunque a través de licencias de exportación y procedimientos aduaneros en lugar de hacer envíos clandestinos durante la noche.

Eso equivale a un cambio radical en el pensamiento. Más que parte del problema, la marihuana se ve como una solución a la lucha de Colombia contra los narcóticos ilícitos, particularmente contra la hoja de coca, la piedra angular de la cocaína. Quizás sea el momento, señalan las autoridades, para que los cultivadores de coca comiencen a ver la marihuana legal como un cultivo sustituto potencialmente lucrativo.

“El mensaje es ir por la ruta legal con la marihuana”, remarca Andrés López Velasco, jefe del Fondo Nacional de Narcóticos de Colombia, la agencia gubernamental que supervisa el cannabis legal. “Puedes mantener los conocimientos de cultivo, pero hazlo legalmente“, agrega al respecto.

No todos están convencidos de esa postura.

Algunas autoridades locales de las regiones donde las empresas están preparadas para comenzar a cultivar marihuana comercial siguen teniendo una actitud prudente. Temen que el cultivo de otras plantas más populares entre los consumidores recreativos, que también están permitidas tras la nueva legislación de septiembre, pueda socavar la imagen de la industria de la marihuana como puramente farmacéutica.

Otros críticos insisten en que el gobierno está enviando una señal negativa a los niños, al tiempo que reaviva la imagen de Colombia como la fábrica mundial de sustancias controladas.

“Al decir que se puede cultivar comercialmente y tiene un uso medicinal, le estamos diciendo a nuestros hijos no solo que la marihuana no es mala sino que en realidad es buena para la salud“, dice Rafael Nieto, un político conservador que fue ministro de Justicia. “Lo siento, pero simplemente no lo creo”, sostiene.

Sin embargo, en la zona de los Andes, Colombia está sembrando el futuro de una industria nueva, o más bien vieja.

En 1986, Colombia despenalizó el consumo para uso personal, permitiendo el cultivo de hasta 20 plantas. El presidente Juan Manuel Santos presionó a favor de la legalización de los medicamentos a escala comercial en 2012 y alabó la legislación de 2016 como un importante avance.

Esta industria creciente, sin embargo, todavía tiene que hacer frente a algunos obstáculos.

Algunas variantes de marihuana medicinal, ahora, es legal en más de una docena de naciones, con el impulso de la legalización recreativa en Canadá y una realidad en Uruguay y Estados Unidos, incluyendo California. Pero sigue siendo ilegal en la mayoría de los países.

“Convencer a los gobiernos extranjeros para que permitan las importaciones” será probablemente el mayor desafío para los productores, comenta Bethany Gómez, directora de investigación de Brightfield Group, una firma de investigación de mercado con sede en Chicago.

Aún así, el comercio global de productos legales está creciendo, y algunos expertos predicen que el mercado podía valer USD 31,600 millones en 2021.

Al menos algunos agricultores locales, especialmente los indígenas que, desde hace mucho tiempo, se relacionan con el cultivo de marihuana a pequeña escala a instancias de narcotraficantes, están aprovechando la oportunidad de volver su actividad legítima. 

“Esta es nuestra oportunidad de ser parte de un sistema legal”, asegura Ariel Huetio, que representa a los agricultores indígenas en el estado occidental de Cauca. Han llegado a un acuerdo para producir y suministrar cannabis a FCM Global, una empresa con sede en Medellín que ha establecido una instalación de producción a unos 45 kilómetros al sureste de la ciudad. “Esta es nuestra oportunidad de decir no a las personas equivocadas y sí a las correctas”, apunta.

Una compañía canadiense, Khiron Life Sciences, espera sus primeras cosechas en Colombia a finales de este año. Su plan: vender el cannabis a través de clínicas en Colombia, y luego exportar el concepto a toda América Latina y más allá, convirtiéndose en una especie de dispensario de marihuana, del campo a la mesa.

“No nos consideramos traficantes de drogas. Somos una compañía farmacéutica”, dice Álvaro Torres, director ejecutivo de Khiron.

La nueva legislación para la marihuana comercial limitan el acceso a los cultivos legales e imponen medidas de prevención, como las pruebas genéticas, para evitar que el cannabis producido ilegalmente se filtre en el mercado legal.

Algunas compañías, como FCM Global, han ido un paso más allá: han optado por cultivar variedades de marihuana más débiles al tiempo que se abstenían de producir las variedades más populares entre los usuarios recreativos.

“Viví los años de Escobar. Perdí amigos durante esos años. Y cuando veo las series de televisión que glorifican a ese tipo, me enferma”, lamenta Carlos Velasquez, director ejecutivo de FCM Global. “Lo que estamos haciendo con la marihuana medicinal es totalmente diferente. No queremos parte de ese pasado, nada de eso“, concluye.

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Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.