En el año 2016, la ONU debatirá abiertamente las propuestas para un cambio en el rumbo de las políticas sobre drogas

Vivimos uno de los momentos más alentadores en lo que respecta a la normalización de la marihuana desde su prohibición, allá por los años 30. Los diferentes proyectos reguladores ya son realidades que, en mayor o menor medida, se han convertido en viables formas de generar impuestos, combatir el narcotráfico, evitar el elevado gasto que implica la guerra contra el cannabis, promover estudios y dispensar marihuana o derivados a los que realmente lo necesitan.

De repente, multitud de personas u organizaciones que tienen alguna posibilidad de influenciar las decisiones gubernamentales venideras afirman que 2016 marcará un antes y un después en la política de drogas en general y en la del cannabis en particular. Bien es cierto que la comisión internacional se ha pronunciado una y otra vez al respecto, abogando por promover una reforma global sobre el enfoque de la lucha antidroga, para lo cual solicitará a la ONU que abandere el cambio de paradigma en la Sesión Especial de la Asamblea General de la ONU sobre drogas. Y sí, esta sesión se celebrará en 2016.

En nuestro país, desde diferentes y variopintos entornos, llegan propuestas de regulación, viabilidades industriales y un evidente (aunque en ocasiones camuflado) interés económico. No hay más que escuchar a los inspectores de Hacienda del Estado (IHE) que proponían, este mismo verano, la legalización de drogas blandas (supongo que se referirán exclusivamente al cannabis pero les daba miedo decir la palabra mágica) para reducir la economía sumergida.

Por simplista que resulte el argumento, estamos condenados a mimetizar las políticas norteamericanas, siempre un paso por detrás y tras su aprobación, liderazgo y dominio del mercado.

Parece inevitable vivir un proceso de normalización progresivo y resulta un tanto ingenuo pensar que algún país del mundo podrá alcanzar una regulación estatal que no albergue un evidente interés económico, a corto, medio o largo plazo.

Pese a todo esto, es importante recordar que el motor del cambio no son los líderes políticos ni las decisiones gubernamentales o empresariales. El único motor de un cambio real somos nosotros, los usuarios. Sin los precedentes judiciales, la lucha constante, las investigaciones independientes, las intenciones reguladoras y todos aquellos individuos que han sacrificado su libertad evidenciando las injusticias que rodean a nuestra planta amiga, nada de esto hubiera sido posible.

Editorial 125 de Cannabis Magazine.

Acerca del autor

Muchos años luchando en la sombra para que el cannabis florezca al sol.