El aporte económico que esta planta puede entregar a nuestro país es, sencillamente, esperanzador. Sin ir más lejos, solo en una hectárea de suelo se puede producir más de una tonelada de flor seca por año, la cual puede alcanzar valores muy por encima de los USD$1.5 millones, cifras que no consideran el potencial económico de la fibra sobrante extraída en el proceso productivo. Solo 2 mil hectáreas destinadas a este cultivo (misma superficie proyectada para cultivo en Perú) podrían posicionar al cannabis entre los tres productos de mayor exportación en Chile, igualando –incluso superando– al salmón y la trucha (USD$ 4.630 millones anuales aprox.) en los primeros años de producción.

Gobiernos en todo el mundo e importantes actores del área empresarial han evidenciado su interés por cultivar, producir y exportar cannabis. Las inversiones en investigación, aumento en el valor de las acciones y la notoria movilidad que viven países en cuanto a sus marcos normativos, solo nos dejan una simple pero auspiciosa conclusión: el cannabis comienza a revolucionar la economía mundial.

Diez millones de dólares invertirá el gigante canadiense Canopy Growth en Chile bajo la gestión de su subsidiaria Spectrum Cannabis, empresa chilena absorbida en su totalidad por la firma de Canadá. Su objetivo: obtener un registro sanitario para tres de sus productos y consolidar un ciclo de inversiones que integran países como Perú y Colombia, en donde han invertido alrededor de USD$60 millones. Estas cifras son el inicio de un periodo de inversiones que atraerá el interés de empresas transnacionales y locales en la región, las cuales vienen a confirmar la inminente llegada de la producción industrial del cannabis, sea esta para uso adulto o medicinal.

Esta avalancha de inversiones no es extraña ni inusual. A inicios del año 2018 los expertos Arcview y lBDS Analytics aseguraban que para 2021 el negocio del cannabis venderá 40 mil millones de dólares y generará más de 100 mil puestos de empleo en EE.UU. Por otra parte, en Latinoamérica se proyecta un significativo aumento en la creación de empleos e ingresos en los mercados nacionales, así es el caso de Uruguay, donde estiman la creación de 3 mil nuevos empleos en 2019, y Puerto Rico, país donde se esperan 50 mil futuros puestos de trabajo.

Te puede Interesar
El productor de cannabis Tilray compra Manitoba Harvest por 280 millones

Proyecciones realmente impactantes son las manejadas en el vecino país, Perú, cuyos expertos señalan que se podría llegar a exportar unos US$3 mil millones anuales aproximadamente, teniendo presente que toda la agricultura del vecino país exporta US$6 mil millones anuales, es decir,  con un solo producto se obtendría 50% más en un periodo no superior a los tres años. Sin duda, países como Uruguay, Perú, Colombia y Puerto Rico ya están en miras de obtener el liderazgo productivo en la región, siendo parte de la red de naciones que ven con gran interés la producción industrial de cannabis en sus territorios.

En España se ha hilado fino. Según un estudio realizado por la Unidad de Políticas de Drogas del Servicio de Psicología y Logopedia de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), al Estado español  ingresaría USD$3.800 millones anuales en impuestos y cotizaciones si solo se legalizase el consumo de cannabis, regularizando más de 100 mil puestos de empleo y abriéndole la puerta a un negocio que podría generar casi USD$10 mil millones en solo un año. También,  vale la pena recordar que la inversión de capitales norteamericanos en Israel, en el año 2016, ha sido de más de USD$250 millones solo en áreas de emprendimiento y producción cannábica.

La oportunidad que abre el cultivo de cannabis toma relevancia ante el necesario salto económico y diversificación de la Matriz Productiva que debemos dar como país, considerando que esta nueva propuesta puede ser parte importante de la agenda agrícola nacional, disminuyendo la alta dependencia que posee nuestra economía en la explotación de ciertos recursos naturales que –queramos o no– tienen fecha de caducidad. Por esto, es preponderante considerar la llegada de esta nueva industria, siendo el Estado el que garantice desde su inicio un trato amigable con el medio ambiente y respetuoso de la cultura de las comunidades donde se desarrolla, permitiendo además un crecimiento integral, dando paso a un mayor capital social y a la posibilidad de fortalecer la investigación y desarrollo tecnológico en torno a esta área.

El aporte económico que esta planta puede entregar a nuestro país es, sencillamente, esperanzador. Sin ir más lejos, solo en una hectárea de suelo se puede producir más de una tonelada de flor seca por año, la cual puede alcanzar valores muy por encima de los USD$1.5 millones, cifras que no consideran el potencial económico de la fibra sobrante extraída en el proceso productivo. Solo 2 mil hectáreas destinadas a este cultivo (misma superficie proyectada para cultivo en Perú) podrían posicionar al cannabis entre los tres productos de mayor exportación en Chile, igualando –incluso superando– al salmón y la trucha (USD$ 4.630 millones anuales aprox.) en los primeros años de producción.

Lo anterior explica con claridad el avance exponencial en el crecimiento del mercado cannábico, que camina con fuerza hacia países de la región donde Chile es pionero y líder en temas de cannabis medicinal y producción para fines médicos, aun cuando vemos un Estado difícil de convencer y políticas de seguridad pública que solo fortalecen la estigmatización y los miedos sobre su regulación.

No obstante, contamos con una posición inmejorable para enfrentar con inteligencia y robustez institucional la llegada de una industria que puede abrir las barreras del crecimiento económico nacional. En esto, el rol del Estado como fiscalizador y agente activo en esta área –sin duda alguna– debe ser protagónico.

Pero la oportunidad para Chile es ahora, siendo el único país de Latinoamérica con una industria de producción de cannabis medicinal instalada y funcionando hace ya cinco años, en condiciones de producir no solo para las necesidades locales, sino también lista para responder a la demanda internacional de cannabis medicinal y sus derivados. Mañana será tarde.

La oportunidad que abre el cultivo de cannabis toma relevancia ante el necesario salto económico y diversificación de la Matriz Productiva que debemos dar como país, considerando que esta nueva propuesta puede ser parte importante de la agenda agrícola nacional, disminuyendo la alta dependencia que posee nuestra economía en la explotación de ciertos recursos naturales que –queramos o no– tienen fecha de caducidad. Por esto, es preponderante considerar la llegada de esta nueva industria, siendo el Estado el que garantice desde su inicio un trato amigable con el medio ambiente y respetuoso de la cultura de las comunidades donde se desarrolla, permitiendo además un crecimiento integral, dando paso a un mayor capital social y a la posibilidad de fortalecer la investigación y desarrollo tecnológico en torno a esta área.

Fuente

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.