Son muchas las sospechas que se ciernen sobre la composición del cannabis procedente del mercado ilegal. Muchos los testimonios, los rumores y las habladurías. Muchos, también -y muy variados- los adulterantes con los que se dice que los narcos “enriquecen” el hachís.
 
 
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Pocas son, sin embargo, las pruebas de cargo, firmes e inapelables, que corroboran tales sospechas y rumores. Pocos los datos objetivos, certeros y verificables que nos permiten hablar, con una base científica, de adulteraciones en toda regla y no de supuestas adulteraciones. De modo que, hasta que no se aclaren del todo las cosas, tal vez, lo más justo sería que siguiéramos investigando y que, mientras tanto, mantuviéramos la presunción de inocencia para los proveedores del mercado cannabico ilegal. Vean, si no, los resultados de diversos estudios en los que la composición del hachís comercial ha sido analizada con las más sofisticadas técnicas de laboratorio, y, después, juzguen ustedes mismos de forma salomónica.

Análisis, Estudios e Investigaciones sobre la Adulteración del Cannabis.

 

La Sección de Drogas del Instituto Nacional de Toxicología (INT) analiza anualmente miles de muestras de cannabis procedentes de incautaciones policiales tanto de muestras destinadas al autonconsumo e intervenidas a usuarios como de cantidades grandes, medianas y pequeñas decomisadas a traficantes de distinto nivel. El objetivo principal de los análisis no es otro sino el de confirmar o desmentir que realmente se ha incautado una droga prohibida y no otro tipo de sustancia, a la vez que, de paso, se obtienen datos que permiten hacerse una idea del estado y las tendencias del mercado ilegal. La cuestión es que los resultados de tales análisis quedan recogidos en las Memorias anuales del INT, dándose la circunstancia de que, afortunadamente, hemos podido tener acceso a dichas Memorias y hemos podido constatar que, en el caso del hachís, los resultados son auténticamente demoledores: en 2005, de las 6.095 muestras analizadas, únicamente el 0,78% demostró estar adulterado; en 2004, el 0,06%; en 2003, el 1,6%; en 2002, el 0,6%; en 2001, el 7,6%; en 2000, el 3,2%; en 1999, el 2%, y así sucesivamente. En todos los casos el adulterante detectado fue la resina de colofonia, que se extrae de pinos y abetos y que, aun cuando tiene efectos irritantes sobre las mucosas, carece de toxicidad significativa. Ni rastro de la henna, goma arábiga, yema de huevo, aceite de pescado o de motor, pegamento, cola de impacto, excrementos de burro o de bebé y demás sustancias añadidas que suelen mencionar los consumidores. Ahora bien, para desconcierto de todos, el propio Instituto Nacional de Toxicología afirma no haber buscado expresamente en sus análisis este tipo de adulterantes, en vista de lo cual, aun dudando que se utilicen, no puede afirmarlo rotundamente. Por lo tanto, no hay más opción que buscar respuestas en otra parte.

Por ejemplo, en Italia, donde Augusta Caliagiani, del departamento de Química Orgánica e Industrial de la Universidad de Parma, analizó dieciséis muestras de hachís en busca de adulterantes, obteniendo como resultado que una de ellas contenía, adivinen, resina de colofonia, mientras que las restantes se mostraban impolutas e inmaculadas.

O en Francia, donde Stéphane Le Vu, de Médicos del Mundo, analizó, en colaboración con la facultad de Farmacia de la Universidad de Paris-Sud, el contenido de unas cuantas muestras de hachís comercial tratando de encontrar en ellas alguno de los adulterantes habitualmente mencionados por los usuarios. Resultado: el estudio no pudo hallar prueba o indicio alguno de la presencia de tales sustancias.

O de nuevo en España, donde, ciertamente, son dignos de mención los análisis realizados en el año 2001 por Jesús María Aizpurua, del departamento de Química Orgánica de la Universidad del País Vasco (upv-ehu). En este caso, las 26 muestras analizadas habían sido remitidas por la asociación Kalamudia y por el programa Sintetik, que se habían mostrado preocupados por la elevada presencia de partidas de hachís que, al ser quemadas, desprendían un humo negro, denso y pegajoso, lo cual, en ámbitos cannábicos, es interpretado desde hace tiempo como propio del costo de la más baja calidad y como indicativo de una elevadísima adulteración. Los resultados, una vez más, demoledores. Según palabras textuales de Martín Barriuso, actualmente presidente de la Federación de Asociaciones Cannabicas (fac), «además de haberse buscado sistemática e infructuosamente la presencia de disolventes orgánicos en las partes solubles, las partes insolubles resultaron corresponder, sobre todo, a fibra de cáñamo, además de cantidades variables de calcita y arena, sustancias no volátiles que no pueden estar en el origen del humo. Al parecer, la causa de dicho humo negro es la presencia total de principios activos cannabinoides (thc+cbd+cbn) superior al 15%… En el caso de las muestras de Bilbao [19 en total], se había procedido por parte de los miembros de Kalamudia a anotar en la hoja con los datos de las muestras el color del humo observado al quemar una porción, en una casilla añadida a tal efecto. Las tres muestras que llevaban la anotación de “humo muy negro” resultaron tener los mayores porcentajes de cannabinoides, que superaban el 20%, con un máximo de 24,26%. Las muestras con humo blanco correspondían, en general, a las que poseían niveles más bajos de cannabinoides».

 

(Este artículo es un extracto del Capítulo 1 –Análisis de muestras de cannabis: psicoactividad y adulteración- del libro ¿Sabes lo que te metes? Pureza y adulteración de las drogas en España, Ediciones Amargord, 2007. Capítulo 1: pag-25-45.)

 

(Continuará)

 

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